Mira, yo no sé de qué manera nací, pero lo que está claro es que me pasan cosas muy raras. No exagero ni un poco: yo estaba convencida de que iba a ser un polvazo digno de película y le acabé denunciando por ladrón.

Hace un par de veranos, me fui de vacaciones con un par de amigas. Lo típico, modelitos con poca tela, muchas botellas de cristal en el salón, un altavoz malo y muchas ganas de jarana. Siete noches de desenfreno y borracheras en una zona de playa donde todos íbamos a lo mismo: FORNICIO.

Pasamos unos días increíbles y una de las noches conocí al que parecía que iba a ser el polvazo de mi vida. Nos conocimos de fiesta y claro, todos sabemos que cuando el alcohol corre por las venas todo se vive más intensamente.

Aquel tío era guapísimo, estuvo toda la noche conmigo, buscándome en cada uno de los bares a los que entraba. Ojos azules, pelo rubio ondulado, vamos, todo un Adonis. Dejamos los bares de lado para irnos a la playa y comenzamos a pasear por la orilla, me puso su brazo por encima de mis hombros, me acariciaba la cara, me miraba con aquellos ojazos de mar y yo… yo estaba echa pastita derretida de humano, más cachonda que un perrillo adolescente.

De verdad ¿Qué tienen los rubios? ¡Es que me vuelvo gilipollas!

El caso, el chico me contó donde vivía, me dio su número de teléfono, me contó donde trabajaba y curiosamente teníamos hasta personas en común. Estuvimos mucho tiempo hablando de nosotros, conociéndonos hasta que dando un inocente paseo acabamos en la puerta del piso donde nos alojábamos ¡TARÁ! ¡SORPRESA!

Le invité a subir y nos echamos en el sofá. Al chico, el tema del calentamiento global se le daba de miedo. No sé cómo no empañé los cristales del piso entero. Que si besos en el cuello, que si ahora te froto pero sin quitarme los pantalones, que si ahora te paso la mano por encima de las braguitas…bueno bueno… mi mochi babeaba más que un San bernardo.

Le eché garra al tema y me lo llevé a mi habitación. Yo estaba gritando de emoción y jolgorio por dentro. Nada, vestido por allí, pantalón por allá y antes de 5 minutos ya estábamos tirados en la cama, él con cara de satisfacción rotunda y yo con mirada de: ¿Ya se ha acabado?. Esto no es nuevo ¿Verdad chicas?

Como no: él se durmió. Yo, por no querer molestar y por vergüenza me fui a otra habitación a masturbarme como una puta salvaje, porque el calentón que llevaba no era de este mundo. Al de un par de horas mis dos amigas volvieron y nos metimos las 3 en la misma cama de matrimonio. Antes de dormirnos les conté todos los detalles mientras el experto en sprint de poco alcance roncaba como un jabalí en la habitación de al lado.

A la mañana siguiente, nos despertamos y empezamos con un tono de voz muy bajito acerca de lo que íbamos a hacer aquel día. Estábamos decidiendo donde íbamos a comer cuando de repente oímos como se cierra la puerta de nuestro piso. Las tres nos miramos sorprendidas ¿Se había ido sin decir adiós?

¡Efectivamente! Había recogido todas sus cosas y se había marchado. Bueno, había recogido todas sus cosas y las nuestras. Como lo oyes, se llevó una cámara de fotos y nos vació la cartera a las tres. ¡FLIPAS! En total igual nos voló 300€ de efectivo y el valor de una cámara de fotos relativamente buena ¡No es una broma!

Mi primera reacción fue llamarle por teléfono. El tío me contestó como si no hubiera pasado nada, le pedí que nos devolviera nuestras cosas y me colgó el teléfono. Le llamé en repetidas ocasiones y no me contestó así que nos fuimos las tres amigas derechitas a la Guardia Civil.

Claro, es que menuda estupidez, el chico me había contado donde trabajaba, yo conocía algunos de sus amigos, sabía donde vivía, tenía su número de teléfono… Le mandé un sms (porque me tenía bloqueada) y le dije que tenía toda esa información de él y que si no nos devolvía nuestras cosas, le iba a denunciar. «Tu verás lo que haces» Le dije convencida.

Tardó en contestar y mientras el muy maldito se lo pensaba, mis amigas y yo pusimos la denuncia. Dos guardiaciviles nos dijeron que si nos devolvía las cosas, ellos nos acompañarían para protegernos y pedirle al ladrón la documentación de identidad.

El Aladdín del pitilín rápido me llamó, quedamos y apareció con nuestro dinero y nuestra cámara de fotos. Cuando se dirigió hacia mí para darme las cosas, los dos guardias civiles le pusieron contra la pared y le pidieron la documentación. El chico por poco se mea encima, aquello parecía una escena de película.

El chico nos pidió perdón mil veces pero nosotras, ya por orgullo, formalizamos la denuncia y al de meses fuimos a un juicio rápido al que, el ladronzuelo no se presentó.

En fin, toda una historia que aún recordamos en cenas. El caso: que para un polvo que me animé a echar aquel verano mira como me salió la aventura.

Yo pensando que aquel dios del Olympo me iba a dejar tiesa y tiesa me dejó ¡A mí y a mis amigas! Vamos, que le acabé denunciando por ladrón.

M.Arbinaga