Hay momentos en la vida que queremos recordar para siempre. ESTE NO FUE UNO DE ELLOS. Todavía no sé si sentirme avergonzada o reírme por la situación. De esos momentos incómodos que te ocurren alguna que otra vez en la vida? Pues ese. Mi intención no era dejar marcado mi culo en la mesa de cristal de mi suegra, pero cuando tu novio te viene hacia ti con una corbata solamente y con la mirada de “ven aquí que te voy a empotrar fuerte contra la pared”, pierdes el norte…

Todo ocurrió en Almería. Mi suegra tiene una casa allí y todos los veranos vamos mi pareja y yo a desconectar un rato, a disfrutar de las playas y, por supuesto, a follar como locos cada puñetero día de la semana (o al menos se intenta lograr nuestro propio récord). Ya sabéis… eso que se llama LIBERTAD. No tener que trabajar, con la cabeza puesta en otra parte y no terminar tan cansada al final del día que no tienes ganas de una puta mierda.

En fin, que allí estaba él. Mirándome como mira el duque de Hastings a Daphne en Los Bridgerton. Esa mirada que lo decía todo. Y claro, ante eso, por muy digna y lady que seas, no puedes negarte y te sale el instinto animal sí o sí.

Me empezó a desnudar, me cogió fuerte en brazos y, por supuesto, hizo lo que iba a hacer, me empotró contra la pared. Luego pasamos al sofá y de ahí a la mesa del salón. No teníamos en mente hacerlo ahí, pero era de madera fuerte y aguantaba al menos mi peso sentada, lo único, que habría que limpiar bien después, ya que tiene una encimera de cristal y se quedarían las marcas de los dedos y demás. “Los dedos” pensé… jajaja… ilusa yo.

Cuando acabamos, rápidamente nos dirigimos a la ducha, de ahí pasamos a recoger todo lo que habíamos ido tirando al suelo, luego a atender una llamada, hacer la cena, quedarnos fritos en el sofá… vaya, que se nos olvidó por completo revisar las marcas de la mesa.

Al día siguiente salíamos temprano de vuelta a casa ya que ahora le tocaba el turno a mi suegra de ir a su casa y estar tranquila y nosotros ya habíamos estado una semana entera. Sobre la hora de comer, recibimos un audio comentando que había LITERALMENTE UN CULO EN LA MESA DE CRISTAL… En ese momento nos miramos los dos a la vez y nos llevamos las manos a la cabeza. “Coño, no la limpiamos al final”. Y encima tenía una crema hidratante puesta cuando lo hicimos, por lo que supongo que así era más fácil que se quedase la marca.

“¿Un culo? Anda, qué dices. Manda una foto”, le dijimos. Mi suegra no entendía cómo era posible eso y estaba claro que habíamos sido nosotros ya que éramos los últimos antes de ella en esa casa. Y no sé que me daba más apuro, si que estuviera mi culo grabado en su mesa o que se pensara que soy una pordiosera que no limpia.

Y efectivamente, vimos la imagen que nos mandó. Era un culo en la mesa de cristal bien marcado. Así que hice lo único que podía hacer. Sacar pecho, coger al toro por los cuernos… y mentir. “Uy, no me he dado cuenta, lo siento muchísimo. Cuando subí de la piscina pasó una cucaracha por el suelo y me senté en lo primero que pillé para no tocarla.” Y así es como se escaquea una con dignidad y descaro ante una suegra señoras.