Después de El amor en los tiempos del cólera viene claramente El amor en los tiempos del Tinder, no lo vamos a negar. Y si encontrar al amor de tu vida entre una multitud de gente encolerizada era difícil no te quiero ni contar cómo es en los tiempos del Tinder.

Tengo más clarito que el agua que todas al descargarnos la app nos planteamos millones de cosas. ¿Me encontraré algún conocido? ¿Haré match pronto? ¿Irán todos buscando «lo mismo»? ¿Voy yo buscando «lo mismo»? Y si estamos llenas de dudas al instalarnos la app ya cuando hacemos match y hablamos de vernos la cabecita empieza a echar humo del malo. ¿Me encontraré a un loquito? ¿Será como en las fotos? ¿Me gustará? ¿Le gustaré? ¿Aviso a alguna amiga para que me rescate si todo va mal? ¿QUÉ MIERDA ME PONGO? ¡Ay, amigas, qué difícil es ligar!

Por estas situaciones hemos pasado todas, aquí la menda la primera. Así que vengo a contaros mi experiencia, ahora que es Navidad y se respira amor, para que veais que todo puede salir bien.

Hace ya cuatro añitos y tras salir de una larga relación mi cuerpo necesitaba todo el meneo posible que pudiera encontrar. Recién independizada, compartiendo piso con mi mejor amiga y en plena explosión hormonal no había otra opción posible que no fuera descargarse Tinder. Recuerdo aquel momento perfectamente: tres amigas sentadas en el salón de nuestro piso de estudiantes descargándonos la app al mismo tiempo. 

Una vez medio bicheado cómo funcionaba todo empezamos a descartar o aprobar de manera consciente. Recuerdo a mi mejor amiga decirme

  • Maris, yo si va en chándal o con calzonas lo descarto.
  • ¿Por?
  • ¡Pues porque ese va a querer hacer deporte también conmigo!

Entre estas empezaron a llegar los primeros match y a empezar las primeras conversaciones. Como comprenderéis, las primeras no fueron conversaciones de dos, sino un chico con tres chicas descojonadas de la risa e intentando burrear a tope. (Sorry, not sorry)

 

Al poco empezaron a llegar las primeras conversaciones más serias, las capturas de pantallas al grupo de amigas y. cómo no, las primeras citas. La primera, como suele ocurrir con todo lo primero, fue un maldito desastre. Pero mi cuerpecito consiguió darse un buen meneo y decidí no desistir. Tampoco iba yo buscando nada más allá de eso. Luego llegaron la segunda y la tercera. Y así hasta que un día hice match con un chico cuya descripción me pareció lo más en aquel momento.

No tengo nada calculado ni mi vida resuelta. Sólo tengo una sonrisa y espero una de vuelta.

Pobre de mí que es ese momento sólo conocía una canción de Calle 13 y pensé que había sido creación de mi nuevo ligue. Con mis altas expectativas en aquel chico que tan creativo me había parecido comenzó la charla. Varios días de hablar mucho y resulta que cuando me animo a quedar con él se va de viaje. ¡Una semana! Demasiado para un mundo en el que no aguantamos un vídeo de más de dos minutos.

Con su viaje pensé que todo había terminado, pero allá por tierras inglesas el muchacho, en medio de su escapada con amigos, se acordó de mí y decidió hablarme. A mí, tonta y pava, empezó a palmotearme el alma y decidí visitarlo en su casa el día que volvía. Yo salí de trabajar a eso de las 12:30 de la noche y allí que me planté. El me esperaba con música de fondo y me ofreció algo de beber. Yo que iba ya más cargada que un árbol de navidad decidí pedirle un vasito de agua. (¡Ay, qué chica e ingenua!) Y así, entre vasos de agua y charlas, pasamos la noche. Yo juro que pensé que no le había gustado absolutamente nada porque por más que me arrimaba el muchacho no se lanzaba. A mí me había hecho tilín desde el primer momento e iba dispuesta a darlo todo, papi.

Ya desesperada y pensando en que me iba a tocar llamar a un taxi para volverme a casa no se me ocurre otra cosa que ponerme a quitarle pelotillas del jersey. Lo cierto es que creo que ni siquiera tenía pelotillas, que me lo inventé. Pero, chica, no encontré mejor forma de tener contacto físico. No sé cómo pero parece que él captó la señal y al fin se lanzó a darme el que recuerdo como mejor beso de toda la historia.

 

Tras ese beso todo vino rodado, amigas. Volvimos a quedar la siguiente noche. Y la siguiente. Y la siguiente. A los 5 meses nos fuimos a vivir juntos. Al año una segunda mudanza. A los dos años nos compramos nuestra casa. En una semana haremos cuatro años juntos y un perrete nos hace las veces de hijo. Ni somos románticos ni lo parecemos pero os juro que ahora mismo no cambio mi vida por nada del mundo. Sé que es la persona que quiero que me acompañe el resto de mi vida. Porque como cantan La Otra y El Kanka:

No me haces falta ni eres mi media naranja en la vida, pero contigo el mundo parece un poco menos feo.

YouTube video