Querido C: 

Nos conocimos hace más navidades de las que pueda recordar. En aquel lugar cutre que tanto podía darnos a ambos.  Al principio , fuimos los mejores amigos, aunque te costara dar el primer paso. Tu me hacías reír y yo te contaba todo lo que aprendía buscando en Google. “La curiosidad es la mejor virtud”, decías, y yo te replicaba que se me ocurrían muchas mejores… Y tú te reías y me decías que sería tu mejor amiga por siempre, que nunca me apartarías. 

Y es que, eras precioso. Recuerdo la capacidad que tenían tus ojos de repetirme lo que pronunciabas con la boca. ¡Aún no he visto nada igual en ninguna otra persona!. Salíamos todas las Nocheviejas, si te acuerdas, al mismo bar cutre que nos encantaba ataviados con nuestras mejores galas. Que no tardaban mucho en tocar el suelo porque acabábamos muy cansados de bailar mal pero alegres, como siempre decíamos. 

Nos aprendimos los mejores villancicos versionados y nos recorrimos las mejores cafeterías en búsqueda del corazón hecho con nata más perfecto encima del chocolate. No la encontramos. Nos creíamos que vivíamos en una  película americana y no en una ciudad del interior de España. Pero éramos felices, nos reíamos por todo y no nos cansábamos de nada.

Crecimos juntos hasta que a uno de nosotros le hicieron crecer antes. Y, aún así, permanecimos indestructibles porque nos unieron las alegrías y fuimos capaces de reponernos juntos de los golpes. 

Después de un tiempo siendo amigos, surgió algo más entre nosotros. Sabes mejor que nadie que lo único que temía después de besarte es que no quisieras ser mi amigo nunca más. Jo C, ¡qué bien lo entendiste!. Tuve todo el espacio del mundo hasta que decidí dar yo el paso.  Y ¡qué meses más maravillosos!

Estaba enamorada de mi mejor amigo por lo que todo resultaba ser increíblemente sencillo.  La intimidad se elevaba tanto en la cama como fuera de ella a la máxima potencia. Nos daba igual estar vestidos que desnudos, que hablando, qué riendo, que cantando, mal, por supuesto. Recuerdo la lotería que compramos por primera vez para compartirla. Tú me dijiste, cuando, obviamente no nos tocaron ni las gracias, que tu ese año ya habías ganado. Y que sólo pedías muchos días como aquel. ¡Qué fuerte nos abrazamos en esa calle estrechita! Siempre lo recordaré.

Era tan feliz que no preveía que nada pudiera pasarnos. Pero la vida es muy caprichosa y altanera y la muy puta parte todas las esperanzas y expectativas por la mitad cuando ni siquiera el primer tomo de la novela ha acabado.  No voy a quejarme ahora. Como tú siempre me decías “lo mejor de un día malo es que acaba, siempre acaba”. Y tenías razón, lo que no sabía yo es que entre nosotros también podían acabar los días buenos. 

Aunque nosotros no lo decidiéramos así. Porque, no te quepa duda, yo siempre hubiera decidido por ti. Igual que tú siempre elegías el batido especial navideño del Starbuck porque decías que sabía a Papa Noel.  ¡Qué cosas tenías!

Y es que, por mucho que pretendimos evitarlo, la vida pudo con lo nuestro. Curiosamente, antes de las Navidades. Como si ella misma nos diera una oportunidad para no odiarla y recordarla por todo lo bonito que había pasado entre nosotros. Aunque ella misma supiera que no iba a pasar nada más.  

Joder, C, ¿en qué momento entraste en  mi vida para ponerla patas arriba? ¿Y en cuál decidiste marcharte sin recoger los destrozos?  Te echo de menos. 

No te odio por desaparecer pero tampoco quiero entenderte. La verdad es que todo resultaba mas sencillo cuando nos queríamos sin saberlo debajo de las luces de la Plaza Mayor.  Abrigados hasta las pestañas y corriendo de figurita en figurita para entrar en calor.  Y en ese relato me quedo.

Te quiero C, SIEMPRE serás mi mejor amigo y mi gran amor. Ojalá hubiera sido siempre Navidad.

Gracias a N por contarme su historia con C, no dudes de que será eterno.

@VEGA.ESE