Gordibuenas del planeta y de la galaxia, ¡que llega la Navidad! Es época de villancicos escolares, de compras, de aglomeraciones en las calles, de soportar a cuñados pasados de copas soltando perlitas, de cenas interminables… ¡Ay amigas! Y es que nosotras tenemos momentazos para todo el año, y por supuesto las navidades no se van a quedar atrás. Somos expertas en convertir cualquier topicazo en todo un acontecimiento y en hacer de las barreras un lugar en el que apoyarnos.

Lo que no te mata te hace más fuerte, y es por eso que hoy os regalamos breves historias en las que sus protagonistas supieron darle la vuelta a ciertos obstáculos navideños.

Aquel año en el que fui la mula del Belén viviente.

Así, sin preavisos ni propuestas de ningún tipo, con once añitos la maestra decidió que fuera la mula en nuestra obra navideña. Mi madre puso el grito en el cielo, ¡su hija la gorda tendría que ir disfrazada de vaca al colegio! ¡Habrase visto semejante falta de respeto!. Llamémoslo ignorancia, inocencia infantil o lo que fuera, pero desde el primer momento fui feliz vestida de mula. Caminé hacia el colegio metida en el papel, mugiendo mientras mi agobiada mamá me pedía que dejase de hacer ese ruido, y conseguí transformar un rol de lo más simple en el preferido de todos mis compañeros. Fui la mula más simpática y dicharachera de todos los belenes. ¿Y es que qué sería de un pesebre sin sus animalicos?

Los vestidos repes por los que no he tenido que pasar.

¡Ay esos primeros cotillones de Fin de Año! Buscar discoteca en la que pasar la noche, reservar cita para la peluquería y, por supuesto, localizar el modelito de éxito. Semanas nos pasábamos en grupo visitando tiendas y probándonos vestido tras vestido. Bueno, quien dice probando dice asesorando a las colegas que realmente podían entrar en prendas de Amancio (que nuestro presupuesto no daba para mucho más). Llegaba la mágica noche y… ¡ups! Veías a diez chicas enfundadas en el mismo traje. Pero el mío siempre era único, vamos, como que me lo había sacado de la manga con un pantalón de brilli de mi madre y un top estupendo de una tienda de tallas grandes. Adiós Amancio, hola diseño exclusivo.

La tripa para la que he nacido preparada.

Las cenas navideñas, ese no parar de ver pasar platos y platos de comida. Sales de tu casa enfundada en un modelazo magnífico y cuando termina la noche eres un maxi globo aerostático hinchado como un balón de playa, ¡qué de gases! En este plan a ver quién sale ahora a tomarse unas copichuelas… ¡Pues yo misma! Porque las gordibuenas llevamos la tripa de serie y aunque sentimos la incomodidad dentro de nosotras, rara vez la ropa nos va a jugar una mala pasada. Cuando aprendes a primar la comodidad en prendas que realmente te favorecen, el resultado es muy top y ya puedes comer lo que te salga del moño que la barriga va a continuar en su sitio.

¿Año nuevo, dieta nueva?

Momentazo familiar cuando mi cuñada informa a viva voz que pasa del cocido para servirse una ensaladita, que su body ya no puede con más comida y que tiene que soltar esos tres kilos que ha ganado las últimas semanas. Yo la miro, la vuelvo a mirar, y pienso para mis adentros “pero esta chiquilla, con el cuerpito que tiene, ¿de dónde se va a sacar el lastre que dice que le sobra?”. Fue entonces cuando mi tío me dejó caer delante de todos los invitados que ya podría yo aprovechar para unirme al plan de adelgazamiento de mi compañera, que el mundo está muy mal repartido y que se ponga ella a dieta con ese cuerpazo y no yo que estoy como un barrilete… Pues nada, tuvo suerte el caballero ya que en ese instante tenía yo la boca llena de garbanzos a dos carrillos así que mi respuesta consistió en saludarle levantando un dedo, y poco más hubo que decir.

En primera línea de cabalgata.

Si eres curvy con barrigola (como lo es una servidora), tremendo momento en estas fechas es ese en el que los que te rodean dan por hecho que estás embarazada. Y oye, lejos de ser una putada, siempre hay que sacarle el aspecto positivo a todo. Cabalgata de Reyes, multitud de peques y papás bien aglomerados para ver pasar las comparsas, cuando de repente escucho “¡Uy! Pase señora, venga adelante no le vayan a dar un golpe en la barriga”. Pues ¡ea!, no seré yo la que le lleve la contraria a una persona tan amable. Y mientras tanto mi hija de tres años preguntando a grito pelado “¿y qué te pasa si te dan un golpe en la tripa, mamá? ¿te saldrá un morao y ya, no?”. Por si las moscas durante el desfile me acaricié la barriga con amor de vez en cuando, no se fueran a creer que soy una jetas, que una tiene clase y mucha educación.

Estas Navidades, ¡dale la vuelta a la tortilla! Convierte cualquier momento incómodo en un instante divertido, porque todas lo valemos y nada debería hacernos daño.