A mí me gusta dormir acompañada. Me encanta. Me apasiona. O sea, debería ser obligatorio que todos durmiéramos a diario con alguien a quien queramos. Hay quien se queja de ronquidos, o de que le quitan el nórdico, pero, por Dior, no obviemos esta serie de placeres.

 

Decirte buenas noches y darte un beso

Dios mío, es que yo me meto en la cama con alguien, sea un ligue, un novio, una amiga, un amigo o el gato del vecino y ese alguien (o ese gato) me da un beso y me dice buenas noches y yo, ya. Es un gesto sencillo, pero muy bonito. El día termina bien, y la noche empieza fenomenal.

 

Abrazarte

En temas más íntimos y más parejiles (estables o temporales, que más da, el tema es rebozarse entre las sábanas como croqueta en el pan rallado), se encuentra el tema de abrazarse al dormir. Me apasiona la siguiente postura: mi amante bocarriba y yo bocabajo o medio de lado. Entonces yo apoyo mi sexy cabecita sobre su hombro y la mitad de nuestros troncos están apoyados el uno en el otro. Y él me toca el pelo y yo le abrazo. Podría parar el tiempo y firmar un pacto muy chungo con Satán por no moverme nunca jamás de esa posición.

 

Que al cambiar de postura en mitad de la noche, uno de los dos bese al otro

Nada más que añadir, Señoría.

 

Despertarte y ver que la otra persona sigue ahí.

Tener palique nada más levantarte y comentar la jugada: pues tú has roncado, pues yo he dormido fenomenal, pues qué rollo que sea lunes, pues qué guay que es sábado y hoy nos vamos de barbacoa, pues hay para desayunar unos molletes de Antequera que te caes de espaldas.

 

Compartir almohada porque solo hay una que es realmente cómoda

Vale, esto no mola. Pero si ganas, tiene su puntito.

 

Estas son solo algunas perlitas, pero lo que realmente mola de dormir acompañada, es cómo te sientes. Para algunos, la cama es el mejor lugar del mundo. Y qué mejor que compartir tu guarida con alguien a quien quieres. Qué mejor manera de disfrutar de tus millones de cojines que con esa persona especial. Qué mejor forma hay que disfrutar de un finde de reencuentro con un gran amigo que dedicarle las veinticuatro horas, hasta las que duermes.

En fin, compartamos cama siempre que podamos. Los recuerdos más bonitos de mis relaciones pasadas los tengo en la cama, abrazados, durmiendo, compartiendo toda mi intimidad. Con mis amigos, los grandes ataques de risa han sido al  despertar en la misma cama y rememorar la noche anterior. Y con mi familia, recuerdo con especial cariño cuando, de pequeña, siempre me iba, cuando ya era de día, a dormir con mis padres.

 

Te amo, camita mía.

Irene Win