Cuando la ex no es tan ex

 

Una noche salí de fiesta con mi mejor amiga y me encontré a un antiguo compañero de clase. ¡Ojo! Cómo había cambiado el chico, pero para mejor. Además, estaba muy cariñoso, y a la que podía, aprovechaba para darme un abrazo de los buenos. Y era muy simpático, para qué negarlo.

Nos dimos los teléfonos y empezamos a hablar cada día. Nos contábamos cómo nos había ido el día, qué habíamos hecho… y me daba confianza el hecho de que hubiéramos sido compañeros. Aunque no sabía cómo era a nivel sentimental ni en pareja, sabía que era buen chico porque nos habíamos contado muchas cosas cuando éramos compañeros de clase. 

La verdad es que teníamos pocas cosas en común, pero nos lo pasábamos bien charlando y era de los típicos a los que le gusta tontear y flirtear sutilmente. Así que pensé, claro que sí, mi niño. Y me lancé a la piscina con él.

Decidimos quedar en un bar que es famoso porque se puede jugar al trivial, a la play, al pacman, al teto… no, lo del teto es broma. Es un bar donde nunca te aburres, siempre hay algún juego por allí. Después de unas cuantas cañas, el chico me miró con ojos insinuantes, y yo también a él. Fuimos al baño y acabamos jugando al teto. Al final sí que era verdad que se podía jugar al teto. Y luego me llevó a mi casa.

Después de esa noche, mis expectativas crecieron, tonta de mí. Otro día fui a su casa y me puse una gabardina sin nada debajo. Lo típico que se ve en las pelis, me apeteció probarlo con él. Me la quité cuando me abrió la puerta y me llevó directamente a su cama.

Entre todas estas escenas de pasión, él ya me había comentado que tenía una ex y que se llevaba bien con ella. Pero bueno, no quise entrar mucho en el tema, no suelo desconfiar de la gente a priori, y puede ser que alguien se lleve bien con su ex.

Como ya llevábamos varios meses viéndonos, y nuestras quedadas se reducían a quedar en su casa de noche y tener sexo, un día yo le propuse quedar para tomar algo en el centro de la ciudad. Él me comentó que esa semana la tenía liadísima (justamente), pero que la próxima sí que podíamos quedar.

Pasó una semana y no me dijo nada, a lo que yo le pregunté qué le pasaba. Y me dijo que nada, que había estado ocupado. Pero no me propuso quedar para tomar algo. Eso se le había olvidado. Pobre, con lo ocupado que estaría… (nótese la ironía).

La cosa es que seguimos hablando y el me proponía vernos por la noche para ver pelis en su casa, a lo que yo respondía que no podía, que prefería quedar de día por tema horario. Y él me daba largas. 

Un día lo vi en el centro de la ciudad con la que supuestamente era su ex de la mano, paseando el perro que tenían en común. Me dio tanta rabia que no me hubiera dicho la verdad que ya nunca más le volví a responder. Y creedme, el muy cabrón aún me sigue enviando mensajes de tanto en tanto. Ya se cansará.

Lunaris