CUANDO LA FAMILIA NO ES LO QUE TE CONTARON

 

La familia, según nos cuentan, debería ser nuestro principal apoyo en la vida y fuente de cariño e inspiración. Es el lugar en el que nos criamos y adonde siempre podremos volver cuando lo necesitemos. Es nuestro centro, nuestro regazo calentito, nuestro paño de lágrimas, nuestro baúl de los recuerdos y nuestro puñado de alegrías. 

Pero ¿qué ocurre cuando no sientes que sea todo eso, o ninguna de esas cosas?, ¿cómo sobrellevar que no dispones de ese abrazo, mientras las personas a tu alrededor sí que se han criado con él?

Algunas nos hemos tenido que buscar las habichuelas, sacarnos las castañas del fuego y hacer todo tipo de frases usando la comida como pretexto para decir que la vida no nos ha dado una familia al uso, que no siempre han estado ahí y que, posiblemente, no estarán.

Es posible que hayas necesitado alejarte de tu seno familiar para renacer como lo que eres ahora, una persona maravillosa, con cien defectos y mil virtudes que tu familia, quizás, no supo ver. Quizá no te han ayudado económicamente, tuvieran o no la posibilidad, o no te han brindado el cariño que necesitabas, y eso es gratis. Tal vez tuviste que huir porque te estaban destruyendo. Y, si te has encontrado a ti misma, todo lo que has hecho ha sido para bien. 

Otras veces, tu familia está desestructurada sentimentalmente hablando, no se asumen los papeles o los roles de manera adecuada y te sientes perdida e incluso rechazada. Siempre juzgada y condenada. A tu vez, no sabes cómo tratar a esas personas que comparten genes contigo y simplemente tomas distancia, quizá para sanarte, quizá para encontrarte, quizá para observarlos de lejos e intentar entender qué hacen ahí. Es posible que te des cuenta de que ellos mismos también son disfuncionales en su propia existencia y en todo lo que han construido, pero tal vez intentan poner remedio… a su manera. Eso sí, normalmente lo harán hacia personas fuera del núcleo familiar original, nunca hacia dentro. Y por supuesto jamás sentirás que se meten en tu piel. La frustración es tan inmensa, tan inabarcable, que será muy difícil tratar de crear vínculo alguno.

Las expectativas, esas grandes enemigas. Siempre esperamos cosas de las personas a las que queremos, a veces, demasiadas. Cuando no se cumplen una vez, la decepción está presente. Cuando no se cumplen nunca, la decepción se torna desoladora. Es posible que tu familia también tenga expectativas sobre ti que tampoco has cumplido. 

Tantas y tantas veces te dices a ti misma que creen que te conocen, pero en realidad no saben nada sobre ti. Y tú tampoco sabes nada sobre ellos, más que la imagen que te has ido creando a lo largo de los años a través de sus acciones, o de sus inacciones. 

Amigas, a veces no contamos con la familia hasta un extremo en el que se vuelven invisibles, y nos acostumbramos a ello. Nos apoyamos en nuestra familia elegida, los amigos. Sin embargo, en los momentos complicados, no podemos evitar echar en falta una mano en el hombro que indique que están ahí para lo que necesites. 

Ocurre, en algún momento —y suelen ser momentos malos, fallecimientos o enfermedad—, que os acercáis por la inercia de la sangre, el sentimiento de responsabilidad o el cariño que pueda quedar. Incluso, en alguna ocasión, te echan una mano inesperada o surge una conversación, de repente. Son esos momentos en los que te dices a ti misma «esta es la familia que tengo, no hay otra». En esos instantes, piensas que tal vez todo pueda empezar a cambiar. Pero, normalmente, después cada uno vuelve a la posición en la que se ha acomodado, aunque no sea precisamente cómoda. 

Al final es inevitable que la relación que tengas con tu familia, con tu hogar, afecte a tu vida en muchos sentidos… pero no tiene por qué definirte. Puedes estar orgullosa de ser quien eres y de haber luchado por lo más importante de todo: Tú.

Si has tenido una relación familiar complicada y necesitas contarlo, habla. Si tu relación familiar ha cambiado para bien por algún acontecimiento, dilo también. La familia no siempre es lo que nos contaron, a veces es simplemente lo que pudo ser.

 

Helena con Hache