Imagino que será porque estoy viviendo una época de introspección tan importante como necesaria, que me doy cuenta del impedimento que opone todo mi cuerpo al cambio.

Es como si cada partícula de mí se aferrase al dicho “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Tan antiguo cómo erróneo.

Lo malo conocido es conveniente, estable. Existes en él solo y exclusivamente porque te sientes cómoda, no porque te sientes bien. Hay que ser valiente y huir de esa mal llamada comodidad.

Y esto es perfectamente aplicable tanto a parejas y amigas como a ese curro que odias en secreto desde hace demasiado tiempo.

Tendimos a pensar que nuestro viaje por este loco mundo será eterno, cuando eterno es lo único que seguro que no será. Y solo por esa razón, solo porque nuestro tiempo aquí es finito, tenemos que obligarnos a cambiar todo eso que no nos gusta ni nos hace felices, aunque haga mucho tiempo que “eso” esté en nuestras vidas.

Una persona que quiero mucho me dijo una frase que grabé por si algún día la necesitaba. Ese día al fin ha llegado, y dice así: Desde siempre no significa para siempre.

  • Hay personas que, aunque las hayamos querido mucho, ahora su compañía duele y, una vez aceptado que no todo el mundo nos acompañará eternamente, tenemos que dejarlas ir.
  • Hay relaciones que han fracasado y que mantenemos en la eterna agonía solo por miedo al cambio, sin entender que no hay nada más compasivo que dejarlas morir.
  • Sitios que antes eran refugio se convierten en cárceles. Y no hay mayor forma de honra a lo que eso fue que hacer las maletas e irte.

El cambio. Difícil forma de andar por la vida. Pedacitos de ti se van quedando en cada persona que dejas atrás, en cada sitio dónde no volverás.

Solo con el tiempo empiezas a entender que lo que dejas es lo que ya no necesitas. Y sin saber exactamente cómo, ese espacio que ha quedado en ti se va llenando de mil y una cosas nuevas. Algunas las andabas buscando pero otras, las mejores, ni sabías que las querías.

Así que si estas en un momento de mudanza emocional cómo lo estoy yo, no te aferres a lo conocido, no opongas resistencia al cambio.  Porqué, aunque creas que te estás aferrando a la felicidad, no es así: es solo miedo.