Carta a la madre veinteañera que fui

 

Cómo pasa el tiempo, ¿verdad? Parece que fue ayer cuando te enteraste de que estabas embarazada por primera vez y resulta que tu hijo mayor es casi un hombrecito.

Soy yo, la que convive con ese adolescente que se parece mucho al niño que tú criaste, y con su hermana pequeña, esa que para ti es apenas un bebé.

Él está en su cuarto, enfurruñado y escuchando música tan alta que oigo el murmullo aun cuando lleva puestos los auriculares. Ella está aprendiendo un baile de esos de Tiktok que ha visto en el móvil de una de sus amigas que tanta envidia le da por tener uno.

Yo les estaba viendo y me he acordado de ti. Me han venido a la mente un montón de cosas que me hubiera gustado saber en su momento, cuando no era yo, la de ahora, sino tú. Por eso me dirijo a ti, por eso estoy escribiendo esta carta a la madre veinteañera que fui.

Carta a la madre veinteañera que fui
Foto de Sergey Makashin en Pexels

Ojalá hubiera alguna forma de hacerte llegar estas letras. Cómo me hubiera gustado anticiparte ciertas cosas. Me hubiera encantado hacerte saber muchas otras que terminaste aprendiendo por las bravas. Te hubieras ahorrado tanto sufrimiento, tantos miedos innecesarios. Eras joven, inexperta y tenías demasiadas expectativas.

En fin, ya no hay vuelta atrás, no tengo ese superpoder. Qué lástima.

Te escribo de todos modos porque quiero que sepas que tienes por delante unos años maravillosos. Te lo juro, confía en mí. No te das cuenta de lo feliz que eres porque estás agotada, lo sé muy bien. Y es una pena, me duele mucho que el cansancio no te deje ver que estás criando a unos niños magníficos y que lo estás haciendo muy bien. Lo verás, algún día lo verás, pero aún falta para eso.

Ahora te encuentras inmersa en un bucle de fatiga, sueño, agobio y frustración, por lo que no eres capaz de fijar en tu memoria a corto plazo las risas, la ternura, y la satisfacción que en realidad te produce ver crecer a esas dos personitas.

 

Carta a la madre veinteañera que fui

 

Ya, ya sé que no eres ni la sombra de la madre que creías que ibas a ser. No pasa nada.

Ya, ya sé que no eres capaz de llegar a todo como creías que ibas a llegar. No pasa nada.

Ya, ya sé que no está saliendo como imaginabas. No pasa nada.

Ya, ya sé que tu relación de pareja se está resintiendo. No pasa nada.

Ya, ya sé que no recuerdas quién eres. No pasa nada.

Y ya, ya sé que tienes mucho miedo. ¡Y no pasa nada!

En serio, está todo bien.

Carta a la madre veinteañera que fui
Foto de Rodnae Productions en Pexels

Tus hijos no tienen ningún trauma por el polvo que se acumulaba debajo del sofá. Ni por las pizzas precocinadas que caían de vez en cuando. Ni por las extraescolares a las que tuvieron que ir toda la semana desde que empezaron en el colegio.

Son niños normales y felices, están muy bien. Te lo prometo.

Tu relación pasó por mil baches y seguro que le quedan otros tantos, pero ha resistido. Volvisteis a ser algo bastante similar a lo que erais antes.

Tu vida volverá a ser lo que esperabas de ella.

Eres tú la que va a tener que trabajar en sí misma, la que tiene que encontrar el equilibrio entre la mujer y la madre. No es fácil, pero lo harás. Solo lamento que no lo hicieras antes.

Porque has perdido años en ese estado de alerta y estrés continuo. Y el tiempo no es reembolsable ni recuperable, querida yo.

Al final, lo sabrás.

Carta a la madre veinteañera que fui

 

No obstante, no era eso lo único que te quería decir.

Quería pedirte también que abras los ojos. Que saques unos minutos cada día para mirar a tus niños más allá de las lavadoras por poner y las comidas por preparar. No te mienten cuando te dicen que los hijos se escapan. Ni cuando te dicen que acabarás por añorar esas etapas que tú estás deseando que pasen de una vez.

Carta a la madre veinteañera que fui
Foto de Rodnae Productions en Pexels

Si coges el móvil cuando estás con ellos, que sea para hacerles fotos y vídeos. Porque van a dejar de buscar tu aprobación y tu atención constante mucho antes de lo que crees. Porque ese ‘mamá, mamá, mamá’ que te saca de quicio tiene los días contados. Parece muy lejano, pero pronto serás tú la que quiera que le hagan caso. La que se desviva por que le cuenten lo que les pasa por esas cabecitas.

Y tampoco pasa nada, es natural. Funciona así, qué le vamos a hacer.

Así que, por favor, deja de preocuparte por todo. Deja de sentirte mal, de sentirte la peor madre del mundo. Deja de aparcar tus necesidades a un lado, tus hijos te necesitan y necesitan que estés bien en todos los sentidos.

Disfruta y vive el momento. Lo estás haciendo muy bien.

¡Nos vemos muy pronto!

 

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