ADICTA A LAS PRIMERAS VECES

Los hay que son adictos a la adrenalina que generan los riesgos y las sensaciones fuertes, que se pasan la vida buscando ese chute. 

Yo, lo confieso, soy una adicta a la dopamina que segrega el enamoramiento, estoy enganchada a las primeras miradas, a las primeras veces, a los comienzos…

A esas mariposas que revolotean cuando lo ves, a ese microinfarto que te da cada vez que te llega un WhatsApp esperando que sea él, a ese gustirrinín que te da mirar el móvil recién levantada y encontrarte con un beso suyo. 

Me encanta ese tonteo de miradas cuando saltan chispas de los ojos, esos roces involuntarios (o no) que hace que se te erice la piel, ese batallón de preguntas porque quieres saberlo todo de él.

primera vez

Me gusta arreglarme de más cuando sé que lo voy a ver, a hacerme la encontradiza, a generar interés.

Jugar a que no me doy cuenta de que me está mirando y al mismo tiempo mantener la mirada cuando es él quien me pilla. 

Adoro cuando el WhatsApp se me llena de frases bonitas y apelativos cariñosos, que atesoro en la memoria porque sé que caducarán. 

Me vuelvo loca con el clímax que supone el primer beso, cuando al final nuestros labios se juntan y el mundo alrededor desaparece, como en esas películas románticas de viernes y helado de chocolate.

Ese es el principio de todas las demás primeras veces: Primera cita, primera peli juntos, primera canción, primera vez en la cama…

Cuando se lleva tan poco tiempo que aún no se comparten anécdotas, que aún no se ha hecho el ridículo, que aún no ha visto tus defectos ni tu los suyos, cuando todo es perfecto.

Después, con el tiempo, la rutina o que sé yo, las cosas cambian. 

Las primeras veces cada vez se espacian más y cada vez hay menos. Ya no hay besos en el móvil por la mañana, ya no hay mariposas, ya no se te eriza la piel. 

Lo que antes eran horas de conversación y risas, ahora son horas mirando una serie. Lo que antes era una peli abrazados en el sofá, ahora es hora y media mirando el móvil con ruido de acción y testosterona de fondo.

Lo que antes era compartir todos los minutos libres el uno con el otro, ahora y no tiene interés.

Lo que antes era sexo por el pasillo ahora se espacia más y te gusta menos.

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Las rutinas os dominan, las discusiones se llenan de reproches y trapos sucios que no se terminan de lavar. 

Te cuenta que es porque la relación evoluciona, que ahora es más auténtica, más profunda, más real, y puede ser.

Los expertos dicen que se pasa del enamoramiento al amor, pero en el amor ya no hay dopamina, y yo necesito mi dosis. 

Así que, como una drogadicta cualquiera, empiezo a buscar otras miradas, otras mariposas y otros besos que hagan que vuelva a sentirme viva, atrapada en mi jaula de las primeras veces. 

Burotachos