Los supuestos BDSMeros de las apps de ligue

 

Por suerte o por desgracia, yo siempre he tenido un imán para los bichos raros.

Es un don. Algunas se encuentran siempre con empotradores con miembros dignos de dioses del Olimpo, y yo me encuentro con frikis de toda índole.

En esta ocasión, os vengo a hablar de un par de casos que se me quedaron grabados a fuego: el supuesto Amo y el supuesto sumiso. Sí, me he encontrado con las dos variantes posibles en este tipo de «juego» (bueno, también están los switch, pero no he tenido la suerte de toparme con alguno).

Corría el año 2012, en pleno auge del descubrimiento sexual alternativo gracias a la archiconocida (aunque bastante mediocre) trilogía de «Cincuenta sombras de Grey».

Dichos libros, aunque carentes de calidad literaria y poco fieles a la comunidad BDSMera en cuestión, sirvieron para visibilizar y normalizar otro tipo de prácticas sexuales menos ortodoxas (aunque bastante divertidas), solo aptas para los más valientes (no vayamos a despojarlos de todos sus méritos porque, aunque duela, algunos tuvo).

En dicho periodo, innumerables «sumisas» y aún mayor cantidad de «amos» salieron a las calles a proclamarlo casi tan estrepitosamente como si de un desfile del Orgullo Gay se tratase. Lo curioso es que parecía que esos eran los únicos roles posibles: todo macho Alfa que se precie debía ser un Amo y, por consiguiente, toda buena mujer debía cumplir su papel asignado de sumisa. De este modo, en las apps de ligoteo, brotaron como setas supuestos Amos que buscaban sumisa y supuestas sumisas que buscaban Amo.

Cuando me propusieron ser sumisa

Pues, en este marco de acontecimientos, una tierna (aunque no tan inocente) joven se adentra en la selva de las apps para ligar. En 2012, tras la separación de sus padres y haber roto con su novio desde hacía 5 años. Con veinte añitos recién cumplidos, su cuerpo le pide marcha de la buena y, como no es una chica de salir mucho de fiesta y en su facultad hay mucho tío pero parece que a ninguno le interesa, decide probar suerte (primero) en Badoo por consejo de una compañera de clase.

Poneos en situación: solo había tenido un novio, sólo había chingado con un hombre en sus veinte años de vida, llevaba seis meses soltera y ansiosa (todo hay que decirlo)… Y se mete en una app para buscar un chico que la empotre (pero con la timidez propia de la edad y de las circunstancias anteriormente narradas).

Tras un par de meses, la pobre ya se había acostumbrado a toda la fauna que habitaba el lugar, ya había hecho su propia clasificación de especímenes y parecía que lo tenía todo bajo control cuando, sin comerlo ni beberlo, le habla un tío muy correcto, muy serio, muy educado, muy guapetón… ¡De casi treinta años de edad! (Y vosotras ya sabéis que, cuando tenemos veinte años, los de treinta nos parecen «maduritos sexys»).

La conversación fluía con normalidad hasta que, dicho maromo, le pregunta a la chica por sus preferencias sexuales. El ambiente se pone tórrido, la situación está al rojo vivo, y él comienza a insinuar que en su casa tiene un cuarto rojo a lo Christian Grey. Ella, que se ha leído la trilogía al completo, piensa que le ha tocado la lotería, que está hablando con un millonario sexy que, a cambio de un par de cachetes en el culo y cuatro tirones de pelo, va a ponerle un pisito en Marbella. Pero el tío, obviamente, no es millonario; trabaja en una oficina y tiene un piso alquilado en el centro. Empieza a contarle lo que le va a hacer en su «cuarto rojo del placer» y la invita a ir a su casa esa misma tarde. 

Por suerte, ella no sólo ha leído novelas eróticas, sino que también se ha quedado muchas noches viendo con su madre la serie de CSI y, de repente, no le parece tan buena idea ir a casa de un tío que acaba de conocer, que le saca diez años y que sueña con atarla a la cama y darle con el látigo.

Así que le propone seguir conociéndose un poco más y le confiesa que no está preparada para ser su Anastasia Steele. La respuesta es inesperada (o quizá no tanto): la acusa de ser una falsa sumisa, la llama niñata y calienta pollas. Tras todo esto, le confiesa que realmente no tiene ese cuarto rojo prometido, que no era más que una interpretación de roles, que solo tenía ganas de jugar y que él es Amo desde hace poco tiempo. Que seguirá buscando a su sumisa.

Ella piensa en la suerte que ha tenido por haber sabido decir que no cuando aún estaba a tiempo.

Cuando me propusieron ser ama

Un año después, con otra relación fallida a sus espaldas, y con un bagaje emocional terrible (esa relación nos daría para otra publicación), vuelve a no tener ganas de novio, vuelve a querer despendolarse… Pero ya se había hartado de Badoo. En la tele anuncian una nueva página, se llama «Adopta un tío». Le hace gracia el nombre y decide probar suerte.

En aquellos tiempos (no sé ahora), Adopta un tío aún era diferente a otras webs, la fauna silvestre aún no se había mudado desde otras páginas y había bastante «carne fresca» por esos lares. En esta página, los chicos tienen que enviar un «hechizo» a las chicas, si ella lo acepta, puede empezar la conversación; así que, al menos, se librará de fotopollas no deseadas (por lo menos de primeras).

En Adopta conoce a varios chicos bastante majos (entre ellos el que será su futura pareja) y se entretiene charlando con muchos aún a sabiendas de que no tendría nada con ellos; pero a ninguna de las partes le importa porque tienen buenas conversaciones más allá de un «si estuvieras aquí te ibas a enterar de todo lo que te iba a hacer». Hasta que, de pronto, un buen día aparece una nueva especie. Es un chico tímido, de pocas palabras, con la treintena recién cumplida (otra vez) y su curiosidad hace que le acepte el hechizo que tan educadamente le ha enviado. 

El muchacho se dirige siempre a ella con excesivo respeto, siempre le habla de usted y la llama «mi Señora». Ella empieza a creer que no es más que un juego, un rol que él se está tomando demasiado en serio… Hasta que el chico le confiesa ser un sumiso en busca de Ama y le propone serlo. Ella está desconcertada y, lo más educadamente posible, le indica que no quiere ejercer ese rol (ni ningún otro), al menos así de primeras.

El chico comienza a relatarle cómo le ha hecho llorar, cómo está sufriendo porque ni ella, ni nadie, quieren ser su Dueña, y le pregunta si a ella le agrada saber eso. Obviamente no, porque ella no es Ama, y mucho menos una sádica. Él insiste, intentando hacer que ella cambie de opinión prometiéndole cosas como: llevarle las bolsas de la compra siempre, cocinar desnudo para ella o masajearle los pies y limpiárselos a lametones tras un duro día de trabajo.

Si no fuera por su insistencia y la forma de relatarlo (desde una posición de servidumbre), a excepción de los lametones en los pies, podría haberle resultado una idea tentadora. Al final, a ella no le queda más remedio que bloquearlo.

¿Sabéis de ese meme que dice: demasiado internet por hoy? Pues bien, tras ese suceso, no me quedó más que pensar: demasiado Badoo/Adopta por este año.

 

P.D.: menos mal que no me rendí en mi búsqueda, porque gracias a eso conocí al chico maravilloso que ahora me acompaña.

 

Anónimo