No sé cuantísimas veces he leído en foros, he escuchado en conversaciones y he oído en confesiones el dolor que sentimos ante la expectativa de tener que desnudarnos ante alguien. Hablo de sexo, por supuesto, pero no solamente de eso. Hablo de sentirte incómoda con tu cuerpo, de tener vergüenza a enseñarlo, de temer con toda tu alma que te vean desnuda.

Es un problema, sin duda. Hacer el amor siempre con la luz apagada o incluso no llegar a hacerlo y perderte la mitad de la vida por miedo, es un problema, pero para mí no es el quid de la cuestión, no es el verdadero inconveniente, no es lo que de verdad debería doler. El problema está en ti, en que tú no te quieres, en que tú no te aceptas, en que tú no te amas. Que no soportes que otros no te vean duele, pero que no te puedas mirar ni tú misma mata.

Siempre nos perdemos en preocuparnos en cómo nos verán los demás, en qué pensarán los de más, en qué dirán los demás. No podemos estar más equivocadas, de verdad que no. Aquí lo que realmente importa es cómo nos vemos nosotras, cómo nos queremos nosotras, cómo nos cuidamos nosotras.

¿Cómo una empieza a quererse? ¿Cuál es el camino hacia el amor propio? ¿Cómo consigo aceptarme a mí misma? Pues mirad, sinceramente no tengo ni idea, pero sí sé que creo haber llegado a la meta, que yo he conseguido quererme de verdad, que a día de hoy puedo afirmar con seguridad que amo cada centímetro de mi cuerpo y de mi alma.

Para empezar no estaría mal acostumbrarse a la propia desnudez, estoy hablando del físico, pero por supuesto que esto se debe aplicar también a la parte psicológica. Siempre van las dos de la mano, absolutamente siempre. Si tú te quieres por cómo eres, te gustará lo que tu cuerpo dice de ti misma, sea este como sea. Pero sí, acostumbrarte a verte desnuda puede ser un buen comienzo, haz cosas sin ropa más allá de mirarte al espejo. Limpia, cocina, pon la lavadora. Conoce cada centímetro de ti, déjate libre, quiérete libre.

Esta idea no es mía, pero la respaldo al 200%, es Kaitlin Hutchinson la que te dice que vivas desnuda por tu hogar, que te desnudes cada vez que puedas y que te mires en el reflejo de cada superficie para aprender que eres jodidamente preciosa desde cualquier ángulo. Es una activista inglesa mazo famosa en instagram y no es para menos.

Ahora yo, como María Teresa, nena de veintipocos española que no tiene ni idea de la vida os digo otra cosa: dejad de pensar en los demás. De una vez, por todas y para siempre. Dejad de martirizaros con un constante ‘¿Le gustaré?’. Y a ti qué mas te da, si no le gustas es problema suyo, no tuyo. Aquí lo único que importa es que te gustes tú, querida. Ellos, los otros señores y señoras que no son tú, irán y vendrá, pero tú te tienes que aguantar toda tú vida, así que más te vale llevarte bien contigo misma.

Me da muchísima rabia cuando una amiga me dice que folla con la luz apagada, cuando un chico me cuenta que se está tirando a un tía que se niega a quitarse el sujetador, cuando leo en cualquier parte que se han enamorado pero son incapaces de desnudarse delante del otro. Y, sinceramente os digo, no me importan los otros, no me importan los que se quedan sin ver vuestras tetas, vuestros culos y vuestros cuerpos. Me importáis vosotras, porque estáis dejando de disfrutar y de vivir cosas absolutamente maravillosas por miedos irreales que viven en vuestra cabeza.

Cuando llegas al punto de tener que desnudarte delante de alguien, ese alguien ya sabe a qué está jugando, ya se ha imaginado más de cincuenta veces que hay debajo de tu ropa, ya te ha hecho un escáner completo y sorpresa: le gusta lo que ve. Le gusta, porque si no no habría llegado hasta ahí contigo, hubiera parado antes o quizá ni hubiera empezado.

Así que, amor mío, deja de buscar excusas y de culpar a los otros con un ‘es que seguro que no le gusta lo que ve’. Preocúpate de gustarte tú a ti misma, señorita. Que es muy fácil escudarse y justificarse de puertas para dentro en lugar de afrontar el problema real. Porque hay un problema real y nada tiene que ver con el otro, tiene que ver contigo, de principio a fin.

Desnúdate, en cuerpo y alma. Ante ti y solo ante ti. Tírate en la cama y dedícate a pensar en quién eres, en cómo eres y en por qué eres así. Quítate la ropa y plántate delante de un espejo, mira cada parte de tu cuerpo y aprende a quererla. Quien te haya dicho o te haya hecho sentir que alguna parte de ti no es bonita, te ha mentido y tú, que eres tonta, te lo has creído. ¿Quién decide qué es lo bonito? ¿Quién sabe qué es lo que nos debería gustar? ¿Quién ha sido el listo que ha tomado decisiones por ti?

Córtale el rollo y ámate duro y sin piedad. Una vez que empiezas a quererte con sinceridad, ya no hay marcha atrás. Ya no hay luces apagadas, ropa incómoda o lencería que no siente bien. Has tenido la suerte de nacer, de tener un cuerpo y de poder aprovecharlo y disfrutarlo. No seas tonta y haz con él todo lo que puedas, no seas tonta y haz contigo misma todo lo que puedas, no seas tonta y quiérete como eres, que vida solo hay una y hemos venido a vivirla.

Ámate, duro y sin piedad, siempre.