No puedo evitarlo: me requeteflipa la gente con cara de borde y, matizo, que los matices son muy importantes, cara de borde no tiene porqué implicar obligatoriamente un carácter borde…o sí.

Supongo que sabéis a qué cara me refiero. Esa de «Piensa bien lo que vas a decir, hacer o incluso pensar porque como no me venga bien te voy a soltar un escupitajo en tu bonita cara, amigo»

Y sí, es correcto lo que estáis pensando: esa es la cara que tengo yo. Qué le vamos a hacer, será que mis padres me hicieron en un día chungo.  Y -¿Me requeteflipo? -SÍ, queridos-


Y así es mi vida: Escuchar a mis amigos confesarme (el día que ya se atreven) que cuando me conocieron les daba miedo, me evitaban, les imponía, les parecía una «stronzo di merda» como dirían mis queridos Hombres G… ¡Pobrecitos… y yo ya lo sabía!

Confieso que hace años me afectaba, la verdad, hasta llegué a practicar con mucho ahínco mi sonrisa a ver si me salía así espontánea y se me ponía cara de adorable, pero no había manera, me salía fatal, me quedaba más como una cara de medio asco, de qué mal huele aquí o algo así. Total, que desistí, me rendí y c’est fini esta tan ardua tarea.

Me pareció más fácil buscarle la gracia a esto de parecer borde. Y efectivamente, esto último fue lo mejor para mí y mi bienestar mental hasta el punto de que probablemente ahora le veo más ventajas que otra cosa:

– Los «cara de borde» somos gente sorprendente. Tras esa fachada de hormigón armado tenemos miles de cosas buenas pero la mayoría guardaditas, esperando a que lleguen esas personas que pensamos que valen la pena para sacarlas a la luz.

-No nos hace falta decir ni una palabra, basta una mirada de las nuestras para evitar a esa persona que no queremos que se nos acerque: el baboso del bar que te viene a ligar preparado con toda su artillería, el que te quiere vender la cuenta naranja, o  el interrogatorio del ascensor de la abuela cotilla de tu vecina.

-Aprendes a estar más seguro de ti mismo y a que te importe menos lo que piensen los demás. Sí, queridos, esta es mi cara seas mi jefa, mi suegra o el padre Santo de Roma. Es así, no se puede cambiar y no quiero hacerlo… mi trabajito me ha costado que me flipara a mi, como para preocuparme por lo que pienses tú.

-Si alguien nos cae mal lo sabrá y ni falta que hace decirle nada. Esta transparencia que nos caracteriza para mi gusto ahorra una cantidad de energía que no veáis. De la misma manera si nos caes bien, sabrás que no es mentira, ni falsedad, ni necesidad de quedar bien y demás mamonadas. Me caes bien, punto.

-Somos conscientes de que los que nos quieren conocer más allá de esta nuestra cara de borde son  unos valientes y hasta tienen un puntito de kamikaze, de «me lanzo sin red» y eso dice mucho de las personas que tenemos la suerte de tener en nuestras vidas.

Nuestra risa cuando sale es de verdad, porque cuando abrimos nuestro corazoncito a los demás es de verdad, porque cuando ayudamos a alguien, somos amables, alegres, cariñosos, cuando lloramos es de verdad VERDAD.

Así que permitidme un consejo, queridos: grabaos esta gran verdad de la vida: las apriencias engañan y PONED UN BORDE EN VUESTRA VIDA

Patricia Ponce.