Me apareció hace unos meses un reel de Instagram en el que una chica recopilaba objetos cotidianos con los que darse placer sexual. Yo siempre he sido de las clásicas, diría que rudimentaria, y me ceñía a la mano. Ya sabéis, ahora un dedido dentro, ahora dos, ahora movimientos circulares con una suave presión sobre el clítoris.

Otros de mis favoritos, también básico y cotidiano, es la alcachofa de la ducha y el grifo del bidé. Su uso ya casi lo elevo a la fantasía, porque en casa ya ni siquiera tengo bidé. Eso sí, como vaya a un lugar en el que me lo encuentre, al menos uno cae. No me preocupa el exceso de consumo de agua porque no lo hay: tardo muy poco.

No he probado otros del amplio arsenal que la chica mencionaba, pero el reel me dio para un rato de entretenimiento intentando imaginar cómo conio se masturba la gente con su propio talón. Con su propio talón, señoras. Que a la que están sentadas en la posición del indio, al parecer, aprovechan para rozarse la zona con su propio pie.

Otras cosas que leí en comentarios, como móviles, frutas o cojines, o no me llaman o no me han dado ni frío ni calor. Pero aquella publicación, además de para echar unas risas, me sirvió para coger ideas. Y hubo que fue toda una revelación.

Reusar siempre es un sí

Resulta que hay gente que ha probado la estimulación clitoriana con un roll-on vacío. Analicé palabra a palabra el comentario de quien lo sugería, y la verdad es que tenía todo el sentido: fácil de agarrar por su forma fálica (mira qué bien) y con una bolita que te va masajeando la zona a medida que rueda.

Tenía que probarlo. Faltaban por despejar dudas como si aquellas que no lo llevamos totalmente depilado sufriríamos tirones de los pelos de abajo, enroscados en el filito que está entre el roll-on y el bote vacío. Pero podía funcionar.

Nerviosa y todo me puse solo de pensarlo, porque me acordé de que hacía poco que me había desecho de uno que, quizás, aún estaba entre los envases a tirar. Si estaba limpio y bien cerrado, a lo mejor era cuestión de lavarlo bien, sin más. Lamentablemente, aquella misma mañana mi chico se había desecho de la bolsa de envases al completo.

Aquí no se pierden los principios ni estando cachonda, ni aunque en medio de la perfomance sexual deje que él me llame “puta”. Aquí hasta la calentura es útil, por cumplir con las tres R.

  • Reducir, porque me ahorro el Satisfyer.

  • Reusar, porque le doy una nueva vida a algo que iba a la basura.

  • Reciclar, porque terminará en el contenedor de envases, aunque vaya impregnado con los restos orgánicos y el olor de mi chumino.

Esto sí que es un aliado

El día que lo probé, después de lavarlo muy bien, no me hizo falta ni ponerme fotos o GIF explícitos con los que entrar en faena. Me abrí de piernas, lo deslicé entre mis muslos, coloqué la bola sobre el clítoris y, suavemente, comencé a moverlo.

No hubo pérdida traumática de pelos ni nada que resultara desagradable. Lo que sí hubo fue un orgasmo sostenido, algo que nunca había experimentado con la mano. Me refiero a una de esas corridas que se prolongan durante unos instantes, dándote tiempo para disfrutar bien el momento del éxtasis. Y, después, hubo un chirri perfumado, porque, aunque lo lavé bien, algún resto quedó.

Pero no es una experiencia que recomiende. No me hago responsable de que lo que la gente se ponga en el pepe con las calenturas, no vaya a ser que luego venga una dermatóloga a decirme que cómo se ocurre, que me voy a alterar el pH vaginal o yo que sé.

También pueden llegar de los sex shops a convencerme de que la seguridad es un must cuando se trata de nuestras partes nobles. OK. Podéis enviarme cositas y luego yo las comento. Pero, de momento, en la mesita de noche tengo mi roll-on y lo amo.