*Relato escrito por una colaboradora basados en historia real

 

Llevaba mucho tiempo metida en una relación, de esas que empiezas con 15 años y terminas con 22 porque te das cuenta de que vuestros caminos no van en paralelo, que cada uno va creciendo de manera distinta y llega un momento en que decidís coger trenes diferentes.

El tren que decidí coger no sé si era bueno o malo pero era lo que me apetecía en esos momentos. Amigos, fiestas, viajes, más fiestas y tirarme a todo aquel que se cruzara en mi camino. Solo había estado con un chico y me apetecía probar y vivir otras cosas hasta que me sintiera preparada para empezar otra relación.

Fueron unos años maravillosos en los que me sentí libre de hacer lo que me diera la gana. No había día que no saliera de fiesta que no acabara con algún tío en su cama. Yo era feliz y no hacía daño a nadie, pero sí tenía alguna amiga que me decía que parara y que me centrara. Que manía tiene la gente con decirte lo que es bueno o no para ti y con meterse donde no deben.

Todo iba bien hasta una noche que me pasé con los chupitos. Yo era consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor, pero iba más desinhibida de la cuenta. Conocí a un chico que me entró por los ojos desde el primer momento que lo vi. Tras un rato de miraditas, se acercó a mí. Estuvimos hablando un buen rato, entre copa y copa, chupito y chupito. El chico aparte de guapo me pareció encantador. Era de otra ciudad y había venido con unos amigos a pasar el fin de semana por lo que se quedaba en un hotel no muy lejos de allí.

Después de la larga conversación, nos besamos y no pasó mucho rato hasta que me propuso irme a su hotel. Accedí y me fui con él sin despedirme de mis amigas. 300 metros separaban la discoteca del hotel. 300 metros que se me hicieron eternos por el calentón que llevábamos. No veía el momento de llegar y quitarme la ropa.

Fueron unos preliminares impresionantes. El ardía, yo ardía, que podía ir mal. Yo solo pensaba en que que pena que no fuera de allí y se tuviera que ir al día siguiente, porque esos preliminares quería repetirlos una y otra vez.

Llegó el momento en el que él quiso penetrarme. A pesar de las copas, los chupitos y el calentón pude percatarme de que no tenía un preservativo puesto. Paré, le dije que así no. Ninguno de los dos teníamos condones, así que le comenté que no pasaba nada que podíamos seguir sin penetración. Se enfadó. Mucho. Me gritó y me insultó. Me dijo que no, que me fuera a buscar una farmacia y comprara condones, pero rápido que se le bajaba el calentón.

Le dije que de que iba, que yo me piraba y que se terminara él solito. Se enfadó más todavía. Me agarró y me tiró contra la cama. Me sujetó para intentar penetrarme. Me resistí todo lo que pude, pero cuanto más me resistía más me sujetaba. Conseguí darle una patada y entonces paró. Me dijo que se conformaba con rebozar su polla por mi cuerpo y correrse. Le dejé. Cuando terminó, me limpie, me vestí y me fui.

Todo el camino fui en shock, no sabía muy bien que había pasado. Nunca se lo conté a nadie. Cuando me preguntaron mis amigas al día siguiente les dije que todo fenomenal.

No volví a pensar en ello. Mi cabeza decidió bloquear lo sucedido, pero inconscientemente estaba ahí porque no volví a acostarme con nadie hasta 2 años más tarde. Conocí a un amigo de una amiga que durante meses intentó acercarse a mí de una manera más íntima. A mi me empezó a gustar él y su compañía. Nos fuimos acercando más y más hasta el día que nos apeteció acercarnos del todo. Ese día mi recuerdo se desbloqueó y no pude hacer nada.

Salí corriendo como aquel día en ese hotel. Salí corriendo porque fui consciente de que habían abusado de mi y no quería que eso se volviera a repetir.