He de admitir que tengo mucha suerte con mis hijos. A pesar de que están los dos en la edad del pavo, la verdad es que no están teniendo una adolescencia complicada. Apenas me dan quebraderos de cabeza, son buenos y responsables y bastante tranquilitos. También tienen lo suyo, no es que sean los chiquillos perfectos. Pero son cosas con las que estoy acostumbrada a lidiar, la revolución hormonal no ha supuesto mucho desafío. No por el momento, al menos. Si acaso es la niña quien me tiene un pelín preocupada. Y ‘preocupada’ tampoco es la palabra. Sería más bien… mosqueada. Me tiene mosca con algunas actitudes y movidas por las que le ha dado mientras se encuentra a sí misma. Como, por ejemplo, la de cuando nos hizo creer a todos que era vegana…

 

Ojalá lo hubiera visto venir, pero no. Me la coló doblada y de la forma más sutil.

Empezó a rechazar ciertos alimentos, a decir que ella mejor se hacía algo aparte. Que si ‘no tengo mucha hambre, mejor me tomo una ensalada’. Estuvo así unos días, aunque no tardó en empezar la campaña de conversión de toda la familia. Quería reducir el consumo de carne roja, pero también el del resto de productos de origen animal. Al principio alegando cuestiones de salud. Nos decía que nuestra dieta dejaba bastante que desear y que nos vendría muy bien a todos aumentar la ingesta de ciertos productos. Una noche la acorralamos un poco entre todos y terminó diciendo que asumiéramos que ahora era vegetariana. Y, a las pocas semanas, se redefinió como vegana.

Sin ánimo de ofender a nadie, a mí, personalmente, me pareció una putada. Pero no porque no lo pueda comprender ni aceptar, al contrario. Entendía su postura, lo que ocurre es que esta afectaba a mis menús y compras semanales, por así decirlo.

Dramamá: Nos hizo creer a todos que era vegana, cuando la realidad es que solo quería impresionar a un chico

Ella siempre ha sido amante de los animales de todo tipo, no solo la típica devoción por las mascotas. Y ya muy pequeñita había pasado por una crisis importante cuando descubrió de dónde venían exactamente los filetes. Por tanto, aunque fuera casi de un día para el otro, no me extrañó su repentino veganismo. Me dejé informar y asesorar por su parte. Estuve dispuesta a adaptar nuestra despensa y nuestras comidas para reservar aquellos menús que podían herir su sensibilidad a los días en los que ella no comía o cenaba en casa. Me peleé con su padre y su hermano, medié entre ellos y traté de encontrar un punto de equilibrio cómodo para todos.

Me estaba costando dios y ayuda, pero me esforcé un montón.

 

Como dos meses después de arrancar con el tema, llegó una tarde a casa, entró en la cocina y me preguntó qué había de cenar. Yo le señalé los garbanzos que iba a preparar al curry y vi que ponía cara de asco. A continuación, chasqueó la lengua y me soltó que, si quería, podía hacerlos como siempre y echarles bien de chorizo. ¡Que ya no era vegana! Al parecer llevaba varios días desveganizada, pero le daba corte decírmelo… No quería admitir que no es que hubiera cambiado de principios así, de repente, sino que nos hizo creer a todos que era vegana, cuando la realidad es que solo quería impresionar a un chico.

Dramamá: Nos hizo creer a todos que era vegana, cuando la realidad es que solo quería impresionar a un chico

Una vez que vio que ni lo impresionaba ni le declaraba su amor eterno, no tenía sentido seguir reprimiendo sus antojos de fuet e ibéricos.

Muy bonito todo y yo la mar de comprensiva con la muchacha. Pero acababa de hacer una compra grande y de pasar muchas horas buscando recetas veganas sabrosas y variadas. Así que, como los demás solo estábamos apoyándola y ya no era necesario, todavía se pasó una buena temporada con dieta vegana.

 

 

Relato escrito por Van Drade basado en una historia real

Envíanos tus Dramamás a [email protected]

 

Imagen destacada