Odio ir en metro y desde que estoy gorda lo odio más fuerte, con más ganas y con menos paciencia.

Vivo en pleno centro de ciudad y pocas más opciones existen para desplazarme más que en metro. Pero chica, es que se me hace muy cuesta arriba.

Hasta las cosas más sencillas del día a día se pueden volver un auténtico suplicio cuando has vivido rodeada de personas gordofóbicas y sabes perfectamente lo que tu entorno pueden estar pensando de ti.

Es muy duro y desesperante sentir ansiedad severa cada vez que te expones a situaciones que deberían ser completamente normales.

Pero es lo que nos toca vivir nena, todas las que pasamos de la talla 44 parece que estamos justificadamente condenadas al sufrimiento y a la ansiedad. Y una de las cosas más sencillas y habituales en mí día a día es ir en metro, pero no lo puedo hacer con plena tranquilidad como lo hacen el 90% de las personas y precisamente por eso odio ir en metro.

No sabría explicar con exactitud lo que pasa por mi cabeza pero sí puedo afirmar que padezco de bastante ansiedad cada vez que me subo al metro. ¿Por qué? Pues por varios motivos:

Cuando hay un asiento libre y decido sentarme tengo la terrible sensación de que la persona a mi lado está pensando «Joder me ha tocado la gorda».

Tengo miedo de darle calor, de que esa persona se sienta incómoda a mi lado por mi sobrepeso y me angustia mucho pensar que puedo estar jodiendo su día por el simple hecho de haberme sentado a su lado.

Por no hablar de lo que pasa por mi cabeza cuando el asiento cruje al sentarme. Es algo que lo llevo fatal, en alguna ocasión he llegado a pensar que iba a echar el asiento abajo. Además de lo mal que me hace sentir que otras personas oigan ese crujido y me miren después.

Si al igual que yo te has rodeado de personas que han verbalizado ciertas opiniones acerca de las personas gordas, seguro que cuando pasas por este tipo de situaciones, tienes en tu cabeza todos esos comentarios que has oído un millón de veces.

Y odio ir en metro porque no puedo dejar de oír en mi cabeza cosas como «Esta gorda va a echar el asiento abajo» «Esta gorda me está dando mucho calor» «Joder la gorda me ocupa parte de mi asiento, no es mi problema que comas bollos»

Son sensaciones muy desagradables y no mejoran cuando eres la primera en encontrar asiento, porque es agotador ver cómo el resto de personas prefieren quedarse de pie a sentarse a mi lado. Se acercan ven el asiento y entonces se echan para atrás.

No te imaginas cómo me hacen sentir ese tipo de situaciones.

A veces directamente prefiero no sentarme y quedarme de pie. Pero si tengo que ser absolutamente sincera, cuando el metro va muy lleno es frustrante sentir cómo personas que pueden estar insultándome en sus cabezas se ven obligadas a rozarme.

Intentar entrar o salir de un metro muy lleno y moverte entre personas que a veces te miran fijamente y suspiran, es cuanto menos toda una prueba de fuego para mi salud mental.

No encuentro las palabras exactas para expresar lo frustrante que es moverse por esta vida sabiendo lo que mucha gente opina de mi existencia y las palabras que guardan en sus mentes para personas como yo.

Y es que finalmente, a lo que nos exponemos es a cosas tan tristes como odiar ir en metro, odiar ir al gym, odiar ir al médico, odiar socializar y hasta odiar salir de casa. Es muy entristecedor que existan personas a las que les resulta violento salir de su casa porque no pueden sacarse de la cabeza esos comentarios gordófobicos que han oído en mil situaciones.

Desgraciadamente, esto es una realidad para muchas personas.

A veces parece que la gordofóbia ya no existe y que todo esto que estamos viviendo es sólo algo que residen en nuestra mente. Bueno, pues por más veces que nos digan «Todo esto está sólo en tu cabeza» la absoluta realidad es que sí, está en nuestra cabeza y lo sufrimos solo nosotras.

PERO no porque estamos locas del coño o porque nosotras mismas tenemos esa opinión de nuestra persona. Todo esto está en nuestra cabeza porque nuestro entorno nos ha metido estas ideas a golpe de normalizar insultos, miradas fuera de contexto y faltas de respeto.

Y por más «Todo esto está sólo en tu cabeza» que escuche, la culpa y la responsabilidad del malestar de muchas mujeres como yo, reside y seguirá residiendo en todas esas personas que se han dado la libertad de quitarnos la nuestra.

Yo no soy la responsable de que odie ir en metro o de que me provoque ansiedad. Yo no me voy a responsabilizar de todos los comentarios de «Al lado de la gorda no me siento» que he oído volviendo de fiesta en metro.

Ya vale de responsabilizar a las gordas de las crueles consecuencias que viven derivadas de la gordofobia.

 

Anónimo

 

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