CREÍ QUE MI MEJOR AMIGO ME HABÍA SECUESTRADO

 

Llevo tres años viviendo en Barcelona.

Me mudé aquí para trabajar en una empresa, y aunque al principio me costó adaptarme, enseguida hice unos amigos que son increíbles. En concreto uno de ellos, David, con quien hablo cada día. Tenemos tanta confianza que hasta hemos dormido juntos en bolas alguna vez de post fiesta (en Barcelona hace mucho calor y dormir desnuda es un must). David se ha convertido en mi familia de aquí, y en verano o en fiestas importantes en las que yo no puedo volver a casa por culpa del trabajo, me invita a pasar unos días en su casa de la playa con su familia. 

Este verano no fue distinto. David y yo estábamos en nuestro mejor momento, nos veíamos casi a diario, quedábamos a tomar algo al salir del trabajo. Solo teníamos que mirarnos para entendernos. Era el mejor amigo que jamás había tenido. Eso sí, tenía muy claro que solo éramos eso, amigos. Además, al ser compañeros de trabajo y tener que vernos a diario, no quería generar ningún tipo de conflicto entre él y yo.

La cosa es que, como os decía, este verano me invitó a su casa de la playa con su familia. Antes de irnos, David llevaba unos días comportándose de una forma un poco extraña.

Me había dicho que tenía algo importante que decirme, y que me tenía una sorpresa, pero que me lo diría en la playa.

Yo no paraba de preguntarme a qué venía tanto misterio. Además, esos días en el trabajo estuvo más cariñoso de lo normal.

Ya no intercambiábamos una mirada o un beso en la mejilla, sino que me daba un abrazo largo y se me quedaba mirando fijamente con los ojos haciendo chiribitas.

Intenté no darle muchas vueltas a todo esto hasta que nos fuimos a la playa. Pero una vez allí, los comportamientos extraños seguían.

David estaba siendo excesivamente atento conmigo: me traía el desayuno a la cama, me daba masajes en los pies, me acomodaba los cojines antes de que me sentara en el sofá…

secuestrado

Un día, hablando de esto por WhatsApp con una amiga que teníamos en común, me dio a entender que creía que David se estaba enamorando de mí, que él le había dejado caer algún comentario al respecto, y que quizá se me declaraba estando en su casa de la playa. Cuando me enteré de esto, empecé a agobiarme muchísimo. No quería que mi relación con David cambiase, no quería que se enamorase de mí. Era todo perfecto tal cual era, no podíamos estropearlo. 

Como entré en pánico, solo quería volver a casa. Cada vez me obsesionaba más con lo atento que estaba, sentía como si me estuviera acosando. Le decía que quería salir al jardín a leer un rato, y se venía conmigo, se sentaba a mi lado haciendo NADA, y de vez en cuando me miraba embobado.

Intentaba escaquearme para pasear sola por el pueblo y David aparecía de la nada preguntándome que a dónde creía que iba, y muchas veces no me dejaba salir.

Me decía que no me iba a librar de él y me pedía que me quedara con él, que quería aprovechar cada minuto conmigo.

 Empezaba a pensar que David me estaba reteniendo allí en contra de mi voluntad, como si quisiera secuestrarme para conseguir que yo también me enamorase de él.

Vale que no me tenía atada ni encerrada, pero cada vez que intentaba salir me hacía chantaje emocional para que me quedara, y yo ya no sabía cómo huir.

Al final tuve que inventarme que mi compañera de piso estaba enferma para conseguir que me llevase de vuelta a mi casa. Me costó convencerlo, hasta me propuso acompañarme, pero insistí en que prefería ir sola, y al final cedió. No sin antes montarme un numerito.

El día antes de irme, me llevó a una calita a ver la puesta de sol. Yo estaba más tensa que la cuerda de una guitarra, creía que se me iba a declarar.

Empezó a hablar, y finalmente me contó eso que me quería contar: le habían ofrecido un trabajo mejor fuera de España, y se iba a ir.

Y por eso quería pasar estos días conmigo, para despedirnos como se merece. Después se sacó algo del bolsillo, era una pulsera de plata, preciosa, que me quería regalar para que tuviera un recuerdo suyo.

No sé si fue por toda la tensión que había pasado o por lo ridícula que me sentía, que en ese momento empecé a reírme a carcajadas en su cara. Como podréis imaginar, David estaba flipando. Le expliqué todo lo que me había pasado por la cabeza esos días, lo que me había dicho nuestra amiga en común, y David tampoco pudo evitar reírse conmigo.

secuestrado

Me pidió disculpas por haber estado tan pesado conmigo

Eso si, estoy segura de que si no me hubiera pensado que quería algo más conmigo, no me hubiera sentido tan invadida.

Al final no tuve que irme a casa, y terminé de pasar los últimos días con mi mejor amigo. Después de todo esto, obviamente llegó también la tristeza. Se iba mi alma gemela, pero tenía claro que aún con la distancia, seguiríamos queriéndonos tanto y siendo los cómplices que llevábamos siendo estos años. 

LOVELY RITA