Corría el verano del año 2000 cuando Estefi y yo nos fuimos a pasar unos días a su apartamento en Oropesa. Era una urbanización con piscina, llena de chicos y chicas, en su mayoría adolescentes con las hormonas alborotadas, exactamente como nosotras. 

No recuerdo si llegamos a ir a la playa algún día, nosotras éramos muy felices estando en la piscina y saliendo por la tarde a comernos un helado.

Ese año me habían salido las tetas casi de repente. Yo había sido una de esas niñas “tabla de planchar” y como si del efecto 2000 se tratase, a mis 14 años, aparecieron ahí dos cuerpos extraños. Habían sido un par de piquitos dolorosos durante los dos años anteriores y de repente hicieron “BUM” (Luego bam bam bam).


Era algo a lo que yo no estaba acostumbrada y que además fue como de la noche a la mañana.

De hecho, algunas chicas me decían que me ponía sujetadores con “demasiado” relleno. Yo recuerdo conversaciones con mis tías en las que les contaba emocionada “¡llevo una talla 85 de sujetador!” y me miraban como diciendo “qué pava…” pero exclamaban “¡ALAAAA!” Claro, porque el amor de la familia es lo que tiene, ¿no? Aunque una de mis tías sí que me dijo la verdad: “yo también me emocioné cuando a tu edad llevé la 85, pero luego siguieron creciendo…”.

Mi madre me había comprado un par de bikinis monísimos, aunque me hacían daño en el cuello, porque claro, había que llevar aquello colgado de alguna parte.

Una noche, en la urbanización, se nos ocurrió jugar a la botella; nos pusimos en círculo y la cosa quedó establecida tal que así:

– Primera ronda: beso en la mano
– Segunda ronda: beso en la mejilla
– Tercera ronda: pico
– Cuarta: beso con lengua

Y allí yo no sé los demás pero por lo menos mi amiga y yo teníamos cada una a su “favorito” para la cuarta ronda. Porque las tres primeras transcurrieron entre risas sin ningún tipo de problema. Luego había otros cuantos que, en fin, si salía, pues bueno, venga, no pasa nada. Y por supuesto también había alguno de esos de “contigo no bicho”.

Tal y como Estefi me había llevado a mí, uno de los veraneantes de uno de los apartamentos también se había llevado a un amigo. El amigo se llamaba Raúl, aunque desde el principio se presentó como “El Gamba”. El Gamba era guapo, un chuleta cani con el pelo parriba, algo más mayor que nosotras y que iba de que se las sabía todas.

En su cuarta ronda, la botella se paró en mí. Y el primer beso con lengua de mi vida fue con El Gamba.

La verdad es que me dio un montón de asco sentir una lengua ajena dentro de mi boca. De hecho, me aparté, torcí la cara y me salió del alma hacerle: “puaj!” y eso que por dentro yo pensaba que al menos era guapo, aunque a mí el que me gustaba era Dani, que era alto y tímido y con los ojos verdes.

Aquella noche me fui a la cama indecisa pensando “¿y si no me gustan los besos con lengua?”

Hubiera sido un drama real. Pero al final llegué a la conclusión de que no había estado tan mal y me dormí sin dar muchas más vueltas.

Aquí la historia da un salto hasta diciembre. No sé por qué motivo “El Gamba” se acordó de mí y decidió mandarme un SMS. Podríamos pensar que al ser diciembre, felicitará las fiestas. Realmente podría haberlo hecho, pero él prefirió ser un capullo.

Era algo así como:

“Me encantan tus tetas y ójala violarte”

Yo tenía 14 años.
Me dio mucho miedo y me avergoncé de tener los pechos que tenía.
Y me puse a llorar.

@paty_party