Y así fue como me convertí en la mejor amiga de la ex de mi ex.

 

Mi amiga Ágatha es una de las mejores que tengo. Nos vemos poco porque vivimos en ciudades diferentes, pero cuando lo hacemos… nos comemos el mundo y es como si el tiempo no hubiese pasado. Ágatha es una mujer elegante, fashionista y tiquismiquis con la comida mientras que yo con dos pares de zapatos me apaño, me pondré las faldas de tabla cuando ya hayan pasado otra vez de moda y uno de mis mayores placeres es comer, sobre todo si es fuera de casa. Sin embargo, Ágatha y yo tenemos otras cosas en común, como por ejemplo, que nos encanta leer y que ambas somos un poquito ingenuas.

Sí, somos muy buenas amigas, y fue mi ex -o más bien el trauma que él nos causó- quien nos unió.

Recuerdo que mi ex me llegó a contar, estando todavía conmigo, de su anterior relación con Ágatha; me contó que él se portó fatal con ella (según él, por su inmadurez), cosas horribles atacando su físico y alguna que otra escena terrible que le hizo, pero en aquel entonces yo estaba tan enamorada y era todavía tan machista que pensaba que conmigo él sería diferente. Porque claro, “nuestro amor era diferente”, y yo a ella no la conocía así que… nada de empatía.

Bueno, como adivinaréis, nuestro amor no fue diferente y él se portó conmigo incluso peor de lo que se había portado con ella. Nos separamos (mi trabajo me costó), y una tarde, durante aquel duro proceso, nos encontramos Ágatha y yo en una heladería, y aun cuando no habíamos hablado nunca antes de aquello, sí que supimos desde siempre la una de la existencia de la otra, así que empezamos a hablar. Yo estaba tan mal que apenas escuché de su boca el nombre de mi ex, me eché a llorar, y bueno, ya no hubo presa de contención que me parase. Fue como si todo lo que llevaba guardándome dentro del pecho durante años, encontrase una rendija por donde salir y me hubiese terminado rompiendo; como si yo necesitase reafirmar que lo que había vivido a su lado no era culpa mía, que no estaba loca.

Su relación con mi ex también la había dejado echa polvo a ella; hablamos durante horas (poniéndole verde, sí); éramos dos mujeres que habíamos sufrido por un mismo hombre, por su modo de tratarnos (o de maltratarnos, mejor dicho), y por retorcido que quizás pueda llegar a sonar: nos hicimos amigas. Ágatha me mostró el anillo que llevaba en uno de sus dedos y me dijo que, tras cortar definitivamente con mi (su) ex, se había comprado ese anillo como símbolo de su compromiso consigo misma antes que con nadie, y a modo de recordatorio para nunca más permitir que alguien la tratase así.

Con el tiempo descubrimos que, además de nuestras respectivas experiencias con nuestro ex en común, podían unirnos otras cosas como la simple simpatía de la una por la otra, y, hoy por hoy, cuando quiero hablar con alguien que realmente me entienda y no me juzgue, sé que ella está ahí. Ágatha es una mujer maravillosa y vive actualmente la vida que quiere, habiéndosela construido ella solita a pulso, y yo también.

Lady Sparrow