¿Te acuerdas del primer día que nos conocimos? ¿De cómo te costaba tapar tu cara de indiferencia (porque poca gente te caía bien al principio)? ¿Recuerdas nuestro primer viaje? ¿La primera nochevieja juntas en mi casa? ¿Los enfados de nuestros padres porque no les dejábamos dormir con nuestras carcajadas?

Todos hablan del impacto que tiene el primer amor en nuestras vidas, pero muy pocos se dan cuenta de que existen varios de ellos y que incluso el primero de verdad suele venir en forma de amistad. 

Y tú, la primera persona a la que realmente consideré mi amiga, llegaste cuando aún no tenía edad para entender la complejidad de las relaciones humanas, cuando desbordaba inocencia hasta por mis dedos, cuando ni siquiera me sentía cómoda en mi propio cuerpo. Tú, con tu talento natural de hacer la payasa y llamar la atención, me cogiste de la mano y me dijiste: la vida no nos lo va a poner fácil, así que mejor será que espabilemos y le hagamos frente con la mejor de nuestras sonrisas. 

Me recordaste lo que valía incluso cuando iba detrás de aquel chico que me aseguraba lo contrario. Me querías incluso cuando te avergonzaba y te tiraba al suelo por culpa de mi poca coordinación. Nos abrazábamos con cada éxito, cada sueño cumplido, cada aventura que salía bien. Lloramos juntas las pérdidas e incluso odiamos a la vida por llevarse a una de nuestras luces tan rápido.

Hemos vivido tanto que no importa que llevemos meses sin hablar, que nuestras vidas vayan por caminos distintos y que nunca saquemos tiempo incluso para asegurarnos de que todo va bien. No importa que existan personas en nuestra vida que ahora sean mucho más importantes y se hayan convertido en nuestro nuevo hogar ¿Sabes por qué? Porque una parte de mí siempre va a quererte. Una parte de mí siempre llevará trozos de ti porque me ayudaste a crecer, a luchar, a vivir.

Así que gracias. Gracias por quererme incluso cuando yo ni siquiera sabía cómo hacerlo bien. Por hacer que mi vida nunca fuera aburrida. Por estar incluso en esos días donde parecía que todo estuviera en mi contra. Gracias por no tener miedo a decirme siempre la verdad y por ser, durante tantos años, mi única certeza en este mundo tan loco e imprevisible.

Y quién sabe si algún día nuestros caminos se vuelven a juntar.