Soy de las que cree en las segundas oportunidades, terceras e incluso cuartas. De las que prefiere escuchar al corazón y en ocasiones, poner en mute a la razón.

Por eso vuelvo a caer cada vez que apareces, cada vez que decides dar una vuelta de tuerca a este guión absurdo de nuestra historia y hacerme creer que todavía es posible hacer que de todo esto florezca algo medio bonito.

Pero lo cierto es que sé que no. La verdad más absoluta es que me descuadras la vida, me rompes los esquemas, me agitas la existencia.

Y lo peor de todo, es que eres plenamente consciente. Tan consciente como yo. Y aún así, no dudo ni un segundo en abrirte la puerta de par en par cuando decides volver a aparecer.

Pero, ¿sabes qué? Ya ni recuerdo las veces que has desaparecido de entre mis manos. Ya ni recuerdo cuántas canciones he reproducido en bucle porque hablaban de ti. De nosotros. Y tampoco recuerdo las veces que he llorado y sonreído por ti. Tú, tan enfermedad y tan medicina. Tú, que tanta guerra me das como paz me traes.

Intento camuflar el dolor entre besos de barra, entre polvos mal echados y agarrándome a sonrisas y a versiones de ti que no hacen más que confirmarme que no consigo olvidarte.

Me agota pensar. Pensar en que irremediablemente, tu vida recorre un camino paralelo a la mía, mientras yo pierdo el control de la misma.

A veces pienso que ya no tengo ni el tiempo ni las ganas para continuar abriéndote esta maldita puerta que parece que nunca termina de cerrarse, pero no miento si te digo que los tragos amargos de tus huidas me suelen compensar si durante unos minutos me cobijas bajo tus brazos, me besas las pecas y me dices que el mundo es un poquito menos absurdo cuando sonrío.

Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de las veces, ahogada entre recuerdos reales y muchos imaginados, quisiera poder tener el valor de poner mi vida en orden, sacarte de la ecuación y seguir sumando noches bajo la luna sin necesidad de que seas tú quien la ilumine.

Pero lo cierto es que no puedo. O no quiero. Que a veces solo quiero decirte que te quedes un minuto más. Que asumamos el riesgo y a ver qué pasa.