Filia (en griego antiguo, φιλία philos, que significa amor o amistad y del sufijo «ia», que significa cualidad),en psicología son aficiones o atracciones a determinadas realidades o situaciones.

La verdad es que nunca me he planteado ni siquiera el hecho de tener una filia, ¿no parece cercano a una enfermedad? Sí, lo parece. Hasta que un buen día una amiga me envió una foto de esas que se capturan de Instagram y  se acompañan con una definición, y me hizo pensar, ¿puedo tenerla? ¿La tengo? Efectivamente, la tengo.

Siempre la he tenido, solo que hasta ahora no se había intensificado tanto. De un tiempo a esta parte me fijo más en ella, siempre me ha hipnotizado y me he preguntado qué ve desde su posición de diosa en la oscuridad. Pero nunca la he mirado con ojitos como lo hago ahora, admirándola y sintiendo su energía en mí. 

Paso días que no la veo, aunque sé que está ahí, oculta a mis ojos pero en su lugar y cumpliendo su misión. Es una atracción física, totalmente física y real, como aquella que sentimos hacia el mar, que al introducirnos en él nos arrastra hacia su interior, mece nuestros cuerpos queriendo hacerlos suyos, engullendo. Me pasa lo mismo con ella, cuando la miro no puedo dejar de hacerlo. Todo en ella es atrayente, su luz lo impregna todo. En cualquiera de sus formas es bella. Ya sea cuando está en su plenitud o se empeña en crecer día a día; incluso esos días en los que poco a poco se va haciendo pequeña, y sobre todo, cuando casi se hace invisible, la admiro aún más si cabe. Admiro su capacidad de conectarlo todo, la fuerza con la que cae y vuelve a levantarse después del tiempo necesario para recomponerse, aunque siempre, siempre está ahí, observando, cuidando la armonía de la que ella es indiscutible reina.

Pensaba que los amores platónicos no existían, que eran mero romanticismo caduco, sin embargo, ella es mi amor imposible. Nunca, por mucho que yo lo intente, seré correspondida. Por eso, cuando las luces se apagan y ella brilla me limito a mirarla, solamente la observo desde mi sitio apartado, desde esa esquina a la que su belleza me ha relegado. Y pienso que no hay nada más espectacular en todo el universo, que ha vuelto a hipnotizarme de nuevo. 

Muchos saben de mi amor, no es tampoco un secreto, siempre que tengo oportunidad la alabo. Intentan paliar mi sed enviándome imágenes y contándome que la han visto aquí o allí, siempre sola, siempre noctámbula, pero siempre ella. 

Hoy, por fin, me he aventurado a confesar a los cuatro vientos que estoy enamorada, que tengo una filia, una atracción, en definitiva una obsesión. Lo admito: soy Selenofílica. Y orgullosa. Enérgicamente lo confieso: te quiero Luna, te quiero Diosa. 

Y a vosotras, ¿a quién o a qué escribiríais parecida prosa?

 

MUXAMEXAOYI