Viernes. Cita con mi follamigo de costumbre.

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Salimos a cenar, tomamos unas cervezas, y, como de costumbre, nos vamos a dormir a su casa. Hablamos un rato, echamos el polvete de antes de dormir, dormimos a pierna suelta (en su enorme cama, que es mucho mejor que la mía, por eso solemos darnos al folleteo en su casa) y cuando nos despertamos, follamos otra vez. Desayunamos, nos despedimos con un beso, y hasta el próximo día.

Está claro que hemos caído en la rutina, pero a los dos nos encanta este plan. Ya llevamos varios meses enrollándonos y la verdad es que nos lo pasamos muy bien, dentro y fuera de la cama. Enseguida hemos conseguido tener confianza el uno con el otro y yo me siento supercómoda con él, bien sea desnuda hablando de nuestra película favorita o vestida hablando de las ganas que tengo de moridisquearle el culo.

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Por otra parte, el sexo con él funciona de maravilla. Encontrar a un tío con el que poder hablar de todo con tranquilidad mola, pero follártelo después y que conectéis tan bien en la cama es casi un milagro, o al menos me lo parece a mí, por las experiencias anteriores que he tenido en la vida. Vamos, que con este tío estoy genial y tengo confianza para hablar con él de cualquier tema.

De hecho, la última vez que quedamos me di cuenta de que también tengo confianza como para decirle “es que me he cagado en tu cama”. ¿Que como llega una chica como yo a una situación como esta? Pues veréis…

marilyn

Lo primero, tengo que reconocer una cosa. Yo solía tener un tránsito intestinal de lo más regulado. Me levantaba, sentía la llamada del Señor Roca, y quedaba ya liberada para todo el día. Pero desde hace unos meses no paro de cagar. No es que tenga muchas gastroenteritis o algo así, no. Es que ahora cuando me viene, me viene, y no lo puedo evitar, ni mucho menos retener. Y, por norma general, me viene unas dos veces al día, ¡como mínimo! Pero casi seguro, una por la mañana, Y OTRA POR LA NOCHE. Alguna vez me ha pasado que, estando de fiesta, me he tenido que ir a mi casa porque es que me cagaba viva y, evidentemente, no iba a meter mi culo en ninguno de los asquerosos baños de los bares de fiesta.

Bueno, pues aquel viernes por la noche quedé con mi follamigo. Cenamos, nos tomamos unas cervezas y nos fuimos a su casa. Me estuvo enseñando unos vídeos y por lo que sea yo me puse supercachonda y me lancé a su cuello. El tío me pone, claro, pero es que esa noche me dio así un subidón de calentón que no suele ser ya tan habitual entre nosotros, que nos hemos hecho más de estar un buen rato de jijí jajá y no tirar tanto del aquí te pillo aquí te mato. Pues me sentí yo matadora de repente y me lancé a su cuello.

to have

Primero me puse yo sobre él un rato, y después se ve que él también quiso darme lo mío y me colocó boca arriba con las piernas en alto. Yo no podía ni abrir los ojos para mirarle mientras follábamos (algo que me encanta hacer) porque estaba viéndome (padentro, que los tenía cerrados) venir un orgasmo de los gordos, de esos que avisan y que parecen decirte “te vas a cagar”. Pues yo creí a mi orgasmo a pies juntillas, porque juro por mi vida y mis tetas, que me encantan, que mientras tenía aquel maravilloso e intenso orgasmo sentí algo salir de mi culo.

Y juro que me dio tiempo a pensar “joder, me he cagado”, pero lo mejor de todo es que también pensé “bueno mira, pues cosas que pasan, si te has cagado, te has cagado, ya no tiene remedio, así que vamos a pensar qué hacemos ahora”. Y seguí pensando, porque el chico seguía motivadísimo dale que te pego, en qué íbamos a hacer cuando el chaval terminase, nos levantásemos y hubiera un pequeño conguito de caca, ya espachurrado, en sus sábanas.

También pensé en un amigo que una vez me contó que teniendo sexo anal con su chica, esta también se cagó encima, y la pobre lo pasó fatal, fatal, pero él me lo contaba a mí en plan “a ver, sí, es asqueroso, pero tampoco es para tanto, tiramos las sábanas y ventilamos bien la habitación”. Pues ya tenía un plan: le tiraría las sábanas, nos iríamos al salón mientras se ventilaba la habitación y para la próxima vez le regalaría un juego de sábanas nuevo. COLOR MARRÓN, POR SI ACASO.

rich

Recuperada la calma y después de haber pasado por este proceso mental mientras follaba, llegó la hora de la verdad. En cuanto él se echó a un lado yo me llevé las manos al culo en plan “a ver qué encuentro y cuánto encuentro”. Pues me quedé loquísima porque ¡no había nada! Y yo flipaba porque de verdad que había sentido cómo mi cuerpo expulsaba algo por mi ano. ¡Pero no había nada! Respiré aliviada, claro, no solo por no haberme cagado sino por haber mantenido la calma en una situación como aquella.