La de tener un hijo no es una decisión que se pueda tomar a la ligera.

Es una de las más transcendentes que tomaremos en la vida y que desde luego marca un antes y un después en nuestras existencias.

Muchas se habrán dado de boca con la maternidad sin haberlo planeado o de forma involuntaria. Algunas saltarán en plan kamikaze, sin valorar antes las consecuencias. Otras muchas lo harán después de un tiempo de reflexión y de calcular los riesgos.

Sea como sea, en la mayoría de los casos habrá un momento clave, un punto de inflexión al respecto que haga que lo demás se precipite y de lugar al resto de la historia.

Aquí vamos a ver algunos ejemplos de la mano de cinco lectoras que nos cuentan cómo fue el momento en el que se dieron cuenta de que querían tener hijos:

 

  • SARA. Mi marido y yo acabábamos de casarnos, teníamos veinticinco años y, aunque la idea de tener hijos estaba presente, habíamos planeado esperar un tiempecito para disfrutar solamente el uno del otro mientras intentábamos asentarnos en nuestros trabajos y conseguir cierta seguridad y estabilidad. Pero… el segundo día de la luna de miel en Punta Cana me enamoré perdidamente de un niño de algo menos de dos añitos que estaba con sus padres en la piscina de nuestro hotel. Era tan bonito, tan gracioso, tan divertido de observar mientras trastabillaba por el borde de la piscina con sus manguitos y su bañador multicolor. No sé qué nos dio, pero tanto mi chico como yo lo tuvimos claro. Dejé la píldora ese mismo mes.
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  • CLAUDIA. Yo era de las que creía que al final, si tenía hijos, sería porque tocaba. No sé si me explico, no sentía ese deseo de ser madre que se supone que debería sentir, pero tampoco tenía la certeza de no querer serlo. Por lo que pensaba que acabaría por intentarlo cuando llegase a cierta edad, más por la presión del reloj biológico que por otra cosa. Y entonces mi hermana se quedó embarazada y nació mi sobrina y a mí algo se me puso a funcionar dentro de repente. Fue un cambio de mentalidad tan radical que juro que hasta me asusté y pensé si me había trastornado con un ataque de celos y envidia o algo. Pero no, todo bien. Amo a mi hermana, adoro a mi sobrina y muero de amor con mi hijo, tres años menor que su prima.

 

  • IRENE. A los veinte años yo no me había planteado todavía si quería ser madre o no. Creo que no miento si digo que no le había dedicado ni un pensamiento al tema. Me estaba costando abandonar la adolescencia y mucho más asumir que me hacía mayor, con las responsabilidades que eso conlleva. Conque lo de pensar en mi futuro y en lo que quería de él no me preocupaba demasiado. Aquel verano mis irregularidades menstruales se volvieron peores que nunca y mis reglas eran totalmente incapacitantes, al menos por dos o tres días. Así que pedí cita y fui al ginecólogo. Después de unas cuantas pruebas y de recetarme la píldora para mitigar mis síntomas, el médico me dijo, sin ningún tipo de tacto, que me fuese haciendo a la idea de que no iba a poder concebir de forma natural. En el mismo instante en el que me lo dijo supe que estaba jodida, porque, quizá no ese mismo año, pero quería ser madre algún día. También os digo que menos mal que aquel señor se dedicaba a la medicina, como pitoniso no le iba a ir nada bien. A los veintiocho años con muy poca esperanza, pero mucha ilusión, me quedé embarazada a la primera, tuve un embarazo sin complicaciones y una niña sanísima.
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  • CARLA. Yo creo que si me preguntaran si quería tener hijos, tanto de niña como de adolescente, hubiera respondido que claro que quería. Sin dudar. No obstante, sería una respuesta programada, realmente nunca me planteé lo contrario porque nunca había valorado la posibilidad de no serlo. En cambio, más adelante, como a partir de los veintitantos, cuando mis amigos y familiares de mi generación empezaron a reproducirse, ahí como que me entró la duda. No recuerdo si alguien me lo preguntó, pero sí recuerdo que por aquel entonces mi respuesta no sería afirmativa. Ni tampoco negativa. Tuve claro que quería ser madre el día que mi novio de aquel entonces me dijo que, antes de seguir haciendo planes juntos, debía saber que él no quería tener hijos. Por lo visto ya había tenido problemas por ese tema con una novia anterior y no quería continuar sin antes saber si yo aceptaba eso. Rompimos esa misma semana porque, por más que pudiera haber dudado antes, gracias a su sinceridad supe que yo sí quería un futuro con hijos.

 

  • TAMARA. Hace unos años, y después de una relación horrible que me dejó maltrecha y descolocada, pasé por una crisis existencial muy bestia de la que me resarcí como pude. Mis métodos, de hecho, fueron bastante cuestionables y así como resumen diré que me dediqué durante una buena temporada a vivir la vida como si no hubiera un mañana. Vamos, que vagueé todo lo que quise, me divertí todo lo que fui capaz y me acosté con todos los chicos y las chicas que se me pusieron por delante. Hasta que un día me vino una regla brutal, superdolorosa y abudante. Tras diez días sangrando y con un dolor terrible fui a urgencias y allí me informaron que había sufrido un aborto. Yo ni siquiera sabía quién era el padre, ese era el nivel. Tenía tres o cuatro posibles candidatos, pero a alguno no sabría ni cómo localizarlo. Recuerdo que, aún en shock y en el hospital, pensé que era lo mejor que podía haber pasado. Yo no estaba en condiciones de tener una criatura que dependiese de mí. Pero después del legrado y a pesar de no haber sido nunca consciente de haber estado embarazada, me sentí vacía. Me di cuenta de que hubiera deseado que aquel bebé naciese. De modo que a partir de aquel día comencé a poner en orden mi vida y mi cuerpo. Todavía no soy madre, pero estoy haciendo todo lo posible por conseguirlo porque ahora mismo no hay nada que quiera más.

 

Y tú, ¿quieres contarnos cómo supiste que querías tener hijos?

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