El novio de mi amiga me plantó el nabo en la cara 

 

Las fotopolla no solicitadas se ha convertido en un tema recurrente entre amigues cuando hablamos de aventurillas amorosas por la red, pero lo que me pasó a mí transciende del mundo de los ceros y los unos; lo mío fue más bien todo en 3D Full HD.

Compartir piso abre la veda al visiteo por sorpresa que lo llamo yo. Eso de ir tú en pijama por la casa, con los bajos del pantalón por dentro de los calcetines, legañosa y despeinada y encontrarte con desconocidos en el sofá o preparando un café está a la orden del día. 

Pues bien, tuve una compañera de piso que se echó novio y me lo encasquetó rápidamente, es decir, no vivía allí, pero como si viviera. A mí no me importaba que pasara algunas noches o que se quedara el finde, pero empezó a convertirse en abuso, teniendo en cuenta que él estaba allí de gratis y sin arrimar el hombro en nada. Pero el drama iba más allá, porque resulta que todo esto empezó con la llegada del buen tiempo, ¿veis por dónde voy?

Se comprende que el muchacho debía ser caluroso porque iba bastante ligerito de ropa por la casa. Yo no me considero una persona cerrada de mente, la verdad, pero sí creo que hay que tener un mínimo de reparo cuando vas a casa ajena. Mi primera sorpresa fue encontrármelo en gayumbos por la cocina que, dentro de lo malo, tampoco me chocó tanto. Para mí era un exceso de confianza, pero ni me ofendí ni me eché las manos a la cabeza. 

Otro día, me desperté antes que ellos y me encontré la puerta de su habitación abierta. No de par en par, pero como a la mitad más o menos. Entiendo que había sido una noche calurosa, pero… ¿era necesario que al pasar medio grogui me los encontrara desnudos, con una sábana finísima que apenas tapaba nada? El dilema era que se me hacía incómodo, pero tampoco quería interferir en la vida de nadie, así que no sabía cómo abordarlo con mi compañera, porque ella por su parte tampoco tenía las luces de darse cuenta de que uno no puede actuar como si viviera sola cuando comparte piso. 

 

El plato fuerte llegó un día en el que me llegué del trabajo y me fui pitando a darme una ducha. Oí que había alguien en la cocina, así que di por hecho que sería mi compañera (porque el chico este nunca hacía nada). Cuando salí de la ducha me fui para allá con y cuando llegué no daba crédito: ¡EL TIPO ESTABA EN BOLAS! Yo entré, lo vi de espaldas (le vi el culo, vamos) y tal y como lo vi, fui a retroceder con tan mala suerte que me tropecé con el cubo de la fregona que estaba justo detrás ¡Booom! ME CAÍ. 

Fue una caída bastante tonta y aparatosa, y el chico, que estaba cortando zanahorias, por poco no se lleva un dedo por delante. “¡Me has dado un susto de muerte!” Y SE GIRA para ayudarme. ¡Horror! ¡No sabía dónde meterme! SU NABO EN MI CARA. Cerré los ojos como acto reflejo: “No te acerques.” El chico: “¿Estás bien? ¿Te has hecho daño?” Y él cada vez más cerca y yo alejándome en modo cangrejo en el suelo.

Abrí los ojos y él seguía sin taparse y, claro, a mí se me pasaban muchas cosas por la cabeza: que llegara mi compi y al vernos así se liara parda (yo toda mojada, vestido de tirantes, el tipo desnudo…), que el tío estuviera haciéndolo adrede, que fuera exhibicionista, que practicara el nudismo y nadie me había informado… Me agobié, miré a mi alrededor y alcancé con la mano un paño de cocina con fresitas dibujadas y se lo planté justo delante del paquete: “Haz el favor, que no estás solo en la casa y como llegue Fulanita y nos encuentre así va a ser muy raro de explicar.” El tío cogió el paño y se lo plantó en modo taparrabos: “Bueno, bueno, yo solo quería ayudar ¿eh?” Se fue de mal humor a ponerse algo de ropa y, mientras, yo me levanté y me puse a recoger el agua que se había desparramado al caerme. 

Después apareció vestido por la cocina y traté de hablar con él y explicarle cómo me sentía al encontrármelo así y nada, que no quería hablar. Estaba altamente ofendido después de que me había plantado toda la berenjena en la frente y yo se la había tapado con fresitas. 

No mucho después, mi compi cortó con él y aproveché, en una noche de vinito y confesiones de sofá, lo que me pasó aquella tarde. Nos reímos bastante, hice un teatrillo con el mando a distancia y una servilleta. 

 

Ele Mandarina