A medida que nos hacemos mayores, nuestros gastos ya no dependen de nosotros mismos: impuestos que suben y suben, ataques consumistas de los que no tenemos la culpa -¿verdad que no?- amigos y familiares que cumplen años, que se casan, que tienen hijos que también cumplen años y al final, sin saber muy bien cómo, nuestra solvencia económica depende más de las decisiones que tomen los demás que de las nuestras propias.

Antes de nada y para que quede claro NO tengo nada en contra de las bodas, ni en contra de los niños. Las bodas no son mi evento social favorito y no estoy de acuerdo con ciertas ideas, pero cada uno puede gastarse su dinero en lo que le dé la gana. Me parece perfecto que la gente se case, tenga hijos y lo celebre, que cada cual haga lo que quiera con su vida; pero tal y como lo veo, a veces todo esto supone una carga económica que no todos pueden afrontar y la presión social no siempre te permite salir del juego.

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Una boda es una demostración de amor que se quiere compartir con los seres queridos. Hasta ahí bien. Sin embargo, en ocasiones más que una demostración de amor entre los novios, parece una demostración de amor de los invitados hacia los novios: Ropa, el regalo, el viaje y el alojamiento son gastos extra por los que nuestro bolsillo se resiente, sobre todo si eres de los que tiene la grandísima suerte de tener cinco bodas en un año. Muchos pensarán: Joder, con este dinero podría haber viajado a Londres, con las ganas que tenía de ir, claro, pero es tu amigo y vas y te aguantas y hasta te lo pasas bien y todo.

 A las bodas uno va porque quiere, nadie nos pone una pistola en la sien, nos guste o no, somos nosotros quienes entramos en ese juego.

Son nuestros amigos y queremos ir, aunque no entendamos por qué es todo tan caro y nos estemos acordando de toda su familia por su gran idea de celebrar el enlace a 1000 Km. de casa, con lo bonito que hubiera quedado en el jardín de su casa.

Pero al viaje y alojamiento hay que sumarle como ya he dicho el regalo, que seguro que vas a comprar en el último momento, cuando lo único que queda en la lista de boda es un televor de plasma de 1000 €. Después añade el vestido que te has comprado porque el que tenías ya no te vale, zapatos que cambiarás a las dos horas por unas bailarinas y un bolso en el que no te cabe nada y ya puedes ir pensando en ahorrar.

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Tu cara al pensar en el gasto

La verdad es que sin darte cuenta te gastas más en un día de boda que en el alquiler de todo un mes (a veces de dos). Hay quien dice, que los novios recuperan lo gastado en la celebración con los regalos, sobre todo si son de esos que dan directamente el número de cuenta para que ingreses “lo que quieras”, situación que provoca ataques de ansiedad porque ¿Cuánto es lo aceptable? ¿50, 100, 200, 500, lo que te pagaron por tu riñón? No tengo ni idea de si recuperan la inversión ni de cuanto hay que ingresar. Pero me imagino a todos los invitados haciendo quedadas secretas para establecer la cantidad aceptable para que nadie quede mal, aunque siempre haya alguien que ponga un poco más, por joder más que nada.

Si dejamos de lado las bodas, toca el turno de las fiestas del bebé, los bautizos, comuniones, los cumpleaños y todo lo que rodea a esa monada que tiene tu amigo como retoño y que te está dejando sin blanca. Pero si por un amigo te gastas lo que sea aunque te pases el mes siguiente mendigando en una esquina, ¡qué no vas a hacer por su bebé! Da igual que dentro de cinco minutos ese body tan chulo que le has comprado ya no le entre o que ese sonajero tan mono acompañará a los otros veinte que tienen guardados en el cajón. Regalamos porque queremos, o por lo menos eso se supone, sin embargo no es lo mismo tener un amigo con hijos que diez, y más si tu eres el único soltero y todo el gasto recae sobre ti -ya sabes, las parejas se lo reparten-.

Pero hay una cosa clara: a los amigos se les quiere, con o sin hijos, con o sin alianza, son parte de nuestra familia y por eso a pesar de cagarnos en sus idas de pinzas, en sus fiestas del bebé llenas de objetos que no sabes para qué sirven, en sus locas ideas de casarse en un pueblo perdido donde no hay Wifi o de poner en su lista de boda un número de cuenta, les queremos y queremos verles felices. El poder o no pagarlo es otro tema que bien puede solucionarse con una conversación seria, porque recordemos que SON TUS AMIGOS, lo van a entender -todo esto va cuando se trata de celebraciones de amigos,  las bodas de los primos segundos cuya existencia desconocías, se quedan fuera-.  Así que sí, la amistad es cara pero siempre podrás hacer una lista de cumpleaños y vengarte.