No es la primera vez que hablo sobre ello y no me da ninguna vergüenza reconocerlo. ¡Estoy enganchada a los Reese’s! Si te estás preguntando qué coño es eso, que es la primera vez en tu vida que oyes hablar de ellos, dos cosas te voy a decir: la primera, mejor para ti; la segunda: unas chocolatinas muy famosas en Estados Unidos.

¿Que por qué es mejor para ti no saber que son los Reese’s? Porque así no te verás embargada en una vida de sufrimiento. En serio, los Reese’s enganchan. Es la mierda más jevi que he probado en mi vida. Algo tienen que tener, porque, si los pruebas, o te parece la cosa más asquerosa del mundo o lo flipas muy fuerte y ya no vas a querer probar otra cosa nunca más.

Mi primera vez con los Reese’s fue en Estados Unidos. Viví allí un año mientras trabajaba de aupair y al principio no tenía amigas (carita triste). Un día, otra aupair de la misma urbanización que yo me invitó a tomar un café, y quedamos, nos tomamos ese café y luego me dijo que si la acompañaba al supermercado. Nunca pensé que ese insignificante acto cambiase mi vida para siempre.

Cuando estábamos en la cola del super ella vio los paquetitos de Reese’s junto a la caja y me dijo «¿Los has probado? Deberías, están buenísimos. Son adictivos». Jajaja pensaría yo. Sí, jajaja los cojones. Hace falta insistir muy poco para que me decida a probar una nueva chocolatina, así que me cogí mi propio paquetito y me fui a casa.

Una vez en casa, los probé y…

12 kilos después puedo decir que me enganché MUY FUERTE a esta mierda. Durante el año en que viví en Estados Unidos me los comía por kilos. Los grandes, los pequeños, los de chocolate blanco, los peaces… me daba igual, todo me sabía rico. ¡Y cuando llegó el verano y descubrí que también había helados, apaga y vámonos!

Volví a España y empezó la época de abstinencia. Muy dura, muy dura. Sin embargo, aprovechando la distancia me dije a mí misma que había llegado el momento de desengancharse. No es que me quisiera imponer no volver a probar un Reese’e en mi vida. Solo debía dejar de comerlos a puñados. Empezar a disfrutarlos de verdad.

Desde que vivo en Madrid sé de un par de sitios donde los venden, aún así, me corto muchísimo de ir. Sé que mi furia podría volver a desatarse en cualquier momento y no quiero dejarme llevar otra vez por las deliciosas maravillas de la mezcla extraordinaria del chocolate con mantequilla de cacahuete.

Así que vivo mi pasión por los Reese’s desde el control pero dándome algún caprichito de vez en cuando. Muy de vez en cuando. Como dos veces al año. Lo que no me podría haber esperado yo nunca es que alguien me quisiera tanto como para hacerme EL REGALAZO.

O sea, si ya te hace ilusión que alguien, sin venir a cuento, te haga un regalo, imagínate si el regalo es, ENCIMA, una caja llena de tus chocolatinas favoritas. Cuando me llamaron en el trabajo y me dijeron que tenía un paquetito que yo no esperaba y de repente lo abrí. O sea me desmayé, al menos metafóricamente.

No sabía que existían estas cajitas de regalo supermonas y que eran tan fáciles de comprar. Ahora mi vida es más difícil todavía porque sabiéndolo tendré que resistir la tentación a diario. Pero ha merecido la pena. Los Reese’s siempre merecen la pena.

¡Por Dios! Pero, ¿cómo pueden estar tan buenos? ¡Ni que fueran Quim Gutiérrez!

 

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