Felicidad… ¿qué se supone que es?

Desde pequeñitos estamos acostumbrados a las típicas frases de:

  • “Estudia, que sino no llegarás a nada”
  • “Trabaja, que sino no conseguirás una buena casa”
  • “Se buena, que sino nadie te va a querer”

Porque desde que somos unos renacuajos nos enseñan a que debe ser nuestra meta. Ay amiga… todavía no sé ni cómo llegar a ser feliz. ¿Y tú?

Vamos, entre lo que nos dicen, todo condicionales, y nuestras metas que nos empezamos a autoimponer… mal vamos cariño.

Metas véase como que si una casa grande, un buen coche, un chulazo (pero no nos vale cualquiera, tiene que ser uno que nos quiera, que nos mime, respete, escuche… claro que sí guapi!!), que si un super cuerpo acorde a los cánones establecidos por cuatro descerebrados… y así hasta el infinito y más allá.

Seamos sinceros. ¿La verdad? No soy feliz. Y me jode. Me jode taaaanto. Me encantaría ser como esa gente que se pasea por la vida con una sonrisa de oreja a oreja como niños en un capítulo de los Simpsons.

Pero no, soy una rancia. Una de esas que a pesar de que le ocurran cosas buenas se queda con lo malo. ¿Boicoteo? Puede ser. ¿Manera de ser? Pensemos que sí (por dios, que sea eso…).

Sea lo que sea daría lo que fuera porque un día me levantase y viera la vida a través de uno de esos cristales que tanto dicen que existen. Porque vamos, el mío tiene que estar escacharrao perdío…

Mientras tanto, solo me queda un par de cosas por hacer, intentar rodearme de aquellos que me enriquecen la vida, cual Avecrem, recordarme cada día toda la mierda que he superado para llegar hasta aquí y… lo más importante, apañarme un tarro de Häagen-Dazs de vainilla con nueces de macadamia y una buena película moñas y quedarme horas metida cual durum en la camita.

Porque amigas, eso, para mí, sí que es felicidad.