La que aquí escribe está ya en esa edad en la que si el fornicio es en una cama, es mucho mejor.

Terminar con una contractura o con un dolor de cuello que proviene del ensamblaje de dos cuerpos en habitáculos imposibles ya no nos resulta tan apasionante como cuando teníamos 20 años, quizás porque como pasa con las resacas, ahora las consecuencias duran algo más. Señales de que nos vamos haciendo mayores, qué le vamos a hacer.

Además, seamos sinceros, a nuestra edad casi seguro que alguna de las dos (o más!) partes implicadas ya no vive con sus padres por lo que se puede una dar al desenfreno sin problemas de que una madre responsable abra la puerta al grito de «que no cerréis la puerta de la habitación».

Todos tenemos, al menos en nuestra mente, esos lugares en los que nos gustaría que nos dieran lo nuestro, lo suyo y hasta lo del vecino del quinto. Algunos no lo verbalizaran nunca, otros lo meterán en mitad de una conversación en cuanto puedan para dejar constancia por si alguien se anima a tachar ese lugar de su lista y otras venimos y lo escribimos a modo de sex wishlist.

Sitios en los que me gustaría tener relaciones sexuales.

Algún día.

La biblioteca

Serán esos pasillos estrechos llenos de libros, será esa contención que habría que hacer para mantener el silencio, será mi alma interna de ratón de biblioteca que adora estos sitios pero si a mi me preguntas el lugar en el que quisiera mantener relaciones antes de morir, te diría una biblioteca. Sin duda. Puede ser ese ruido que me imagino que harán los libros al caer, la sección de Historia y Geografía o vete tú a saber qué. Quizás es mi yo universitaria mirando al guapo de Educación Física desde la otra mesa. Será, pero que sea. 

 

 

En una azotea

La culpa de mi alta expectativas respecto a las azoteas la tienen las malas series americanas a las que me engancho. Cómo no fantasear con una noche de sexo y más sexo en una azotea si algunos de tus personajes preferidos viven en edificios con unas azoteas comunes del edificio pero que parecen privados y en las que montan una iluminación de verbena, una cena digan del mejor catering de tu ciudad, alcohol por el medio y, alguna vez, hasta han subido el colchón de la habitación. Que tú, con esas imágenes en tu mente, te ligas a un tipo que te comenta que tiene una azotea y ya tienes la fiesta montada en tus bajos aunque luego descubras que la azotea, en su caso, la han colonizado los niños del bloque. Cero libido.

Nota para mi marido si me lee: si algún día nos mudamos, que tenga azotea por favor. Y que subas el colchón. 

En la piscina

Soy muy de agua y podría decir la playa pero no. ¿Por qué? Porque si voy a la playa y me traigo para casa veinte kilos de arena en rincones de mi cuerpo que no conocía, no quiero ni pensar la cantidad de granos de arena que me podría traer si me da por ponerme a tener sexo en pleno oleaje del Cantábrico. Vamos a dejarlo y vámonos para la piscina, mucho más tranquila, con el agua mucho menos fría, mucho más tranquila para poder maniobrar una sin sorpresa de olas que vienen y van y, sobre todo, sin arena. Hace poco leí un comentario en una web donde un susodicho afirmaba que a las gordas les (nos) gusta follar en el agua porque así no le pesamos a la otra persona. Mira, una mierda para ti. Habra gordas a las que no les suene nada bien la idea de sexo en el agua pero a las que sí, ya te digo yo que hay veinte mil motivos que van antes del «es que así no le peso», más que nada porque ese no es un motivo.

Puestos a pedir, piscina privada, con un cóctel en el bordillo para pegarle un trago después del ejercicio y al aire libre. Y no me valen los jacuzzis, que a mi los chorros del agua en vez de ponerme cachonda me estresan, y claro, así no hay manera.

En un parque de bolas

¿Qué tienen los enormes parques de bolas de colores que nos vuelven locos a los adultos? Todos hemos deseado entrar a jugar a uno alguna vez, imagino que será ese niño interior de los 90 que jugaba en un parque de asfalto que sale corriendo en cuanto ve todo ese acolchado y esas bolas a la que apetece tirarse una y otra vez. Si es que esas bolas de plástico son amorosas, excepto si te la tiran de lejos y con fuerza y te dan en un ojo. Palabrita de exmonitora de parque de bolas. Y oye, que entre toboganes, placajes y bolas amorosas que acogen los cuerpos como si los conocieran de toda la vida, yo creo que si estás en uno con la persona adecuada, es imposible no ponerse tontorrones. Creo.

En un parque de atracciones

Este lugar lo podría tener tachado de la lista ya que hace años trabaje en un parque de atracciones y era una «fantasía» que todos comentábamos pero entre los gritos, los subidones de adrenalina, la cantidad de rincones medio escondidos menos no, la oscuridad de algunos espectáculos, la imaginación jugando a que la montaña rusa se para y tu vagón está justo en el punto más alto y tendrás que pasar el rato, las camisetas mojadas y pegadas después de las atracciones de agua… Todos coincidíamos en que tener sexo allí tenía que estar bien. Y, antes de que te lo preguntes, nadie lo tuvimos.  Habrá que volver.

 

 

¿Y Tú?