Aquí la que más o la que menos recuerda ese día en el que vio por primera vez la tomatina en sus braguitas. Veranos en el pueblo, aquella tarde sola en casa en la que no sabías qué hacer, en medio de clase… Es difícil olvidar ese momento en el que te das cuenta de que has pasado de ser una niña que no tiene que preocuparse por ciclos, compresas, tampones o copas a, de pronto, ser una más menstruando. A algunas nos hizo ilusión, otras fuimos conscientes de lo bien que vivíamos sin sangrar cada mes. Sea como fuere, la regla llega y, nos guste más o menos, lo hace para quedarse durante unos añitos.

Pero si tengo que ser sincera, para lo que no estaba yo en absoluto preparada fue para el día en el que mi hija menstruó por primera vez. Sabíamos que ese día estaba al caer, Sabela tenía entonces 13 años y medio, desde hacía algunos meses su cuerpo ya se veía desarrollado y era evidente que cualquier día saldría del baño con la noticia. Lo que pasa es que Sabela digamos que es todo un espectáculo. ¿Cómo podría definirla? Más que una reina del drama, ella es la emperatriz de todo el elenco de Hollywood. Nació prácticamente cantando, no conozco a niña más peliculera y exagerada, pero en parte su encanto siempre ha residido exactamente ahí.

Quizás por todo esto que os cuento mi marido y yo siempre imaginamos el día de la primera regla de Sabela como un cúmulo incesante de llantos, preguntas y algún que otro grito. Aunque, ni por asomo, podríamos ni pensar en lo que realmente ocurrió.

Empezaba el mes de octubre. Me había pasado parte del verano pendiente de Sabela, hablando de vez en cuando con ella sobre la posibilidad de que le bajase la regla. Ella, como buena adolescente, me mandaba callar y me decía que si se pensaba que era idiota, que ella ya sabía perfectamente lo que es la regla y que no, no la tenía. Alguna vez la había escuchado hablar con sus primas algo más mayores sobre el asunto, les hacía preguntas sobre si dolía, si daba mucho asco… Creo que algo normal que hemos hecho todas alguna vez.

Pero como os digo, la regla de Sabela le permitió tener un verano libre de tampones y compresas, eso sí, cuando empezó el frío, decidió no darle más tregua. Yo había animado a Sabela a que llevase ya en la mochila al menos una compresa por si las moscas, pero ella siempre se negaba preguntándome para qué iba a querer ella nada de eso. Aquel mediodía yo estaba en casa porque me había tocado librar en el trabajo, y apenas pude ver a Sabela entrar por la puerta de casa. La escuché que se encerraba en el baño sin saludarme siquiera.

Me acerqué y le pregunté si iba todo bien, ella no respondía, vuelvo a preguntar y al rato me dice que sí, que la deje un momento. Me temí que saldría llorando o devastada a su manera por el cambio, porque como madre yo ya tenía claro lo que estaba pasando. Volví a la cocina a hacer la comida, y a los 10 minutos Sabela apareció allí con la cara ultra maquillada y una sonrisa que no le cabía en el rostro. El susto fue real.

Le pregunté qué era lo que estaba pasando (para ser sincera la verdad es que conociéndola aquello no debía sorprenderme, aunque no era lo que me esperaba en absoluto), y Sabela se me acercó y me plantó un sonoro beso en la mejilla dejándome marcados sus labios de color rojo pasión. Volví a preguntar y allí llegó la respuesta: ‘Mamá, hoy en clase me ha bajado la regla, ya soy una mujer, mírame‘.

La volví a mirar y sí, efectivamente, delante de mí tenía a una Sabela cambiadísima que, entre otras cosas, parecía el Jocker en sus peores momentos. Frené todo lo que estaba haciendo y decidí que era el momento de una charla. Intenté explicarle que sí que había cambiado pero que eso no quería decir que ahora tuviera que ir pintada como una puerta a todas partes, le pregunté si se encontraba bien y si necesitaba mi ayuda. Entonces se vino realmente arriba, sí que me necesitaba, pero para organizar una fiesta ese mismo fin de semana. No me lo podía creer.

Como lo estáis leyendo, Sabela organizó en cuestión de tres días una fiesta para todos sus amigos, cuya temática, por si no os habíais dado cuenta fue ‘MI PRIMERA REGLA’. Todos debían vestir de rojo, y por supuesto no faltaron las bebidas de ese tono, los bocadillos de chorizo (que fue lo único que se nos ocurrió de ese color) y unos buenos perritos calientes con bien de ketchup. Ella misma imprimió unas invitaciones en las que sin cortarse ni un pelo invitaba a sus amigos a celebrar su paso de niña a mujer. Os juro que yo pasé un par de días pensando que mi hija me estaba tomando el pelo, pero no.

Sabela me explicó que todo aquello era su manera de dar visibilidad a la regla, porque en su clase todas las chicas lo escondían como si fuese un tabú y ella estaba realmente harta de que esto fuera así. Me dijo que en el momento que le había venido ella se lo había tomado con naturalidad, había ido a la enfermería a pedir una compresa y no se había cortado a la hora de contárselo a los que le preguntaban qué le había pasado para salir tan rápido en medio de clase. Me contó que muchos de sus compañeros se habían ruborizado al escucharla, y que no comprendía por qué tanto esconder algo natural.

En parte ella cumplió con su cometido ya que en aquella fiesta de su primera regla había niños y niñas, todos sabían que estaban allí porque Sabela ya menstruaba y lo cierto es que no vi a ninguno con cara de circunstancia. Fue todo muy raro, claro que sí, pero muy en la línea de lo que siempre ha sido mi hija.

Nos costó un par de semanas que Sabela entendiese lo del tema del maquillaje y que su paso de niña a mujer no podía ser tan brusco. Empezamos por decirle que se vería mucho mejor con un poquito de maquillaje pero no barnizada de arriba a abajo, y con el paso de los días ella misma fue encontrando su sitio en todo este cambio.

Han pasado tres años de esta historia y muchas veces todavía recordamos su gran party de la menstruación. A quien se lo cuento, no se lo puede creer, pero así fue, toda una celebración.

Fotografía de portada

 

anónimo

 

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