«A mí me gustan mayores, de esos que llaman señores»

Pues sí, siempre me han gustado mayores que yo… Tenía 15 años y me gustaban de 30 o 40. Con 20 de 40 o 50 y ahora con 30 años veo algunos de 60 y pierdo las bragas. Vamos… Que me podría tirar a Johnny Depp con 59 años que tiene y ser la más feliz del mundo. Siempre he sido coherente con eso.

Pues bien, con 19 años estaba estudiando un ciclo formativo; y yo, que siempre me había fijado en los profesores, me fijé en él. No sé por qué. Supongo que el hecho de ser mayor que yo, de tener el pelo largo muy a lo Depp, lo ojos verdes, un buen cuerpo o una sonrisa que me dejaba temblando tuvieran algo que ver con que me hubiera fijado en él. Quizás el hecho de fantasear con algo imposible también ayudara, que se yo. Pero vamos… que para mí era eso, una fantasía como las hemos tenido todas. Sólo había que tener dos dedos de frente para saber que por obvias razones se iba a quedar sólo en eso. Las normas dónde especificaban claramente que no podía haber relaciones entre profesores y alumnos eran bien claras. Por no mencionar que aunque yo era mayor de edad camino de los 20, no es que estuvieran muy bien visto que un hombre de 40 se fijara en alguien de 20; aunque estuviera soltero y sin compromiso. Daba igual. Además cabía destacar que él ni siquiera me conocía, como mucho de vista, porque no me daba clases, solo coincidíamos en que íbamos al mismo centro.

Casualidades de la vida yo empecé a quedarme por las tardes para un proyecto comunitario que se llevaba a cabo en el centro formativo, mientras que él daba clases de electricidad a las mismas horas. Durante semanas coincidíamos de lunes a viernes 5 minutos al acabar la jornada. Él estaba en la sala de los profesores y yo iba a entregar las llaves del aula donde me quedaba, porque siempre era la encargada de cerrar. Él era cordial y amable conmigo; pero aunque mi cerebro calenturiento se imaginara centenares de escenas eróticas por el hecho de ser amable,  sabía de sobra que era igual de correcto con cualquier otro alumno o personal del centro. No era estúpida.

Con el paso de los días empezamos a hablar un poco más, aunque dependía del trabajo que él tenía y de la prisa que tenía yo. Me preguntaba que tal el proyecto y yo solía responderle y luego hacerle alguna broma al respecto sobre que trabajara a aquellas horas. A veces pienso que sólo estaba siendo amable, y otras pienso que le tiraba los trastos, no lo sé. Una compañera comentó que él había empezado a mirarme diferente. Pero lo achaqué a la imaginación de ella que iba mas salida que el pico de una plancha. A la que de verdad se le estaba empezando a notar que me gustaba era a mí. De hecho le pedí varios días a una compañera que cerrara ella el aula porque lo mío ya era un cantazo, cada vez que lo veía me ponía roja como un tomate. Cuando creía que se me pasaba la tontería volvía a cerrar yo la clase y a entregar las llaves, y claro, él me preguntaba cómo estaba porque no me había visto y yo volvía al principio de mi fantasía. Encima de guapo, sinceramente me parecía de lo más interesante hablar con él, así que a veces nos quedábamos un rato de más hablando. Lo que no ayudaba a quitarme las fantasías de la cabeza.

A falta de un mes para que acabaran las clases, una tarde nos quedamos un buen rato hablando y tomando un café en la sala de juntas, y cuándo acabamos él se acercó a mí para decirme algo y se acercó un poco demás. Con un poco de más me refiero a que estaba casi pegado a mí… Yo ya me había imaginado ahí de todo, os lo aseguro, aunque no moví un dedo porque de las fantasías a la realidad hay un rato. Pero  en mi cerebro él ya me había desnudado y comido encima de la mesa, y claro, eso mi cara no lo supo disimular. Porque lo que piensa mi cerebro se me ve en el careto, no puedo evitarlo. Así que era obvio que debió notar algo  porque preguntó todo serio algo así como si le gustaba o si me sentía atraía por él o algo. No recuerdo sus palabras exactas. Estaba demasiado preocupada por no caerme de la impresión y de la vergüenza. Era obvio que se me iba a notar tarde o temprano. Creo que asentí… No lo sé, intenté no darle importancia. Sé que dijo muy seriamente que era mi profesor y se fue.

Tenía toda la razón del mundo.

Yo seguí con el proyecto pero procuraba entregarle las llaves al conserje en lugar de a él. Además de evitarlo por los pasillos disimuladamente. No estaba enamorada, pero es cierto que me gustaba y por supuesto que me atraía. Si coincidíamos yo me reía como una tonta, apartaba la mirada y me iba. Él directamente sonreía como lo hacía con cualquiera. Las clases acabaron y me dieron el título.  Dejé de ir a clases por las mañanas pero seguí yendo por las tardes al centro para acabar el proyecto. A finales de junio en el centro no quedaba nadie a partir de las 8 de la tarde. Sólo quedaba yo que era la última en entregar las llaves y por supuesto el conserje. El último día de proyecto fui a darle las llaves del aula al conserje y me encuentro conserjería ya cerrada. No había ni dios en el colegio, pero vi la puerta abierta de la sala de profesores y fui allí pensando que quedaría alguna secretaria o administrativa. Pero estaba él.

En mi mente hay una gran laguna difusa de lo que pasaron aquellos minutos. No me acuerdo de que hablamos, que me dijo o que hizo. Lo primero que recuerdo que me preguntó  fue que tal las notas y si me había matriculado en otro ciclo formativo, luego me pidió las llaves. Yo dije que no, que ya había acabado las clases y que ya no era alumna del centro.

Y lo siguiente que recuerdo es estar tumbada sobre la mesa de los profesores mientras lo besaba. Porque si, fui yo. Viva la enajenación mental. Os confieso que durante un tiempo pensé que aquella tarde lo había soñado. Pero no… Después del primer beso me enganchó por banda, o quizás lo enganché yo. No lo sé… Le tenía unas ganas que me moría. Me quitó la ropa lo justo y lo necesario y yo me limité a sonreír mientras disfrutaba lo que fue sin dudar alguna uno de los mejores polvos de mi vida. No sabía que me daba más morbo, que por fin se cumpliera mi fantasía sexual imposible o el hecho de estar dónde estábamos. Pero fue espectacular en demasiados sentidos.

Vaya energía, vaya entusiasmo… Lo recuerdo y aun me tiemblan las piernas. Con poco que hacía yo estaba que me subía por las paredes.

Después del tremendo polvazo me despedí de él con toda la tranquilidad y madurez del mundo. Pero ya os digo yo que mi momento de lucidez duró bien poco. Me tiré todo el verano con una sonrisa de satisfacción en la cara, tanto que a veces parecía tonta. A él no lo vi más porque no volví al centro, y luego me mude, pero no me importó.

A día de hoy no sé si ha sido mi mayor logro o mi mayor estupidez, pero me da igual. Que me quiten lo bailao, yo al menos he cumplido mi fantasía sexual.