6 películas eróticas que me ponen burrísima, tiernísima o ambas

 

Si no te excitan, al menos podrían introducir temas nuevos en tus fantasías o invitarte a la reflexión. Proceso sin más preámbulos.

Podría ser una historia sobre el matrimonio, las fantasías sexuales y la infidelidad. Pero, como está Kubrick detrás, es mucho más y es abstracto. Todos los personajes femeninos que aparecen se insinúan o muestran sus encantos físicos al desnudo en algún momento, de un modo aplastantemente desigual frente a los hombres. Ahí estaba la buena de Nicole Kidman dispuesta a darlo todo, mientras que Tom Cruise se limita a mostrarnos el torso.

 

Por la estética y el simbolismo, le atribuyo mérito a la famosa escena de la orgía con máscaras, que siempre contribuyen al morbo. Pero no es lo que más me pone. Más me excita el personaje de Kidman insinuándose ante un hombre maduro mientras baila con él en una fiesta, en la que también está su marido. Y la manera tan lasciva en que la tocan y la besan en esas imágenes que atormentan la mente de su cónyuge durante toda la película.

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Tiene su intención, aunque, para mi gusto, está al nivel de los films que ponen los fines de semana por la tarde en Antena 3. Las escenas de sexo les quedan bastante “soft”, entendiendo que es erótica y no porno, y aun cuando los protagonistas se dejan llevar por las prisas del ardor tan frecuentes en el cine occidental.

 

Protagonistas que son, ni más ni menos, que Anne Hathaway y Jake Gyllenhaal. Me gusta cómo funciona la pareja que conforman y la estimulante aparición de otros actores a los que ya tenía fichados: Gabriel Macht (Harvey Specter en “Suits”), Katheryn Winnick (Lagertha en “Vikings”) y Hank Azaria (David, el novio científico de Phoebe en “Friends”).

 

La película es más romántica que erótica y plantea una cuestión interesante: iniciar o no una relación con una persona que tiene una enfermedad neurodegenerativa. Así que, con su arsenal de clichés de rigor, esta es de las que me pone más tierna que burra.

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Me siento poco sorora al incluir esta película, siendo sincera. En ella aparece una Penélope Cruz de 18 añitos que, años después, confesó el trauma que le causaron los desnudos y las escenas de sexo. Hasta el punto de que sintió rechazo hacia cualquier cosa sexual o solo sensual, y durante años no hizo ninguna escena de amor que incluyera siquiera besos.

 

Ella no puede hacer desaparecer las imágenes, y yo tampoco. Y lo cierto es que, desde que vi la película, al pensar en cine español o en el género erótico me viene a la cabeza la escena del bar con el que hoy es su marido, Javier Bardem. En cómo ella llega empapada por la lluvia y se besan y acarician como si no hubiera nadie más delante, arrebatados.

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Reconozco que me está quedando una lista bastante machuna, y probablemente la inclusión de esta peli sea el mejor ejemplo. Si tienes novio hetero, la va a disfrutar especialmente.

 

Me da más morbo por los recuerdos que guardo de ella, porque la vi estando apenas en la postadolescencia y me excitó muchísimo. Lo tiene todo para hacerlo, ya que se trata de bailes muy sensuales y el vestuario más que sugerente de una stripper. Para cuando llegamos a la escena de la piscina, a pesar de la sobreactuación de ella, el espectador ya lleva un calentón importante.

 

La protagoniza Elizabeth Berkley, cuya actuación defiendo porque fue lo que consiguió que la película se me quedara grabada para siempre. Y porque la crítica se cebó con ella. Con la única que lo hizo, claro, porque al director lo encumbraron. Cosas del machismo recalcitrante y la crítica petulante, que no pudo impedir que Showgirls sea un clásico venerado entre los fans.

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A mí esta peli me encanta. No sé qué me gusta más, si la interpretación de Paz Vega, el guion o la trama, pese a lo enrevesada que es. Creo que las escenas de sexo están hechas con mucho gusto, que son lo bastante estéticas y sugerentes. Y, aunque se recrean especialmente en la protagonista, hay desnudos integrales masculinos muy interesantes. Hasta el punto de que se me podrían olvidar los stripteases de los protagonistas o la forma en que los personajes de Najwa Nimri y Elena Anaya se dan placer en solitario. Pero no se me olvidará como al de Daniel Freire le crece el “bicho” cubierto de barro.

 

La película tiene su controversia, claro. Porque, pensándolo bien, ni los desnudos ni el sexo resultan relevantes para la trama ni para la forma en que esta se resuelve. Tenemos una historia medio-qué con un buen reparto que podría haber funcionado más o menos en taquilla. Pero si le metes desnudos estelares y escenas excitantes sin escatimar… lo petas seguro. Que fue lo que hizo hace ya 18 años.

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Yo creo que desde que se estrenó, en 2013, se elevó a la categoría de clásico del cine erótico. Hacía falta una película como esta, que arriesgara para mostrar toda la verdad que muestra.

 

Me engancha la actuación de Adèle, que me resulta muy natural, y la química que desprenden Emma y ella desde que se miran por primera vez. Hay que esperar más de una hora para verlas en plena acción, pero ya habrás mojado mucho las braguitas para entonces (si te excita el cine lésbico). Recréate, porque el director te deleita con siete largos minutos de caricias, lametones y gemidos. Sin música de acompañamiento y tan explícito. Te parecerá porno, más que erótica, pero nada de lo que ves es real.

 

Hay opiniones contradictorias entre mujeres lesbianas respecto a esta película. Tengo algunas amigas que han disfrutado las escenas eróticas, pero la crítica advierte que la relación se trata desde la mirada masculina, y que incluso las escenas de sexo resultan ridículas. Yo, desde mi inexperiencia en estas lides, no lo vi.

 

Si la película ocupa el primer lugar no es solo por el sexo, sino por la forma tan descarnada en que trata el amor y el desamor. Me masturbé con La vida de Adèle, pero también lloré mucho y me quedaron momentos para la reflexión. Me pone burrísima y tiernísima a partes iguales

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Con todo, me falta la mirada femenina en el cine erótico, es decir, más películas que se hagan por mujeres y para mujeres. Que tengan en cuenta nuestra sensibilidad, quizás, y no se recreen tanto en lo visual del cuerpo femenino, mucho más explotado y expuesto que el masculino. Al menos, hasta ahora.

 

Azahara Abril.