¿No os ha pasado alguna vez en vuestra vida (o muchas) que os sentís incómodos con alguien, por cualquier razón y no sabéis por qué?

Somos seres sociales y adoramos la sociabilidad y todo lo que puede ofrecernos. Pero, seguimos manteniendo una muy mala forma de relacionarnos con otras personas. Tanto en términos amorosos, como laborales, familiares, amistosos….

Tenemos voz, la libertad de poder alzarla cuando queramos y la formación y educación para ello- gracias a quien sea por  las posibilidades que nos aporta la sociedad en la que vivimos.

No obstante, todo el mundo deja una conversación sin tener en algún momento de su vida. Dejamos y nos dejan con una mala sensación en el cuerpo, asuntos pendientes y muchos problemas sin resolver.

Aquí os pongo algunos ejemplos:

  • La persona que llevas conociendo durante “x” tiempo, deja de hablarte de un día para otro

  • Una amiga/amigo muy cercano va progresivamente separándote de ti o tú te separas de él.

  • La distancia con tus hermanos, madres, padres, hermanos, hijos…. es cada vez mayor.

  • Tu pareja ya no te trata igual que antes y sabes- aunque no se pronuncie en voz alta- que sucede algo.

  • Tu jefe no para de ningunearte y tu productividad baja mucho.

  • No te atreves a decir a una persona de tu equipo que trabajas mal con ella.

  • No sabes lo que tienes con alguien. O, mejor dicho, no sabes lo que la otra persona quiere contigo y tú no le expresas lo que quieres. Por lo que acabáis en una ambigüedad existencial que suele acabar en una noche de helado de chocolate, amigas y mucho vino.

  • Estás con una persona pero aparece otra de la que te enamoras, por lo que dejas de hablar a la persona sin más. 

Esos son algunos ejemplos, pero seguro que estáis pensando en alguna situación parecida. 

En estos  casos, afrontar la situación que estamos viviendo es difícil.  Puede que nos de MIEDO herir los sentimientos de una persona que ha sido importante en algún momento de nuestra vida. Puede que temamos las consecuencias que vienen después de la conversación. O que temamos la reacción de otra persona.

Otras veces, simplemente, nos da  PEREZA enfrentar tales situaciones. No por temor sino porque le vamos quitando una importancia (que siempre tiene) hasta que acaba por desaparecer de nuestra mente.  Pero estará siempre presente en la otra persona. Somos poco empáticos  con la otra parte de la relación y nos vamos sin excusas, ni respuestas. 

Y , como todo en la vida, todo hecho tiene una consecuencia:

  • Algunas veces, malas para nosotros. Porque no expresamos lo que sentimos y necesitamos, nos volvemos cobardes y nos hacemos más pequeñitos en nuestro interior. Empieza un bucle del que no puedes escapar de preguntas sin respuestas, sensación de ahogo, noches sin dormir imaginando una conversación que nunca llegas a tener de verdad y culpabilidad. 
  • Otras veces, malas para los “ otros”. Los abandonamos a su suerte. Los dejamos con interrogantes. Y, por lo menos a mí, no hay nada peor que puedan hacerme que serme indiferente e ignorarme.  Quitas, sin pretenderlo, valor a la persona. Le robas parte del tiempo de su vida ( que es irrecuperable) preguntándose qué hizo mal, por qué te fuiste o cambiaste o qué pasó

 Y dejamos cicatrices incurables que podrían haberse solucionado con un:

  • “ Agradezco que hayas estado en mi vida este tiempo  pero ya no te quiero o ya no soy feliz a tu lado”. – Gracias por ser sincero
  • “ No me siento valorado en mi trabajo. No soy productivo si me tratas de esa forma”
  • “ Este tiempo ha sido genial pero no me gustan ciertas cosas de tu persona y no quiero seguir conociéndote”.
  • “O, no estoy interesada en una relación formal contigo. Yo estoy cómoda con una relación sin compromiso porque no siento eso por ti pero depende de lo que tú quieras”.
  • “ Mamá, papá, hermano, primo, amigo, mi amor… me molesta que hayas hecho o dicho  “ esto o aquello otro”. No me siento cómoda hasta que no hablemos de ello e intentemos superarlo juntos”.

Os aseguro que, aunque sean conversaciones difíciles, después os vais a sentir mejor con vosotros. Mas ligeros. Menos preocupados. Vais a dejar en paz a la pobre almohada porque vais a estar tranquilos mentalmente. Si el problema tiene solución, podréis arreglarlo. Y si no la tiene, podréis seguir tranquilamente con vuestra vida, sin pensar en los “pendientes” ni en “ aquello que no dijisteis o hicisteis”. Y os podréis centrar en lo que queréis hacer. Estar con quienes os hacen felices y os aportan de verdad. No os sentiréis culpables de haber hecho daño intencionadamente a nadie ( que es la peor sensación). Y podréis mejorar como personas, y mejoraremos como sociedad.

Porque, muchas veces  a un problema sólo le falta una conversación para saber si tiene o no tiene solución

Os propongo un trato: en un futuro próximo tened una de las conversaciones que tenéis pendientes. Y comprobad si tengo o no tengo razón y si no la tengo, volved aquí y llamarme de todo (os dejo).  Recordad que, en ocasiones, las oportunidades o las personas no vuelven. 

@VEGA.ESE