Cómo superé los celos que tenía de mis amigos. Os cuento.
¿Sabéis esa sensación de envidia ‘sana’ que se tiene a ciertas personas? ¿Esa sensación que una piensa que son celos sanos? Pues no lo era. No era para nada una envidia sana. A menudo nos rodeamos de personas a las que aparentemente todo les va rodado ya sea por temas laborales, de pareja, familiares o porque sientes que tienen una flor en el culo. Nos rodeamos de personas que nos hacen bien (en principio) y que admiramos indirectamente o en mi caso admiro directamente.
Como persona me he sentido muy poco realizada en muchos aspectos de mi vida y lamentablemente no he sabido valorar las cosas buenas que me rodeaban por fijarme demasiado en la vida de los demás. Tengo dos mejores amigos a los que siempre he admirado y puesto por las nubes porque considero que son mi familia. Hace un tiempo volví a mi dinámica de mierda en la que no valoraba ni un solo aspecto de mi vida; laboralmente me sentía frustrada, quería volver a estudiar, no encontraba ni un solo chico decente y sentía que estaba más estancada que nunca en una vida que para nada era la que quería tener.
Hay cosas que sigo sintiendo pero que poco a poco voy ordenando, como un rompecabezas. Veía como a mis mejores amigos todo les iba bien; ambos con sus parejas, en el puesto de trabajo que querían y donde les valoraban (porque son la hostia y de verdad se lo merecen) y yo estaba ahí como un complemento, de relleno. Empecé a sentir una envidia que se convertía en ira y furia interna cada vez que algo bueno les pasaba. Era incapaz de alegrarme por ellos incluso en persona. Si uno tenía un ascenso laboral o de repente el chico con el que quedaba le pedía algo más serio yo sentía una frustración personal imposible de controlar. ¿Cómo le dices a tus mejores amigos que les tienes una envidia mala? No podía. No podía decirles: “es que odio que te vaya todo tan bien” o “deja de contarme que tu vida es una maravilla, gracias”.
Me sentía la peor persona del mundo y una amiga de mierda. Afectó tanto a nuestra relación que empecé a poner excusas para vernos o cuando lo hacíamos intentaba ser el centro de atención con mis temas para no dejarles hablar de lo increíble que era su vida. No podía seguir así porque a pesar de estos celos horribles, yo les quería a morir. Empecé terapia con una profesional pero no para tratar este tema en concreto sino para enfocar un poco mi vida hacia una estabilidad mental sana (que tiempo después entendí) y empezamos a tratar el tema de las amistades. Le comenté como había empezado a sentir celos y envidia de las personas a las que admiraba y la respuesta de la terapeuta me cambió un poco el chip.
Nos rodeamos de personas (en principio) con buenos valores, que se asemejan a nosotros, con los que compartimos grandes momentos de la vida. Me puso en el caso contrario: “¿te gustaría que tus amigos te odiaran porque has encontrado el trabajo de tus sueños?” Mi respuesta fue muy clara: “no”.
Si yo quería estar con ellos es porque algo bueno me estaban aportando desde hace años y estaba enfocando muy mal todas esas buenas noticias que les pasaban. Las personas de las que nos rodeamos son un reflejo de nuestros valores y nuestra personalidad, ¿cómo no iba a querer estar con personas a las que les va todo bien? Claro que quería, lo que no canalizaba nada bien era ese sentimiento de envidia mala. Hablé con ellos este tema y fueron ellos los que me ayudaron a convertir estos celos malos en “envidia sana”. ¿Qué entendemos por envidia sana? La palabra envidia, de primeras, la vemos como una cualidad negativa de las personas. Es un deseo de algo que no se tiene y que quieres tener. Ahí estaba la clave de todo.
Si yo tenía envidia de ciertos aspectos de la vida de mis amigos qué mejor que rodearme de ellos y empaparme un poco de esa felicidad que ellos si que estaban disfrutando. Formaba parte de esas vidas felices, de esos recuerdos de ascensos o nuevas parejas yo tenía algo que ver; era una de las personas con las que ellos compartían su felicidad. Esa fue la clave para darme cuenta de que no ganaba nada con esos sentimientos tan tóxicos y que lo mejor que podía hacer era formar parte de esas vivencias y alegrías.
Rodearme de todo ello y disfrutarlo hizo un poco efecto espejo y llegaron algunas cosas buenas a mi vida, no todo lo que una quiere o desea pero conseguí salvar mi relación con ellos y aceptar que tener envidia no significa ser mala persona.