Hemos decidido tener una «cita» como si no nos conociéramos para reavivar la pasión. 

 

Como la gran mayoría de parejas, pasada la primera etapa de enamoramiento y citas, llega la estabilidad que es muy apreciada, pero también conlleva que el sexo se vuelve más rutinario, menos apetecido y se deja un poco al margen. 

 

Yo cuando conocí a Eric, nos pasábamos los días en la cama follando literalmente, pero pasados los dos primeros años, la frecuencia en que lo hacíamos había bajado drásticamente. 

Me seguía gustando muchísimo acostarme con él, pero no había esa chispa, las citas y las primeras veces, así que se nos ocurrió tener una cita como si nos acabáramos de conocer hace unos días en alguna app de ligar.

cita

 

Quedamos en un bonito bar de una zona costera y me senté a esperarle. Apareció súper arreglado, cuando normalmente va más de rollo «sport» y olía muy bien, había descuidado esos detalles desde que la relación se consolidó y me encantó volver a verlos en él. 

Sé sentó y lo primero que hizo fue decirme que era muy guapa y le gustaba mucho mi vestido, iba con un vestido rojo escotado y ajustado muy sugerente. 

Hablamos sobre a que nos dedicábamos, que nos motivaba en la vida y la verdad, es que algunas cosas me sorprendieron, hay veces que no paramos a sentarnos junto a nuestra pareja de años a preguntarle qué quiere de la vida o que cosas le apasionan porque lo damos por hecho, y esto nos hizo reflexionar sobre que debíamos tener más comunicación. 

Después fuimos a pasear por la zona y nos dirigimos al coche de él para charlar ya que hacía frío. Se quedó mirándome y me dijo que tenía sueño, pensé que ahí la cita había terminado, pero no, lo dijo para añadir un «tendrás que hacer algo para que no me duerma». 

 

– ¿Qué quieres que haga para que no te duermas en la cita? – Dije aún y sabiendo con que tono lo decía. 

– No sé, cierro los ojos y te dejo hacer. – Dijo mientras se le esbozaba una sonrisa. 

 

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Éramos de nuevo como quinceañeros en un coche queriéndonos dar amor y eso hizo renacer unas pequeñas mariposas que se habían extinguido de mi estómago hacía ya muchos años. 

Me acerqué y le besé; siguió con los ojos cerrados y quise hacer que «se despertara», así que le bajé los pantalones y empecé a hacerle una felación. Esbozó una sonrisa enorme y soltó un «uy uy, que peligro tienes, rubia». 

Ya habíamos dejado de decirnos esas cosas, así que me dio morbo experimentar de nuevo esos inicios. 

Seguí un rato más y él fue relajándose, disfrutando y cogiéndome de la cabeza para que se la hiciera más profunda. 

 

De repente, abrió los ojos y me dijo que se había despertado y que viendo cómo se había despertado, ¡Había que disfrutarla!

 

Nos fuimos al asiento de atrás y se dispuso delante mío para abrirme las piernas y darme placer con su boca y sus dedos. Aproveché que no había luz en el coche para relajarme y solo centrarme en el placer, le fui guiando en cómo me gustaba que lo hiciera (cosa que no había sucedido nunca en nuestra relación) y gracias a ello, gocé muchísimo de recibirlo tal y como lo quería y me corrí un par de veces seguidas.

 

Subió y de una embestida me la metió, estaba tan mojada que entró como si nada, eso sí, seguía notando su polla y disfrutamos ambos del cuerpo del otro, fue brutal y acabamos sudados y él con la espalda un poco arañada de la emoción. 

Volvimos a casa de la cita en coches diferentes y sentimos que habíamos renovado la relación, más unidos, más comunicativos y sin duda, con mayor conexión sexual. 

 

Oaipa