Adoro a mi madre, vaya eso por delante, y mato a quien le toque un pelo o la haga llorar, pero es una de las personas más tóxicas que he tenido la desdicha de conocer, y me ha tocado volver a convivir con ella.

Me divorcié en plena pandemia, y entre la crisis y mi trabajo que es más o menos decente pero no me alcanza para irme a vivir por mi cuenta, no tuve más remedio que volver a vivir a su casa, y aunque es un lugar precioso y agradable, el día a día con ella a veces es desgastante y agotador.

Si yo me enfado con una amiga, y se lo comento, su consejo (no pedido) es “¡mándala a la mierda!”. Si discuto con mi chico o algo que ha hecho (o dejado de hacer) me molesta, de nuevo su consejo no solicitado es que le mande al carajo. Si mi jefe se me pone con historias y me quejo en voz alta, viene con que le cante las cuarenta y no termina de entender que no puedo hacer eso con quien me paga un sueldo.

Vive su vida como le ha salido del moño desde hace más de cincuenta años, y lo peor es que no entiende que A, contarle algo o quejarme en voz alta no significa que quiera su consejo, B, que si lo da, porque le da la gana hacerlo, no tengo por qué seguirlo. C, que si no lo sigo, ¡no pasa nada!, y D, el más importante de todos, que no es mi amiga, es mi madre, y que si se pone en plan colega conmigo y yo le contesto en los mismos términos, ni puede ni debe luego ir a quejarse con mis hermanos de que “su hija le ha contestado mal”. Porque en realidad no es su hija quien le replica, sino la colega que ella pretende que sea.

La última bronca que hemos tenido fue a causa de mi vaso- batidora Osterizer, que de acuerdo, es un trasto y un coñazo de limpiar, pero que me costó un huevo y la yema del otro porque hasta pica hielo, que nunca pico hielo, pero que si lo quisiera hacer, podría hacerlo. Pues resulta que le molesta al lado de “su microondas”, y que por qué no uso su batidora de brazo de toda la vida. Le respondí que no, que me sentía cómoda con la mía para hacer los Smoothies por la mañana, que procuraría no dejar las piezas en el fregadero después de haberla utilizado y que me manejo mejor con ella… ¡Y para qué fue eso!… Me sacó muertos del armario como para celebrar Halloween en agosto, ¡y me echó en cara una licuadora que me regaló en una ocasión y que quemé de tanto usarla a diario!

 

Desde que yo tengo uso de razón estamos agarradas de los pelos. De hecho, hasta mis hermanos dicen que no recuerdan no vernos enganchadas la una a la otra en discusiones gilipollas y siempre por chorradas, pero es que también desde que tengo uso de razón ella ha pretendido ser eso, mi amiga, mi colega, y se ha puesto a mi altura en esos términos, y luego, cuando yo le he contestado como si fuera Maribel, mi amiga de la infancia, se ha replegado al puesto de madre y me ha echado en cara mi grosería y falta de respeto hacia su autoridad. Autoridad que ella nunca ha ejercido, por otro lado, y a la que también ha faltado siempre porque en cuanto se le pasa el berrinche, vuelve a ser la colega Maribel y a las andadas como si aquí no hubiera pasado nada.

 

Apenas llevamos un año juntas bajo el mismo techo, pero he decidido que esto lo resuelvo caiga quien caiga, así que iré informando de cómo va saliendo todo, pero cualquier consejo es más que bienvenido, porque yo ya tengo una edad y necesito que esta situación no vuelva a ser como cuando yo tenía dieciséis años. 

Pandora