• El departamento de críticas

Existen tantas formas de organización mental como personas hay en la tierra, pero tengo que reconocer que la mía es un poco extraña. 

En mi cabeza hay una oficina chiquitita, en la que hay diferentes departamentos. Todos trabajan en equipo para que yo sea una persona sana y feliz, es algo parecido a la peli de Inside Out pero con menos presupuesto. En el departamento de maternidad, por ejemplo, se gestiona todo lo relacionado con mi hija. También existe el departamento de la paciencia, que me ayudado durante años a soportar a mi cuñado en las cenas de Navidad.

En todos estos grupos todo va de diez y no suele haber ningún problema. Pero al fondo de la oficina, en un lugar oscuro que huele a humedad está mi peor pesadilla, el departamento de críticas. En él entran todos los comentarios que otras personas hacen sobre mí y está dirigido por Doña Critica Constructiva y Doña Crítica Destructiva. Ellas son las encargadas de clasificar todas las movidas que me pasan.

Este proceso sucede tal que así:  Mi jefe ha hecho un comentario regulero sobre mi trabajo, Dña. Constructiva entiende que podemos hacer algo para mejorar en el siguiente informe y todo solucionado.

Pero cuando alguien juzga un aspecto de mi vida o mi cuerpo de manera dañina, Dña. Destructiva salta desde detrás de su escritorio y se dedica durante días a machacar mi autoestima.  ¿Cómo que tu abuela ha dicho que ese vestido no te sienta bien? Eres un fracaso y, hagas lo que hagas, nada mejorará jamás.

Aunque sé que ella solo quiere hacer su trabajo y complacer a todo el mundo, a veces entorpece la labor del resto de compañeros.

Durante muchos años de mi relación con el departamento de críticas fue un caos, hasta el comentario más inocente era una ofensa personal, lo que me hacía estar en alerta continuamente. Viendo el peso que las opiniones de los demás tenían en mi decidí crear esta oficina imaginaria, para observar mis pensamientos “desde fuera”, de una manera más lógica. 

Poco a poco me fui dando cuenta de que cuando intervenía Dña. Destructiva, utilizaba palabras como jamás, nunca, siempre… Para ella todo era blanco o negro, no había punto medio. Así que empecé a combatirla, cada vez que sentía que se apoderaba del control de mi mente trataba de frenarla desmontando sus argumentos. 

No es cierto que haya fracasado como persona porque a mi abuela no le guste mi p*to vestido, eso es algo exagerado, que no se aplica a otros aspectos de mi vida. 

Con esta forma de pensar (que, todo sea dicho, me parecía de loca total al principio) empecé a ver un punto medio, una gama entera de grises.

 Entendí que no podemos controlar lo que los demás dicen de nosotros, pero sí podemos cambiar la manera en la que lo gestionamos. Con esto no estoy diciendo que permitas que alguien te falte al respeto ni mucho menos, es importante expresar lo que nos molesta sin adornos. 

Pero estoy empezado a reconciliarme con el departamento de críticas, teniendo en mente siempre que la que dirige la “oficina” y toma las decisiones finales soy yo. 

 

Barby