Mi vida sexual no es nada del otro mundo. De hecho, dudo de que tenga una “vida sexual” como tal. Puedo contar con los dedos de ambas manos los tíos con los que he follado, y la mayoría han sido parejas estables. Así que no, no es que tenga una novela para escribir a este respecto.

Pero si viví un episodio que me marcó bastante y me hizo aprender algo a fuego: si no se pone dura del todo, no sigas intentándolo. Esto me pasó a los veinte años, con el chico con el que salía por entonces, también de veinte años y totalmente sano.

Había muchísima química, mucha pasión y mucha hormona, pero, por alguna razón, cuando llegaba el momento de meterla, se le desinflaba.

La primera vez ninguno de los dos lo comentó, simplemente seguimos haciendo otras cosas y esperamos que ese episodio se desvaneciera en el olvido. Pero volvió a pasar. Y volvió a pasar casi todas las veces que follábamos. Podéis intuir que la relación no duró mucho, ¿verdad?

urgencias condón

Las tres últimas veces fueron las peores. Él empujaba y empujaba tratando de que aquello no pareciera un gusano flácido de los que se comen Timón y Pumba en El Rey León, pero no lo conseguía y, al sacarla, el condón se me quedó dentro. Aquello estaba tan blando que el condón no tenía dónde agarrarse.

Él, rojo como un tomate por el esfuerzo y por la vergüenza, no sabía dónde meterse. Yo, que nunca me había tenido que sacar nada de la vagina que no fuera un tampón, me metí los dedos y me puse a hacer pinza por donde pillaba. Aquello era como buscar en un baúl a oscuras.

Movía los dedos de un lado para otro y no encontraba nada.

Así que, a las tres de la mañana de un sábado en un pueblo de Madrid, fuimos al ambulatorio de urgencias a que un médico de todo menos amable me sacara el condón revenido.

Imaginaos a una chica de veinte años diciéndole a un señoro de sesenta con cara de votante de Vox y cristiano apostólico y romano que tenía un condón dentro y no se lo podía sacar.

Me miró con asco, me dijo que a ver si tenía más cuidado la próxima vez, que los servicios de urgencias no estaban para esas cosas, que a ver si aprendía a sacármelo yo y, acto seguido, me metió los dedos con toda la rabia de señor al que su mujer no le hace ni puñetero caso.

No quise ver a ese médico nunca más, pero… a los pocos días tuve que volver. Y después volver otra vez.

urgencias condón

Mi novio estaba tan traumatizado que ya apenas duraba ni un minuto dentro. A la tercera visita a urgencias, el asqueroso médico, aun siendo un desgraciado, me dio un gran consejo: “Yo de ti me pensaba más con quién me acuesto”.

Pues sí, me lo pensé tanto, que a la semana siguiente ya no estaba con mi novio. Y aquí va un consejo de mi parte: si se avecina gatillazo, mejor una peli, unas palomitas, y tan amigos.