Sí, esa soy yo, desde hace muchísimo tiempo, de hecho creo que toda la vida. Soy la amiga que se olvida de ti en verano, que desaparece, que tarda siete días en contestar a los WhatsApp (si es que contesto), no sabes nada de mí en tres meses y vuelvo en octubre como si no hubiera pasado nada.

Y ya lo siento, pero no es personal, no te odio, ni me considero peor amiga, ni te quiero menos, ni significas menos, ni me acuerdo de ti menos. De hecho, muy probablemente, me acuerde de ti casi a diario, que una cosa no quita la otra, pero no me sale llamarte, escribirte o mandarte una foto. No me preguntes por qué.

 

Llevo seis años viviendo en Madrid y veraneando en casa, en Alicante y durante los tres meses que paso en la playa no hablo con nadie de la capital, algún comentario en el insta, alguna que otra nota de voz el día que estoy inspirada y poco más. No sé muy bien por qué lo hago, que sí, que está bien desconectar de la rutina y olvidarse de la vida que se lleva durante el año, pero no creo que ese sea 100% el motivo de que pase olímpicamente de mis amigos. Es que, de hecho, creo que no tengo justificación, simplemente no me sale.

Y no, no me siento mal, para nada de hecho. Me quiero, me entiendo y sé perfectamente que no lo hago con maldad, con segundas intenciones, con teorías conspiratorias sobre la humanidad.

Mis amistades actuales me conocen, saben perfectamente que soy como el viento, que soy una despegada de la vida, que no escribo, que se me pasa contestar y que no cojo el móvil para contestarte y sí lo hago para ver Twitter. Y no me lo echan en cara porque saben perfectamente que no puedo ser de otra manera, que no me sale serlo.

Sin embargo, hace unos años sí que tuve problemas con mis amigas por ‘desaparecer’ durante temporadas en las que estábamos físicamente separadas. Yo intentaba explicarlo, que no me pasa nada, que no estaba enfadada, que todo seguía en orden, que mi amor hacia su ser estaba intacto. Pero no me entendían, no entendían cómo era capaz de no saber de ellas, cómo podía seguir con mi vida sin preguntarme si estarían bien o no, cómo era capaz de olvidarme tan pronto de alguien.

Lo pasaba mal, muy mal. Porque me hacían sentirme como un culo de babuíno por algo que para mi no era malo, que me salía innato, que no tenía verdades a medias, secretos o segundas intenciones. Intentaba cambiar, estar más pendiente de ellas para no hacerlas sentir mal, me esforzaba en hacer cosas que no quería hacer por complacerlas y que no tuvieran malas sensaciones sobre nuestra amistad, pero al final mi loca cabeza acababa ganando la batalla y volvía a pasar olímpicamente.

Supongo que esto no me pasa solo en verano, tengo un concepto de amistad un poco difuso tal vez o al menos no el clásico, no mido mi amor hacia ti en las veces que te escribo, que te llamo o que te dejo un comentario en redes sociales. Soy más de que quedemos, tomemos algo, nos riamos y hagamos planes en carne y hueso, eso sí que me pesa mucho.

No puedo tener amistades que exigen de mí atención casi diaria, lo tengo muy comprobado, la otra persona su frustra y yo sufro por su frustración, necesito rodearme de gente que me quiera como soy, que me entienda bonito y que no dude ni un instante de mi amor cuando aparezca mi ausencia.

Si sois el otro lado de la moneda, si sois las amigas que necesitan a diario o muy a menudo pruebas de amor y amistad; por favor, no os desesperéis con personas como yo, no es algo personal, de verdad que no, es simplemente que no sabemos ser de otra forma. Querednos bonito, que prometemos compensarlo cuando volvamos a aparecer.

PD: entiendo perfectamente que haya personas que no quieran a seres como yo en su vida, lo respeto infinitamente, pero lo que no puedo -ni quiero- hacer es cambiarme por gustarte y hacerte sentir segura a ti <3