Tuve que decirle yo a mis suegros que su hijo me engañó

 

Mi pareja me puso los cuernos. Eso que nunca iba a pasar, pasó.

Si me tengo que creer lo que me cuenta, fue un lío de una noche. Y él está arrepentido, arrepentidísimo. Vive sin vivir en él, me dice. Pero tanto no debía de desvivir porque si me enteré fue por un tercero. Concretamente por la mujer de uno de sus amigos. La verdad es que la rocambolesca historia de cómo sucedió todo, desde el momento que salió de casa, hasta que yo me enteré de lo que había pasado, da para que me ponga a escribirlo y os lo mande otro día.

Pero yo abrí este email con la intención de contaros que me separé y que tuve que decirle yo a mis suegros que su hijo me engañó. Porque si esperamos a que se lo cuente el chaval, no se enteran en la vida.

Vamos, que me engañó a mí y luego les engañó a ellos. Y yo, que debo de ser tonta, pensaba que habría tenido los huevos de reconocer lo que había hecho y, por tanto, no entendía la actitud de mi suegra. La mujer, que no dejaba de llamar e incluso de venir a verme. Se plantaba en la casa que había compartido con su chaval, se autoinvitaba a un café y venga a dar lástima en diferido. Que si el niño estaba muy mal, que si estaba muy triste. Que si, pobrecillo, que era muy joven y ella lo tenía un poco sobreprotegido y malcriado (whaaaat?)… Y yo en plan como el que oye llover, porque lo cierto es que hablar de ello con mi suegra era lo último que me apetecía.

 

Tuve que decirle yo a mis suegros que su hijo me engañó

 

Pero la señora no cejaba en su empeño de conseguir que recapacitara y le dejara volver. Que yo ya no sabía si es que de verdad le daba penica el chaval, o si estaba harta de tenerlo en su casa otra vez y se quería deshacer de él. Porque la mujer estaba tela de insistente. Y venga con que lo había malcriado, que no se había esforzado demasiado en hacer de él un hombre de provecho…

De todo lo que podía decir de su hijo, a mí empezó a hacérseme raro que siempre usara esas excusas que no venían al caso para nada. Así que una tarde que no tenía yo el horno para bollos ni para suegras machaconas, le pregunté qué culpa tenía ella de lo que había pasado. Y va la mujer y me responde que claro que se siente culpable, si le he dejado porque no me ayudaba nada en casa y porque era un desastre.

Mira, que el tío pasaba mil millones de poner la lavadora y no sabía dónde guardábamos el aspirador, era verdad. Que me ponía de los nervios tener que estar siempre pidiéndole que levantara el culo y me echara una mano, porque por él mismo no hacía ni el huevo, también. ¡Pero que yo no le había echado por eso, señora!

 

Tuve que decirle yo a mis suegros que su hijo me engañó

 

Tuve que ponerla al corriente de que el capullo de su hijo se ha acostado con otra. Al menos una vez. Porque viendo que no es capaz de ser honesto ni con sus propios padres, lo mismo debo replantearme la veracidad de los hechos. Y lo mismo debo abandonar esa pequeñita posibilidad de perdón y reconciliación que guardaba hasta ese momento.

 

Anónimo

 

Envíanos tus vivencias a [email protected]

 

Imagen destacada