Ha llegado el momento de aceptar que, a estas alturas de la película, lo que necesitamos estas Navidades, es tocarnos el cuerpo, no el corazón. Llevamos demasiados meses de conversaciones infinitas y confidencias personales. Durante este tiempo hemos reforzado una conexión que, aunque inicialmente era superficial, ahora irremediablemente hemos convertido en esencial. Y es que todo este tiempo sin poder vernos ni tocarnos, ha hecho que, en vez de alejarnos, empecemos a construir caminos de acercamiento que hemos empezado a recorrer sin darnos cuenta.

Hemos sido un apoyo emocional constante. Hemos compartido miedos e inseguridades. Malas decisiones. Nuevos proyectos. Conversaciones absurdas, pero a la vez necesarias. Despreocupaciones. Momentos de abatimiento. Momentos de alegría. Pero lo que más hemos compartido, son unas ganas locas de volver tocarnos. Con la misma intensidad con la que durante todos estos meses, nos hemos tocado el corazón.

Necesitamos besarnos con esa calma sostenida que precede a la tormenta que vendrá después. Devorarnos con la intensidad de unas miradas que llevan mucho tiempo sin verse en directo. Fundirnos en un abrazo eterno en el que podamos volver a olernos y sentirnos como en casa. Desvestirnos con esa premura ansiosa de saber que esto sólo acaba de empezar.

Necesitamos acariciar toda esa superficie que tanto hemos echado de menos estos meses. Tocar con delicadeza todos y cada uno de los rincones de nuestro cuerpo que hace tanto que no visitamos, o que incluso, todavía están por descubrir. Tomarnos el tiempo justo y necesario para descubrirnos de nuevo. Para disfrutar como sólo tú y yo sabemos disfrutarnos el uno el otro. Sin contemplaciones. Sin trampa ni cartón. Sólo siendo tú y yo unidos de nuevo. Pero con toda la carga contenida de meses sin encontrarnos cara a cara.

Así que sí, amigo mío, estas navidades, lo que necesitamos es tocarnos el cuerpo, no el corazón. Y cuando hayamos disfrutado y quedemos satisfechos, aprovechemos para disfrutar de todo lo que viene después. De esos momentos relajantes tumbados abrazados en la cama. Hablando de todo y de nada sin más. De compartir ese cigarro a medias que tan bien nos sabe en ese momento. De compartir una ducha reconfortante mientras te ríes de mí porque siempre me quejo de que tengo frio al salir. Para acto seguido después envolverme en una gran toalla mientras me das un descuidado beso.

Y si todo acompaña, disfrutemos de una segunda ronda. ¿Porqué no? Entre nosotros las segundas partes siempre fueron buenas. Y después de tanto tiempo lo necesitamos. Porque a estas alturas, no sabemos cuándo podremos repetir un día como este. Ya habrá tiempo de seguir conectando a otros niveles. De repetir esas conversaciones infinitas. De buscar excusas para llamarnos. Pero estas navidades, lo que necesitamos es tocarnos el cuerpo, no el corazón.