Ayer, tras acostar a nuestro hijo, mi marido y yo nos dispusimos a terminar la serie que nos ha supuesto una cita ineludible los miércoles por la noche, “Andor”.

Os recomiendo encarecidamente “Andor” por muchísimas razones, así que intentaré ser lo más objetiva posible y os garantizo que no os vais a comer spoilers.

“Star Wars” ha sido sinónimo de polémica hooligan desde hace unos años, desde la famosa lloriquera de la inclusión forzada, el sector fan que si no se nombra a los Skywalker cada 10 minutos entran en bucle o los que solo ven “The Mandalorian” porque no es un estereotipo Disney (parece que no ven al adorable Grogu en la escena), sin olvidarnos de los que se quejan de que Kylo Ren es feo, como si los feos no tuviéramos derecho a querer dominar la Galaxia…

Por eso precisamente “Andor” es tan necesaria, porque es una historia de “Star Wars” sin los elementos al uso. En esta serie no hay sables de luz ni se nombra nada sobre los jedi, no hay épica, no hay héroes que salgan bien parados in extremis ni que se despojen de su capucha en el momento oportuno. La serie es una visión descarnada sobre cómo se gesta una rebelión, sobre lo que se está dispuesto a sacrificar por y para la libertad y el precio que tiene intentar despojarse de un yugo que asfixia cada día más.

 

                                           Soldados imperiales, pocos pluses les pagan… 

El hilo sobre el que se enreda todo el entramado es Cassian Andor, un brillante y tremendamente mono Diego Luna, al que ya conocimos en “Rogue One” y cuyo viaje iniciático nos muestran. En la palestra, pelean de forma caótica varios bandos. Tenemos de una parte al Imperio, ocupado en mantener su influencia y en seguir usando el miedo como arma, sacándole renta de las formas más retorcidas posibles. Destaca la despiadada Dedra Meero (Denise Gough), perfecta radiografía de los recursos del Imperio para hacer su voluntad. Y para recursos cierta instalación en la que encontramos a Kino Loy, un genial Andy Serkis. Nos os digo más…

Aunque he de decir que la rebelión tampoco es el dechado de virtudes que nos han vendido. El objetivo es ambicioso y, por lo tanto, el precio debe ser acorde. Vemos los entresijos de la lucha, lo que no se nos mostraba en entregas anteriores. Desde las altas esferas con la elegantísima Mon Mothma (Genevieve O’Reilly) y sus modelazos basados en un Japón feudal modernizado (lo confieso, es porno duro de vestiditos y los quiero todos para Navidad), pasado por el taimado e imperturbable Luthen Rael, un Stellan Skarsgard que se roba la escena cada vez que aparece, hasta llegar a los que siempre pagan el precio más alto: los que luchan, los que resisten, los que se ensucian y se la juegan a cada paso. 

Porque la libertad en el universo “Star Wars” no es esa dama brillante e idealizada que parece a simple vista. Cuando está amenazada suele ser sucia, ingrata, esquiva y se cobra las deudas para poder ser conquistada. No por ser una lucha complicada es menos necesaria y aquí se nos muestra sin tapujos, sin delicadeza, tal como es. De ahí que, en ocasiones, el pobre Cassian ponga cara de no estar enterándose de nada ya que a su alrededor todo se mueve demasiado rápido algunas veces. 

“Andor” es ese aire fresco que el universo narrativo necesitaba, algo desembarazado de iconos, de buques insignia, sin la parafernalia de las rigideces autoimpuestas en la saga. Esta serie es el barro al que se tiran los valientes sin mirar atrás.

En cuanto a nivel técnico, las interpretaciones son buenísimas, sobre todo me encantaron Skarsgard y O’Reilly, quizás por el paralelismo entre sus personajes. La fotografía es 100% Star Wars y la estética recuerda a las más clásicas, con esas capas y pantalones tan a lo nazi que lucen los imperiales y la ropa cómoda y chatarrera del resto de los mortales.

Una visión distinta del mito que merece la pena ser vista y que se completará en la segunda temporada, ya que el recorrido de su historia ha tenido un principio y tiene un claro (y chungo) final. Es lo que tiene ampliar tu producto por caminos transversales… Aun así, lo vuelvo a decir, la historia de Cassian merece la pena. Animaos a verla y a quedaros hasta el final para ver el post créditos y completar el mosaico.

Yo, por mi parte, me voy ahora mismo a abrir un “crowdfunding” para el ropero de Mothma, lo necesito para seguir viviendo.

Silvia G.T