VIAJE A IKEA O CÓMO ACABAR CON TU MATRIMONIO EN UN SOLO DÍA

 

¿Alguien busca un marido? Yo vendo el mío. Qué leches, lo regalo. Os aseguro que a veces me entran ganas de perderlo de vista. Por ejemplo, cuando ayer fuimos a Ikea. 

Resulta que por fin hemos acabado la reforma de nuestro pisito. Mi marido, llamémosle Don Quejas, llevaba tooooda la reforma protestando, porque a Don Quejas le fastidia todo lo que sea gastar, así que le propuse ir a Ikea, que así podíamos dejar la casa monísima de la muerte sin dejarnos un capital. Ah, pero el señor no quiere montar muebles, ha nacido para marqués. En fin, tras prometerle que los montaría yo, conseguí convencerle.

Total, que llegamos allí, yo ilusionada, él de mal humor. Yo, que a pesar de todo le quiero, ya lo había mirado todo en la web para que al llegar allí no nos enredásemos y pudiéramos ir a tiro fijo. Pero va y me suelta “No, ya que estamos vamos a ver la exposición y cogemos ideas”. Tócate un pie. Tanto quejarse y luego me sale con esas. 

Me pongo a hacer cola para que me atiendan. Me giro y Don Quejas ha desaparecido. ¿Y ahora dónde se ha metido este hombre? No me lo podía creer, me lo encuentro tumbado en una cama. Qué vergüenza, por Dios. Dice que estaba probando si el colchón era cómodo, yo quería que me tragara la tierra, todo el mundo mirando.

En fin, que nos ponemos a pasearnos por todo, con cuidado de no perder las flechitas del suelo, no sea que no sepamos salir y nos encuentren allí momificados. Yo creo que tuvimos una discusión en cada pasillo. Que si esto es caro, que si esto no nos hace falta, que si tienes gustos de abuelo…

Y vamos avanzando, y allí pasa una cosa curiosa, y es que como no hay ventanas, no te das cuenta de la hora que es. Para cuando acabamos, ¡ya era de noche! Me dice “Ya que estamos, cenamos aquí y probamos las albóndigas”. Hala, pues. Pero mientras cenamos se desata el caos.

  • ¿Ves? Ya hemos perdido todo el día.
  • ¿¿Hola?? ¡Pero si has sido tú el que ha querido enredarse!
  • ¡Para ver si encontramos algo que nos guste a los dos, luego te quejas de que no me implico!

De verdad que me arrepentí de no haber cogido un puñado de los lápices esos que tienen por allí y habérselos metido todos en la boca. Yo creo que si pusieran un despacho de abogados matrimonialistas a la salida se forrarían.

Así que nada, para casa, en el coche medio sepultados por las cajas, él refunfuñando y yo cabreada. Y aquí estoy hoy, liada montando muebles. Estoy reventada de tanto tornillito, es cierto que es un coñazo que te cagas, pero Dios me libre de darle la razón a mi marido. Ah, y que dice Don Quejas que, si vuelve a Ikea alguna vez, será con un bidón de gasolina y una cerilla.

 

Anónimo