Una semana en camping: es lo que he necesitado para vivir unas vacaciones sin estar sometida a mis complejos.

Yo cuando oía que a la gente le gustaba ir a un camping y dormir en tienda de campaña alucinaba, me parecía lo peor del universo.

Porque vamos a ver, imagínate despertarte y tener que salir de una tienda de campaña casi a gatas, ir a ducharse y tener que salir de la ducha cada 4 minutos dando botes, para meter más monedas en la máquina de agua caliente.

Por no hablar de que puede que un niño prepuberal francés se las apañe para mirar tus tetas como si fueran Batman y Robin, en los únicos putos 3 segundos que necesitabas de intimidad para ponerte el sujetador.

Además, los campings en los Alpes franceses están muy mal pensados. Pasas el día tomando vinito y queso francés pero luego llegas al camping en la falda de los Alpes, te echas un cuesco y el sonido retumba en toda la cordillera.

Si señoras, todas estas cosas pueden pasar durante una semana en camping.

Pero con lo que no contaba, era con que una semana en camping me haría libre de una manera que nunca me había imaginado.

Cada vez que me iba de vacaciones tenía todos mis modelitos perfectamente pensados y créeme si te digo que todos y cada uno de ellos disimulaban bastante mis tiernas curvaturas corporales.

¿Por qué? Porque al igual que muchas otras mujeres con sobrepeso, he vivido condicionada por mi físico y con miedo constante de que el mundo se dé cuenta de lo gorda que realmente estoy.

Pero entonces pase una semana en un camping y nenas, allí todo el mundo va a su puto rollo.

Tenía miedo de que mirasen, de que me vieran nadando en la piscina y me llamaran cachalote en sus cabezas. Pero la realidad es que en los 4 campings que he estado este verano, nadie se ha parado a mirarme o juzgar mi peso.

Todas las mañanas nos duchábamos un montón de personas en las mismas instalaciones. Y déjame que te diga que allí había personas de todos los colores, sabores, edades y tamaños.

La gente pasea por el camping en bañador y sin ningún tipo de complejo. Se hacen sus cenas al aire libre mientras secan sus fajas en un hilo que va de una rama a otra. No sé, allí nadie mira por encima del hombro a nadie. Qué quieres que te diga, yo me he sentido como en casa.

La naturalidad con la que todo el mundo era capaz de tener conversaciones en bragas ha sido algo completamente revolucionario para mí.

Después de ducharme, mientras me peinaba el pelo en ropa interior o me lavaba los dientes, hablé con muchas personas de distintos lugares de Europa a las que les daba exactamente igual el tamaño de mis bragas.

No sé de dónde vienes tú, pero para mí, peinarme en ropa interior delante de un espejo sabiendo que alguien puede verme es un acto heroico. Por no hablar de lo que supone que alguien me vea en esa tesitura y aún así se acerque con una sonrisa a preguntarme de donde soy.

He vivido siempre rodeada de complejos que quizás en muchas ocasiones han residido en mi cabeza. Pero mira chica, que quieres que te diga, verme a mí misma, en bañador, atravesando un montón de bungalós y caravanas llenas de gente, mientras sentía como mis tetas iban dando botes y la grasita de mis muslos bailaba samba, me ha hecho sentir poderosa de nuevo.

Una semana en camping es lo que necesitaba para recuperar el control, para normalizar mi cuerpo en un entorno de naturaleza, libertad, de aceptación y compañerismo. Y por qué no decirlo, con una resonancia muy cabrona.

M.Arbinaga