Estoy enamorada de un técnico de sistemas del que solo conozco (conocía) su voz – Parte II

(Puedes leer la primera parte de esta historia aquí)

(Relato escrito por una colaboradora basado en una historia real)

 

Hola, loversizers.

Soy yo, la loca que se enamoró de un técnico de sistemas del que solo conocía su voz.

Antes de nada, quiero daros las gracias por participar en mi miniencuesta y por las ideas que algunas propusisteis para que pudiese averiguar más de él. Dado que no me atreví a ir de frente con él, seguí vuestros consejos y le busqué en Linkedin.

Sí, soy consciente de que eso debería habérseme ocurrido a mí sola. Nunca he dicho que fuese una tía muy espabilada… En fin, corramos un velo tan estúpido como yo.

Hice la búsqueda y resultó que su empresa tiene muchos más empleados de los que pensaba, por lo que me encontré con cuatro Raúles, aunque pronto descarté a dos de ellos porque, a mi juicio, sus currículos no encajaban con el puesto que ocupa el que a mí me interesaba.

En este punto os informo que, de los dos restantes, uno tiene un perfil público bastante completo, y el otro apenas el nombre y poco más, ni siquiera foto.

Estoy enamorada de un técnico de sistemas del que solo conozco (conocía) su voz

El del perfil publico es un treintañero guapo, así os lo digo. Tan guapo que algo me dice que ese no es mi Raúl. No sé por qué, pero lo miré, vi que era aproximadamente de mi edad, que es verdaderamente mono y pienso ‘este no es’. Es que no, ese físico no le pegaba nada a su voz ni a su personalidad. Bueno, a la personalidad que había creado en mi mente.

Cuando lo busqué en redes y lo encontré en Instagram, se confirmaron mis sospechas. Era imposible que fuese ese hombre.

Lo que me dejaba con solo una opción, una que se quedaba en poco más que un nombre completo más dos perfiles de redes sociales privados y también sin foto.

No podía describir cómo era Raúl en mi imaginación, sin embargo, una parte de mí estaba absolutamente segura de que no era un chico agraciado. Sí creía que tendría más o menos mi edad, aficiones y sentido del humor, de eso estaba convencida. Tanto que me la traía al pairo cómo fuera su físico, porque me flipaba su personalidad.

Lo malo fue que debió de pillarme en unos días de bajona, porque de normal soy una chica bastante optimista. Pero interpreté todas estas trabas con las que me fui dando como una especie de señal de que debía desistir. Se me estaba yendo la olla demasiado y tenía que sacarme a Raúl de la cabeza.

 

Estoy enamorada de un técnico de sistemas del que solo conozco (conocía) su voz – Parte II

 

Como una semana después de eso, y tras haber dejado pasar dos oportunidades de llamar a IT por movidas de los compañeros (nunca pensé que sería capaz de rechazar la ocasión de hablar con él sin tener que inventarme nada, pero así lo hice), mi jefe me pidió que me encargase de configurar el equipo y solicitar los permisos para una nueva incorporación.

Como era de esperar, fue Raúl quien atendió mi llamada.

Y fue una llamada muy diferente a las que acostumbrábamos a tener. No hubo bromas ni chascarrillos. Ya no solo porque yo no estaba por la labor, sino porque parecía que él tampoco.

Estábamos a punto de despedirnos y cortar la llamada, cuando va y me dice: oye ¿te puedo hacer una pregunta personal?

Mira, se me hizo el estómago una bolita, pero tragué saliva y le dije que sí mientras repasaba mentalmente lo que había hecho durante el stalkeo en redes a los Raúles de su empresa. ¿Le habría solicitado amistad sin querer? ¿Dado me gusta a alguna foto del Raúl que yo creía que no era y a lo mejor resultaba que sí?

Entonces me suelta la pregunta:

 

¿Alguna vez has publicado algo en una web que se llama Weloversize?

 

Mátame camión y pásame por encima dos o tres veces más, por si acaso.

Jooooooooooodeeeeeer.

¿Qué probabilidad había de que lo hubiera leído? Pues con la gran comunidad que tenéis, improbable del todo no era.

Si es que está claro que espabilada, lo que se dice espabilada, no soy. ¿Cómo coño se me ocurrió escribiros utilizando su nombre real?

Casi me da un ataque.

Total, que me quedo callada unos segundos y le cuelgo.

¡Le colgué!

Vamos, que, a mi manera absurda y agilipollada, le confirmé que sí.

Me sentí tan idiota que puse una excusa, cogí el portátil y me marché a casa.

Y, bueno, ahora que os he puesto en contexto… voy a la chicha.

Al terminar mi jornada seguía jodida y nerviosa, me tiré en el sofá y cogí el móvil para llamar a una amiga que estaba al tanto de toda esta mierda. Necesitaba desahogarme con ella y que me diera apoyo moral o una colleja virtual o algo.

Desbloqueé el teléfono y vi que tenía una notificación de Instagram.

Sufrí mi segundo amago de infarto del día al ver que era de la cuenta privada a la que había llegado después de mi profunda investigación de mierder.

Claro, él sí sabía mi nombre completo, además de mi lugar de trabajo, correo electrónico y, si me apuras, número de la seguridad social y una estimación bastante certera de mi cociente intelectual. Qué injusto.

Abrí el mensaje pensando que quizá quería informarme de que me acaba de poner una denuncia por acoso, cuando en realidad… ¡Tachán! Lo que me decía era que entendía que yo era la autora de cierto artículo que había leído y que, si me parecía bien, podíamos quedar a tomar algo y desvirtualizarnos.

"Estoy

¿Le dije que sí antes de terminar de leer todo lo que me había escrito? Así es.

Después lo leí todo con la debida atención y vi que me avisaba de que no sabía cómo creía que era, pero que seguro que me llevaba una decepción, aunque no perdíamos nada por ponernos cara, tomarnos unas cañas y poder hablar de series sin la presión de estar en nuestros respectivos trabajos.

Morí un poco de la vergüenza, pero me hacía tanta ilusión verle, que no me hubiese puesto una demanda y que, además, se mostrara proactivo, que me dio todo igual.

 

Estoy enamorada de un técnico de sistemas del que solo conozco (conocía) su voz – Parte II

 

Quedamos el viernes en una zona de bares de mi ciudad. Él vive a unos treinta kilómetros y se ofreció a acercarse aquí porque aprovecharía para ver a unos amigos después. Me sentó un poco mal eso de que tuviera planes para luego, pero bueno ¿qué esperaba?

En resumen: Quedamos. Allí que me fui toda maqueada, perfumada y más nerviosa que Doraemon en un control de aeropuerto. Le había preguntado cómo podría reconocerlo y me había dicho que ya me reconocería él a mí por mis fotos de Insta.

Estaba sentada en una mesa cuando un chico de unos veinticinco años se sentó frente a mí con cara de no saber muy bien por qué se estaba metiendo en ese fregao.

Por fin lo tenía delante, en carne y hueso.

Estoy enamorada de un técnico de sistemas del que solo conozco (conocía) su voz - Parte II

Raúl no es míster Universo, es un tío normal. Mide como metro setenta, es muy delgado, tiene los ojos castaños, el pelo moreno muy cortito y, al menos esa tarde, vestía vaqueros y una camiseta muy normales también. No llama la atención, ni por feo ni por guapo.

Pero, chicas, en las distancias cortas es incluso más encantador que por teléfono. Es supersimpático, supermajo, superdivertido y supertodolobueno que os podáis imaginar.

Si es que lo único que me ha dejado trastocada es la edad… Le saco ocho años.

Y, la verdad es que tan trastocada pues como que tampoco me ha dejado.

De hecho, que sepáis que al final no vio a los amigos esos que me había dicho, ya hemos quedado tres veces más y… hoy voy a ser yo la que se desplace porque me ha invitado a cenar en su casa. Codazo, codazo; guiño, guiño.

De verdad, no sabéis lo que me alegro de haberos escrito, de haber usado su nombre y de que mi técnico de sistemas tenga una hermana loversizer que le envió vuestro post con mi historia preguntándole medio de coña si aquel Raúl podía ser él.

 

Anónimo

 

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