10 cosas locas de la maternidad que no cambiaría por nada


Algunas tiernas, otras más bien asquerosas, pero aquí una lista de la experiencia que estoy segura que cualquier mamá no cambiaría.

Olor a pies sudados. Universalmente es concebido como algo asqueroso, pero cuando a esa personita que tú hiciste y que amas se quita los zapatos y percibes un ligero olor a vinagre, es más cómico y entrañable que otra cosa. Porque nadie lo dice, es un tabú, pero sí, a los niños les huelen los pies desde muy temprana edad, en especial cuando se enamoran de un par de zapatos y no quieren quitárselos ni para dormir (pasa de más).

Y ese olorcito se convierte en motivo de bromas y juegos entre tu pequeño y tú, al punto de que cuando recordaste aplicarle talco, usó medias y sus piecitos huelen bien, es un poco decepcionante. 

Comer sobras: al igual que el anterior, mundial y culturalmente mal visto. Pero cuando son las sobras de tu peque está bien, y más que bien, nos entusiasma. Porque las mujeres adultas no nos hacemos patatas fritas o tortitas de cena, entonces comer ese par de bocados que la criaturita deja, es la gloria. 

 

Los gastos innecesarios: creo que todos nos hemos cuestionado alguna vez en la vida la manera en la que gastamos el dinero. Que si ese café diario, que si más vino del debido, pero cuando nos volvemos mamás es como si pasaran un interruptor en nuestra cabeza y de pronto está bien gastar dinero en las cosas más absurdas e innecesarias. Como un perrito de juguete que mueve cola y que sabemos que terminará inservible al ser sumergido en la bañera, pero que valió la pena el gasto por los cinco minutos que entretuvo al nene y por ende a nosotras. 

La perspectiva: hablando un poco más en serio, con la maternidad cruzamos un umbral de perspectiva y es imposible regresar, porque cuando tu hijo tiene fiebre de madrugada, o se ha caído y golpeado la cabeza (una vez que estás segura de que está bien) te das cuenta de lo absolutamente insignificante que es todo lo demás. Que una compañera de trabajo te haya hecho pasar un mal rato o ese tío abusador que te robó la luz del semáforo. Muchas personas son afortunadas y saben desde muy temprano en la vida cuales son las cosas realmente importantes, otras como yo lo aprendemos al convertirnos en mamás. 

 

Los desastres: eso no varía mucho entre adultos y niños, donde hay desastre probablemente hubo diversión, así que el que el hecho de que la casa esté patas arriba a mitad de la tarde significa dos cosas: que un niño sano y feliz se divirtió mucho ahí. Esta va de la mano con la anterior, el día que nuestro hijo se encuentra enfermo o no está en casa, añoramos ver esos juguetes tirados por todos lados.

Acompañar a alguien mientras hace el número dos: de nuevo, inconcebible y asqueroso, hasta que ese alguien es una criaturita que se fascina por el tamaño, color y cantidad de los desechos que deja, que hace caras muy cómicas y comentarios ocurrentes mientras está en el trono. Y entonces el acto más normal de la naturaleza se convierte en un momento de entretenimiento para mamá. 

 

Que te digan que estás hermosa cuando eres un desastre: a la mayoría de las mujeres nos suelen decir cumplidos cuando estamos bien arregladas. Pero entonces estás en ropa andrajosa, despeinada, sin una gota de maquillaje y ojerosa, y el ser que más amas en el mundo te dice lo hermosa que estás. Sabes que no es verdad, que ni siquiera abrirías la puerta a recibir el delivery así, y sin embargo te lo crees, y te sientes gigante en ese momento.

Las preguntas y comentarios incómodos: los niños tienen muchas opiniones y preguntas, sobre todo entre los 4 y 6 años, y son más graciosos que cualquier otra cosa. Es inevitable escuchar “¿Por qué el señor se tarda tanto con nuestra comida?” cuando el mesonero acaba de tomar la orden y no reír siquiera un poquito. 

 

El Photobombing es muy molesto intentar tomarte una foto perfecta, con buen ángulo, buena postura, poner tu mejor cara… y que se metan en tu foto. A menos que el invasor sea tu hijo y entonces está bien. Porque esas fotos terminan siendo las mejores del carrete y las favoritas de todos.

 

La intrusión en tus pertenencias: otra cosa que a casi todo el mundo molesta, que tomen nuestras cosas. En mi caso tengo una niña, se pone mis zapatos, se pone mis camisas de vestidos, y el que más me duele y sin embargo he sacrificado de buena gana, toma mi maquillaje y lo masacra. Para algunas mujeres (yo incluida) el maquillaje es sagrado, sin embargo ver su carita de emoción mientras juega con el no tiene precio.  

Ser mamá no es fácil, pero todas y cada una de las experiencias, incluso aquellas que puedan parecer desagradables o locas, valen la pena sin dudarlo.

 

Danellys Almarza