EL AMOR A LOS 80

Siempre vamos por ahí buscando al amor de nuestra vida, sin darnos cuenta de que en nuestra vida podemos tener más de un amor. Mi madre decía que la vida es muy larga y da tiempo hasta de aburrirse, y cuánta razón tenía. También da tiempo de separarnos de uno, o dos, o tres amores de nuestra vida, o incluso estar con ellos hasta que la muerte nos separe, y seguir vivos después.

Cuando era pequeña, y no tan pequeña, solo veía viudas solitarias a mi alrededor, nunca viudos. Veía a mis tías, que habían perdido a sus maridos relativamente pronto, y siempre decían que no querían aguantar a ningún tío más. Yo no terminaba de entender a qué se referían. Cuando crecí, entendí que quizá era una mezcla de cansancio por ser, en cierto modo, esclava de una casa y de un hombre, y de respeto a su memoria. Era eso lo que creían que debían hacer.

Ahora, me doy cuenta de que, en realidad, la necesidad de compañía y amor existe a cualquier edad. 

Mi padre esperó muy poco para salir con la primera mujer después de fallecer mi madre. Fue algo que me descolocó, nunca se habían llevado bien, pero lo entendí como una liberación para él y me dio mucha rabia. Después, me di cuenta de que pasar los días y sobre todo las noches solo, a una cierta edad, no tiene que ser nada fácil. También empecé a entender una cosa en la que no había reparado: llegados a una edad avanzada, apenas piensan en el futuro, lo que cuenta es el aquí y el ahora. 

En cambio, nosotros, con 20, 30, 40 o la edad que sea, nos pensamos muchísimo las cosas, mientras que ellos tienden a ser más prácticos. Los que aún estamos «en edad de merecer» o simplemente no hemos llegado a la madurez —no la mental, que a esa a veces no llegamos nunca; me refiero a la edad en la que no eres ni joven ni «viejo»—, sacamos un dosier de mil requisitos que debe tener la persona que buscamos, con un anexo de treinta páginas de cosas que no soportamos. A menudo, no conseguimos encajar con nadie o las cosas se vuelven difíciles. Ocurre además que no nos gusta compartir nuestro espacio y que nos llenamos de manías. 

A los 70 u 80, por el contrario, todo parece mucho más claro: lo principal es estar de acuerdo en el día a día, ser activos, hacer cosas, viajar, ir al baile y de paseo. Como dirían los señores y las señoras que van al programa de Juan y Medio a buscar pareja, «que sean aseados, que no fumen ni beban ni tengan vicios». Y así se lanzan, como si no tuvieran nada que perder, como si la vida fuese demasiado corta. No tengo ni idea de cómo se ha de ver la vida desde el escalón de los 80 años, pero a veces me puede el vértigo al pensarlo.

El sexo es otra historia. Yo siempre pensé que, a partir de una cierta edad —si me preguntáis, no tendría ni idea de cuál es—, ya no había tema que te quema. ¡Craso error! ¡Muchos follan más que los veinteañeros! No tengo pruebas, pero tampoco dudas de que no pierden el tiempo. 

En cuanto a las rupturas, tampoco se lo piensan tanto como los que tenemos menos edad. Es como si, llegados a ese punto de la vida, nada fuese tan importante como creíamos. Si una pareja no les termina de cuadrar, o les decepciona por algún motivo —por ejemplo, precisamente en su afán de exprimir la vida, que no quieran estar cuando la pareja se pone enferma—, no tienen tantos miramientos ni se hacen tantas pajas mentales como nosotros. Saben que han de disfrutar todo lo que puedan y, si algo no va bien, lo piensan, repiensan y descartan, pero no se hunden en la mierda y se revuelcan por ella. Ya vendrá otro u otra que sea mejor.

Creíais que los centros (de día) de mayores son para charlar y jugar al dominó, ¿verdad? Pues no, amigas, esos centros son como el Tinder pero en vivo, van allí a charlar y a ver quién les puede gustar y encajar (mientras juegan al dominó, que una cosa no quita la otra). Es como ir a una discoteca, pero pudiendo hablar. Nosotras, en cambio, tenemos charlas triviales a través de una app, mientras ellos andan planeando una vida, o lo que les quede de vida, juntos. Como si se tratara de la fundación de una pequeña sociedad romántica, afectiva y sexual: Elamoraalos80 S.L.

Y me resulta tan extraño como entrañable. La soledad obligada va minando por dentro, y más a esas edades. Aunque haya cosas que no entendamos o que nos puedan doler, al final lo que están haciendo es mirar por sí mismos y por lo que va a hacer mejores sus días y sus noches. Porque, como dijo Sabina, serán 19 días, pero son 500 noches.

Ignoro si la ilusión o el enamoramiento es también más pragmático y menos romántico, sí noto que no esperan imposibles. Ahora sé que hay muchos tipos de amor y muchas formas de vivir a la persona que tienes al lado. Ellos, a su manera, saben aprovechar cada minuto mejor que nosotros.

 

Helena con Hache