Hace a penas medio año que tuve la oportunidad de irme a vivir por mi cuenta. Sola. Solita. Sola. Tan a gusto. Después de tiempo de “patearme” Madrid a golpe de click y de visitas surrealistas: lo logré. Yo muy segura de mí misma y conocedora de todos los clichés de independizarse (que si la colada en casa de mamá y papá, los tuppers, …) estaba convencida de que no echaría de menos el hogar ni un ápice. Inocente yo. Con el paso de estos primeros meses me doy cuenta de cosas que añoro ahora que vivo sola, cosas del hogar, muchas más  de las que me advirtieron.

Más allá de la ropa planchada o el plato de comida en la mesa, ahora que pasan los meses me doy cuenta de que añoro cosas de vivir en mi casa familiar mucho más pequeñas, más circunstanciales y también más íntimas. Cosas que marcan la infancia y la adolescencia hasta tal punto que pasan desapercibidas entre los recuerdos.

Echo de menos cosas que en realidad no han desaparecido. Cosas que siguen estando o me las sigo encontrando, pero ya no son las mismas ¿Sabéis eso que dicen de que el cielo es distinto dependiendo de la parte del mundo donde lo veas?

Para mí, algunas de esas cosas que añoro ahora que vivo sola son:

1.- El olor de la colonia característica de mi padre impregnada en el ascensor -cuando llegaba a casa 5 minutos antes que yo.

2.- El ruido de fondo de mi madre empezando la mañana con su fiel compañero el secador.

3.- Los imanes de la nevera: la huella dactilar de cada familia

4.- La luz, la que se cuela entre los agujeros de las persianas, a la hora de la siesta en el salón

5.- El aroma al entrar: una mezcla de los olores de todos los miembros de la familia, de los muebles y la comida que en ese hogar se sirve. La señal inequívoca de que estás en casa.

6.- El sonido de las llaves instantes antes de que alguien abriese la puerta. Como el timbre de voz de cada persona, cada uno tenemos una forma de menear las llaves para encontrar la acertada.

7.- El gotelé de las paredes de mi habitación. Las caras que he visto creciendo junto a mi almohada no están en ninguna otra parte.

8.- El gel de ducha de la misma marca de siempre, la marca de toda la vida

9.- Los pasos de mis perritas: irse del hogar no solo implica dejar a los familiares humanos, también dejar a nuestros familiares peludos. Y cómo se nota su ausencia.

10.- Lo mullido del sillón del salón: te puedes comprar el sillón más cómodo de la tierra que ninguno acogerá nunca la forma de tu culo de la forma que lo ha hecho el que lo ha sentido crecer.

Desde luego he ganado mucho independizada. Para empezar el silencio, para continuar el desparrame de una, sin normas que atender más que las que te van saliendo a ti poner, y, para terminar, la sensación de que eres capaz de todo tu solita.

Pero el hogar es el hogar.

Curiosamente, no había nada que me advirtiera de dónde me iba a venir la añoranza. Siempre esperas que sea en lo que ves en las pelis, lo que te ha hecho la vida más fácil o lo que más marcaba tus días. Sin embargo, como en todo en esta vida, lo que cataliza las emociones son esos detalles que se te cuelan debajo de la piel para erizarla cuando un día levantas la mirada, miras a tu alrededor y te das cuenta de que todo ha cambiado, aunque pareciera que todo era igual.

¿Qué cosas echáis de menos de vuestros hogares?

@tengoquenayque